Perfil

Yolanda Díaz, la vicepresidenta que buscaba unir a la izquierda y no ha sabido sumar alianzas

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha anunciado este lunes su renuncia como líder de Sumar tras el varapalo electoral que ha sufrido la formación tras las elecciones europeas de este domingo.
La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha anunciado este lunes su renuncia como líder de Sumar tras el varapalo electoral que ha sufrido la formación tras las elecciones europeas de este domingo.
La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha anunciado este lunes su renuncia como líder de Sumar tras el varapalo electoral que ha sufrido la formación tras las elecciones europeas de este domingo.
Yolanda Díaz, exlíder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno.
EP - Vídeo: EP

La suma de fuerzas a la izquierda del PSOE es a día de hoy una ecuación sin resolver. Yolanda Díaz (Fene, 1971) creía tener la fórmula, pero resultó ser que no. La vicepresidenta segunda del Gobierno y hasta este lunes líder de Sumar fue empujada al frente de su espacio político hace tres años, un paso que inicialmente dio con reticencias pero con el firme propósito de acercar sensibilidades y tejer alianzas. Con la tarea pendiente por hacer -la separación de Podemos y Sumar en las últimas cuatro citas electorales así lo evidencia-, la también ministra de Trabajo renunció este lunes al encargo, dimitiendo como líder de la formación que ella misma fundó tras la debacle en las elecciones europeas, pero manteniendo sus cargos institucionales.

Si de algo ha presumido Díaz a lo largo de su carrera política es de ser experta en "misturas" y de tener una amplia experiencia en dejar en un segundo plano las siglas de los partidos en aras de proyectos políticos de mayor calado. Lo hizo en sus primeros pasos en política con Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) y lo intentó repetir con Sumar, pero se quedó en el intento. Desde el nacimiento de la formación, Díaz no solo ha sido el rostro de Sumar en sentido figurado, sino que también llegó a serlo sobre el papel. Hace poco menos de un año, su cara fue el identificativo de las papeletas de Sumar en las elecciones generales del verano pasado. "La política no va de gritar mucho, sino de arreglar problemas y tender la mano", afirmaba durante la campaña electoral, rechazando hacer "ruido" y escenificar las diferencias políticas con los socialistas.

La melosidad en las formas es una de sus señas personales, aunque Díaz también sabe mostrar mano dura cuando lo considera necesario, como han podido comprobar tanto los agentes sociales como sus propios compañeros en Sumar y, especialmente, Podemos. La vicepresidenta se mueve como pez en el agua en los conflictos, quizá porque, como recuerda con frecuencia, ha mamado la política prácticamente desde la cuna. 

Hija del histórico sindicalista gallego de CCOO Suso Díaz y de la activista Carmela Pérez, la ministra fue testigo desde bien pequeña de reuniones políticas en la propia casa de Ferrol donde creció. Con esas mimbres, el compromiso político de la ministra no tardó en tomar forma durante su etapa universitaria, en Santiago de Compostela, donde estudió Derecho. A su vuelta a Ferrol, Díaz comenzó a ejercer como abogada laboralista y entró de lleno en política: encabezó, con apenas 28 años, la lista de IU al Ayuntamiento de Ferrol en las elecciones de 1999, en medio de una enorme crisis interna del partido. No obstante, tendría que esperar cuatro años más para conseguir su primer acta de concejala y un mandato más tarde se convertiría en teniente de alcalde, gracias a un pacto con el PSOE que apenas duró un año por las fuertes desavenencias internas.

Curtida en la arena local, en 2012 Díaz dio el salto al panorama autonómico de la mano del histórico dirigente nacionalista gallego Xosé Manuel Beiras, quien, tras escindirse del BNG y fundar Anova, suscribió una coalición con la IU que comandaba la actual vicepresidenta. La suma de fuerzas bautizada como Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) funcionó, pese a las prisas con las que se fraguó, e irrumpió a la primera de cambio como tercera fuerza en el Parlamento de Galicia, superando son holgura al sempiterno BNG. Aunque la experiencia acabó con Díaz y Beiras fuertemente enfrentados, a la actual ministra le ofreció una tribuna para enfrentarse por primera vez cara a cara con el entonces presidente de la Xunta y actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

Tras revalidar su asiento en el Parlamento gallego con En Marea -la alianza bajo la que concurrieron Anova, IU y Podemos en 2015 y 2016-, Díaz saltó a la arena nacional y consiguió su primer acta de diputada en el Congreso en 2016. Allí hizo valer sus conocimientos como abogada laboralista y comenzó a ocuparse de los asuntos relacionados con la política laboral, con un perfil público no demasiado conocido, pero dentro del círculo de confianza de un Pablo Iglesias con el que no era la primera vez que trabajaba. El fundador de Podemos había sido uno de los asesores más cercanos de Díaz durante la campaña gallega de 2012. Previamente ambos habías compartido militancia en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) y habían forjado una estrecha amistad.

El paso adelante definitivo se produciría en 2020, cuando entró a formar parte del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos como ministra de Trabajo, un salto a la primerísima línea que le generó ciertas reticencias. Al frente de la cartera que desde entonces mantiene, se congratula de haber hecho del acuerdo con los agentes sociales su sello, aunque la patronal se ha descolgado de las últimas firmas y la renuncia a algunas de sus aspiraciones le ha valido en más de una ocasión las críticas de partidos próximos a ella ideológicamente como ERC o EH Bildu. 

Díaz cuenta en su haber político como ministra con varias sumidas del salario mínimo, la reforma laboral, la llamada ley rider y la aprobación de los ERTE, entre otras iniciativas. Este bagaje le permitió crecer en popularidad durante sus primeros tiempos al frente del Ministerio de Trabajo y ganar galones hasta el punto de que Iglesias la designó como líder de Unidas Podemos en marzo de 2021, cuando el fundador de Podemos abandonó por sorpresa el Consejo de Ministros. Aunque la gallega ha confesado en más de una ocasión que tuvo reticencias para aceptar el encargo, la salida del líder de los morados aupó a Díaz a una de las Vicepresidencias del Gobierno. 

Pese a tomar el testigo, la dirigente decidió dibujar su propio camino y poco a poco puso tierra de por medio con su predecesor y hasta entonces amigo. Díaz evitó dar a Podemos el papel preponderante que los morados venían teniendo en el espacio político a la izquierda del PSOE. Las desavenencias llegaron al punto de vetar a la número dos de Podemos, Irene Montero, en las listas de las últimas elecciones generales y a relegar a los morados a cinco escaños, los mismos que IU. 

Y las aguas no se calmaron. Tras los encontronazos electorales, vinieron los parlamentarios. Díaz excluyó tanto a Podemos como a IU y a Más Madrid del reparto de portavocías del grupo de Sumar en el Congreso de los Diputados, lo cual sentó mal a los susodichos. Todavía faltaba otro giro de tuerca: Díaz también bloqueó la presencia de los morados en el Consejo de Ministros. Sin portavocía y sin ministerio, la mecha terminó de arder y en diciembre Podemos abandonó Sumar, pasando al grupo mixto en el Congreso y retomando su camino por separado. Cuatro citas electorales después y batacazo tras batacazo en las urnas, Díaz asume con su paso atrás el fracaso de una alianza que no llegó a sumar.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento