Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

Ficciones y melancolías en Europa

  • "El Parlamento Europeo es una institución fascinante. Es el único que representa a un pueblo que aún no existe"
El Hemiciclo del Parlamento Europeo.
El Hemiciclo del Parlamento Europeo.
Emilio Ordiz
El Hemiciclo del Parlamento Europeo.

Hace diez años que Podemos y Ciudadanos irrumpieron con fuerza en el panorama político nacional gracias a unas elecciones al Parlamento Europeo. El voto de protesta encontró hueco más allá del bipartidismo, y la suma del PP y PSOE en aquella ocasión no superó el 50%. Las elecciones celebradas el domingo simbolizaron el entierro de aquel ciclo que llegó a lomos de la crisis económica de 2008 y que, sin rubor alguno y en el caso de Podemos, apostaba por hacer política con el dolor de la gente. Con un bipartidismo ahora por encima del 60%, las aguas parecen haber vuelto a su cauce, aunque los matices son siempre importantes cuando se analizan unas elecciones.

Antes de entrar en estos matices, es bueno situar al lector ante dos circunstancias que han condicionado el resultado electoral. España no ha aplicado aún una Decisión del Consejo de 2018 que obliga a los Estados a introducir un umbral mínimo para participar en el recuento electoral, un umbral que habría de oscilar entre el 2 y el 5% y que en España dejaría fuera a varios de los partidos nacionalistas. De haberse aplicado este umbral, los resultados hubieran sido diferentes. De la misma manera, la normativa permite que, en el caso de las coaliciones electorales de base territorial, los electores no vean en la papeleta el total de diputados de la lista sino solo los de su territorio. Así, por ejemplo, los casi setenta mil ciudadanos canarios que votaron por la lista de “Coalición por una Europa Solidaria” veían en su papeleta a nombres de Coalición Canaria, pero no tenían obligación de saber que la número uno de la lista era la nacionalista vasca Oihane Agirregoitia, del PNV, que ha sido elegida diputada gracias a sus votos, frente al nombre que ellos veían, Carlos Alonso Rodríguez, y que no ha salido elegido. ¿Hubieran votado lo mismo los electores canarios si hubieran visto quien encabezaba la lista? Nunca lo sabremos.

Los resultados a escala europea muestran cambio de rumbo hacia la derecha: el próximo parlamento será más conservador que el saliente, aunque sin demasiadas estridencias. Todos los partidos a la izquierda de los populares europeas han perdido escaños, y todos los que están a su derecha los han ganado. Aún así, el peso de los pilares del proyecto europeo, es decir, socialdemócratas, democristianos y liberales, sigue siendo sólido y suficiente para seguir gobernando el proyecto europeo. Entre los tres, suman al menos 400 de los 750 escaños del nuevo hemiciclo europeo. Frente a ellos, en el lado derecho está por ver donde acabarán los diputados de Orban y los del Alternativa por Alemania, demasiado rusófilos y demasiado derechistas para los dos grupos ubicados más a la derecha en la cámara: los Conservadores y Reformistas, liderados por los Hermanos de Italia de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, e “Identidad y Democracia”, de los que casi la mitad de sus diputados son de la lista francesa de Marine Le Pen. Por cierto, que los diputados de Vox durante la última legislatura han estado con los de Meloni y no con los de Le Pen.

El protagonismo español en este nuevo Parlamento será muy relevante. La delegación española de los socialistas será la más numerosa dentro de su grupo parlamentario, mientras que los populares españoles serán los segundos por número en el grupo parlamentario popular por detrás de los democristianos alemanes, lo que garantiza a ambos partidos poder e influencia dentro de los dos grupos mayoritarios de la Eurocámara.

En España, las elecciones se han leído, al igual que en gran parte de Europa, en clave nacional, porque la tendencia a nacionalizar este tipo de comicios es común en todo el continente. Casi todos han ganado, porque las comparaciones son complicadas, ya que en esta ocasión se escogían en España más diputados que en 2019. En este sentido, y pese a una campaña errática en la que fueron dilapidando la ventaja con la que llegaron a mayo, los populares han ganado con claridad las elecciones: más de setecientos mil votos y cuatro puntos de ventaja sobre su gran rival. Son las terceras elecciones de ámbito nacional que les ganan a los socialistas en poco más de un año tras las municipales y generales del año pasado. Los de Sánchez, por su parte, resisten mejor de lo que parecía hace unas semanas y, fagotizando a su socio de gobierno, consiguen no descolgarse demasiado de los de Núñez Feijóo. Ha sido precisamente Sumar la gran derrotada, no solo por su pobre resultado, sino también porque no ha sido capaz de despegarse de un Podemos que, sin responsabilidades de gobierno, ha realizado una campaña que le ha permitido pelar con éxito el espacio electoral a sus antiguos aliados.

La noticia exótica de las elecciones es la irrupción con tres diputados de la agrupación de electores organizada por el agitador Alvise Pérez. Está por ver todavía el perfil de sus votantes, que parecen venir de Vox y de la abstención, y está por ver también donde se ubicarán en el Parlamento y, en consecuencia, para qué servirán esos votos. El voto de protesta ha cambiado de bando esta vez pero, como ocurrió en 2014, de nuevo una lista desconocida aterriza en el Parlamento de la mano de un líder carismático forjado en las redes sociales, de nuevo un hombre sin miedo a los poderosos que viene a tutear a las élites en nombre de la gente…. Nada nuevo, en fin, bajo el sol.

Las encuestas, las de verdad, volvieron a acertar, pero eso ya no es noticia. El alto nivel de la demoscopia no sesgada en España debe de ser un motivo de orgullo para todos los ciudadanos: información de calidad y gratuita, frente a lo que ocurre con el problemático instituto público, que cuesta dinero y comete errores que ya es difícil pensar que sean inocentes.

El Parlamento Europeo es una institución fascinante. Es quizá el único del mundo que representa a un pueblo que aún no existe y que se intenta construir de la mano, precisamente, de instituciones como el Parlamento Europeo o, de manera más mundana, con torneos como la Eurocopa o aventuras como las becas Erasmus. El sociólogo Juan Menor contaba en la Revista de Occidente que “las sociedades imaginan mundos ficticios que toman por reales para cohesionarse." Algo así nos ocurre a muchos con la ficción europea. Pero es que es nuestro único futuro.

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