Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Gaza, el triunfo de la sinrazón

Nusairat, Gaza.
Nusairat, Gaza.
Omar Ashtawy / EP
Nusairat, Gaza.

El conflicto de Gaza ha entrado en su noveno mes y nada parece indicar que el fin del mismo se aproxime. Por el contrario, las posibilidades de extensión crecen en la medida en que Israel está concentrando fuerzas en el norte para, aparentemente, iniciar una acción sobre el Líbano con la finalidad de degradar la capacidad de Hezbollah para atacar Israel.

Vista la propuesta de paz formulada por Estados Unidos y respaldada por Qatar y Egipto, y asumida con matices menores por Israel, Hamás dice no aceptarla porque el alto el fuego no es definitivo. Por distintas causas y mismos motivos, el gobierno de Israel y Hamás amagan con un acuerdo para, a renglón seguido, continuar la guerra en Gaza. Al gobierno israelí y a los dirigentes de Hamás les guía la determinación por sobrevivir y lograr un nivel aceptable de “éxito” que les permita continuar en el poder.

El objetivo es, para el gobierno israelí, destruir un movimiento terrorista y, consecuencia de lo anterior, garantizar la seguridad en Israel, recuperar a los rehenes y cadáveres en manos de Hamás por de la acción del 7 de octubre y conseguir que Gaza sea gobernada por una autoridad —por determinar— que no sea hostil al estado de Israel. Pero la realidad se encarga de modular el nivel de ambición y demostrar que, aun consiguiendo un número considerable de victorias tácticas, la guerra de Gaza es un desastre estratégico. A pesar de la crueldad e inusitada violencia de las acciones del 7 de octubre, la popularidad de Hamás ha aumentado 14 puntos desde diciembre de 2023 entre los palestinos. En el ámbito internacional, Israel ha pasado de agredido a agresor acusado por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, mientras que Hamás aparece como defensor de inocentes palestinos masacrados indiscriminadamente.

Para Hamás, resistir es vencer. Es consciente de que será imposible la eliminación de la mayoría de sus militantes y cuadros ya que con variar su perfil en esta guerra híbrida es capaz de garantizar su supervivencia, lo que equivale a garantizar la victoria de sus postulados a largo plazo. Es evidente que Hamás, que tiene más de 40 años de historia, está compuesto por radicales islamistas extremadamente violentos y egoístas que no reparan en el sufrimiento que generan sus acciones, especialmente entre su propia población, despreciando la vida de aquellos cuyos intereses dice representar.

Recientemente hemos asistido a una operación del ejército israelí de liberación de rehenes con un resultado complejo, cuatro rehenes rescatados con vida, un miembro del operativo de rescate muerto, y un número muy elevado e imposible de verificar —porque los datos son de Hamás y Naciones Unidas no los admite como fiables— de palestinos muertos y heridos. Al margen de cualquier consideración de carácter operativo, lo cierto y comprobado es que los rehenes se retienen en domicilios particulares, rodeados de civiles inocentes y en el interior un campo de refugiados; eso tiene nombre y no hay que ocultarlo: escudos humanos, de modo que las bajas colaterales que se produzcan en cualquier operación de este tipo siempre serán responsabilidad del atacante. Al atacante se le debe exigir en todo caso que los daños colaterales sean los mínimos y que la proporcionalidad de las acciones sea la norma. Pero no olvidemos que “la causa de la causa es la causa del mal causado” esto es, aquello que origina el mal es considerado como causa del mismo y, por lo tanto, responsable del mal en sí: Hamás.

Rehenes en domicilios particulares, rodeados de civiles inocentes y en el interior un campo de refugiados; eso tiene nombre y no hay que ocultarlo: escudos humanos

No se derrota a un movimiento terrorista exclusivamente con medidas de fuerza y el ejercicio de la violencia organizada. De igual forma, un movimiento terrorista no triunfa en sus objetivos salvo que quien es objeto de su violencia desista en su defensa y abandone, o que se produzca una insurrección general y el conflicto escale a una guerra civil, o bien que el estado colapse o implosione por pérdida de cohesión interna. Todos los demás supuestos de victoria son irreales y conducen a callejones sin salida. La historia está repleta de ejemplos en los que se han producido soluciones a estos conflictos en distintos sentidos: terrorismo normalizado y triunfante, destruido o disuelto, y países colapsados, reforzados o derrotados.

Algunos ejemplos: uMkhonto weSizwe (brazo armado del Congreso Nacional Africano) y el Irgún (Israel) —ambos movimientos terroristas— consiguieron sus objetivos. No obstante, de 457 campañas de este tenor analizadas por la directora del Instituto Carnegie Mellon de estrategia y tecnología, sólo triunfaron los movimientos terroristas en el 5% de los casos estudiados; con la actual situación entre Israel y Hamás, no parece probable ese tipo de final.

Cuando el estado resulta vencedor por destrucción del movimiento terrorista normalmente el número de bajas civiles producidas es muy elevado, así las que produjo Rusia en las dos guerras de Chechenia o la represión de los tigres tamiles en Sri Lanka. El contraterrorismo de alta intensidad ofrece siempre unos resultados muy cuestionables y crea serios problemas de legitimidad a los sistemas democráticos. También existen ejemplos de un contraterrorismo limitado y “quirúrgico” en sus objetivos: la banda Baader Meinhof en la república federal de Alemania, Sendero Luminoso en Perú, Acción Directa en Francia, o las Brigatte Rosse en Italia, desaparecieron por eliminación o detención de sus cúpulas directivas.

El contraterrorismo de alta intensidad ofrece siempre unos resultados muy cuestionables y crea serios problemas de legitimidad

Asumiendo que Hamás no va a desaparecer, parece claro que la estrategia de Israel debe cambiar. Hay cuatro frentes sobre los que debe actuar: la población palestina, el entorno internacional, la población israelí y el entorno bélico (Gaza, Cisjordania, Líbano, Yemen e Irán). Las herramientas a emplear son: la comunicación, la acción directa, la diplomacia y la buena gobernanza. Hay que reforzar la legitimidad de Israel, desactivar los argumentos de Hamás demostrando lo que en realidad es no lo que dice ser, proporcionar ayuda generosa a quien la necesite en la Franja, planificar la reconstrucción y el futuro de Gaza y Cisjordania, y conseguir una alianza de países de Oriente Medio y otros garantes externos que suponga un freno a las aspiraciones desestabilizadoras de Irán a través de sus proxis. Sin olvidar que hay que sostener y demostrar voluntad y capacidad de disuasión en el enfrentamiento actual. Israel, con algún matiz es la única democracia real de la zona y ese es su valor diferencial respecto a otros modelos, bajo ningún concepto puede perder ese carácter.

El buenismo no resuelve los problemas, la sinrazón, tampoco. La voluntad, la generosidad y la fuerza necesaria cuando hacen falta, sí.

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