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Fútbol y narcos: el crimen de Borja Villacís refleja el cambio de escenario de los ultras europeos

El crimen de Borja Villacís ha evidenciado el complejo ecosistema que une fútbol y droga. El mundo ultra ha cambiado. El narcotráfico, también. Las facciones más radicales juegan ahora en una arena perfecta: ascenso de populismos, expansión del extremismo, y una permeabilidad fronteriza que provoca sensación de libertad, mayor operatividad y capacitación. Tres conceptos idóneos para la ampliación de su red de financiación. En un escenario donde hay más droga que nunca —así lo afirma el último Informe Europeo—, es posible que nos encontremos en el estadio previo al punto de ebullición.

Inglaterra fue la cuna del fenómeno hooligan. Tal fue el frenesí que en los 70 se lo llamó English Desease, enfermedad inglesa. La recesión y el desempleo provocaron marginalización, desigualdad y una exacerbación de la contracultura. Los partidos se vivían fuera del campo, y los skinhead acudían a raudales saltando a ritmo de ska y punk. La chavalería daba rienda suelta a sus hormonas, mientras los adultos encontraban, también, entre gritos y birras, su vía de escape.

En paralelo, y a pocos países de distancia, ocurría lo mismo en Italia. Los de la Fossa dei Leoni del Milan o i Fedelissimi del Torino nacían en los años de plomo y terrorismo político. Estos movimientos se desarrollan en contextos de descontento y cambio socio-económico. Surgen como subcultura urbana en busca de una identidad. Lo que al principio nace como respuesta a la frustración y a la autoridad, pronto se torna violencia y delincuencia.

Es el caldo de cultivo del fanatismo. En función de la coyuntura histórica, algunos grupos se asociarán a la derecha y otros a la izquierda. Desde los 70 coexisten dos modelos: el de los hooligans ingleses, alemanes o de Europa del Este, unidos por una conciencia de clase, frente a los ultra italianos, españoles o franceses, conectados más por el conflicto político e ideología.

Polos opuestos que atraen un perfil similar: jóvenes de entre 15 y 30 años, con tendencia antisocial, agresividad y ansias de rebeldía. Encuentran en las curvas su espacio de expresión y desahogo. La devoción por el club se torna razón de ser, y actúan de forma cuasi sectaria. Las organizaciones poseen sus jerarquías, roles y rituales. Entre medias subyacen alcohol, drogas y trifulcas. Y cada vez más grupos relacionados con radicales del fútbol se dedican a actividades ilegales.

Atraen un perfil similar: jóvenes de entre 15 y 30 años, con tendencia antisocial, agresividad y ansias de rebeldía

Borja Villacís habría pertenecido a la facción ultra Outlaw. Su presunto asesino, Kevin Pastor, a Suburbios Firm, brazo del Frente Atlético, aunque estos hayan negado su vinculación. Son los llamados narconazis, y el vuelco entre bandas se alza como principal hipótesis del asesinato.

La conexión entre hinchas y estupefacientes se sustenta en un nuevo escenario de consumo y venta. La diferencia entre aquellos jóvenes de los 70 y los de ahora radica en la sofisticación. Si antes se trapicheaba, ahora se trafica a gran escala. Y van a por todas: extorsión, secuestros, trata de personas o prostitución. Una tendencia que puede observarse en toda Europa. Las conexiones transnacionales del fútbol han encontrado la carretera del narcotráfico internacional. Se ha detectado un aumento de bandas criminales que operan sin intermediarios. Controlan desde la producción hasta la venta, y esto los hace más independientes. Porque los líderes de la cocaína ya no son solo mexicanos o colombianos, ahora tienen nacionalidad española, belga, holandesa, o provienen de los Balcanes.

Pero en Italia juegan más fuerte. Desde los históricos grupos de crimen organizado que usan el fútbol para el tráfico, blanqueo e influencia, hasta los diletantes que ven en el juego la oportunidad de hacerse grandes. Allí preocupa y mucho la conexión del calcio y la mafia. Hace unos años, el Tribunal de Turín condenaba al líder de los ultras de la Juventus, Rocco Dominello, a 7 años de cárcel por dejar entrar a la `Ndrangheta entre i tifosi. El ex capo de la curva del Napoli, Genny `a carogna (el carroña), fue condenado a 20 años por organización criminal, tráfico de drogas y resistencia. Había montado un tinglado de cocaína entre Nápoles, América del Sur y Ámsterdam. Ahora canta más que en la curva del Napoli, porque se ha hecho pentito (arrepentido) para rebajarse la pena.

Se produce, por tanto, un doble escenario que propicia esta convergencia. Por un lado, el extremismo ideológico europeo está creando generaciones más polarizadas y propensas al radicalismo. Las crisis económicas o la falta de oportunidades fortalecen los vínculos entre grupos violentos. Y, por otro lado, el panorama de sobreproducción de estupefacientes. El precio de la cocaína ha caído casi un 40%, un inédito desplome debido a varios factores. Las variaciones meteorológicas y los avances en tecnología facilitan la producción en nuevos países. La inestabilidad política de ciertas regiones ha ralentizado la lucha contra el narcotráfico en América del Sur, y la suspensión de la fumigación de las plantaciones de coca ha favorecido los cultivos. Más droga, más delincuencia, más actores. Por eso no es de extrañar que algunos sectores de la sociedad, contestatarios, rebeldes o agresivos, caigan en las redes del narcotráfico para enriquecerse. Lo hacen porque pueden.

El extremismo ideológico europeo está creando generaciones más polarizadas y propensas al radicalismo

En un mundo cada vez más interconectado, la libertad parece teñirse de impunidad. El pan y circo reconvertido en coca y fútbol mancilla los auténticos sentimientos deportivos. Los ultras delincuentes vociferan los viejos valores de sus equipos, mientras los deshonran arrastrándose por los bajos fondos. Si no se contiene este tráfico, cada vez más adolescentes podrían desvirtuar la esencia del deporte. El futbol los une, la droga los captura, pero la justicia puede encerrarlos.

Biografía

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en 'Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias' y otro en 'Criminología, Victimología y Delincuencia'.

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