Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Es un niño

El tenista murciano Carlos Alcaraz, ganador de Roland Garros, aseguró que ha sabido aplicar a la tierra batida su propio estilo, que consiste en "ser agresivo todo el tiempo".
El tenista murciano Carlos Alcaraz, ganador de Roland Garros,
El tenista murciano Carlos Alcaraz, ganador de Roland Garros, aseguró que ha sabido aplicar a la tierra batida su propio estilo, que consiste en "ser agresivo todo el tiempo".

Los españoles tenemos, al menos desde hace cuatro siglos, la terrible costumbre de despreciarnos a nosotros mismos, de minusvalorar lo que hacemos y de darnos de latigazos sin esperar a que otros nos los den. Al contrario que en otros países, parece que no nos gusta ser españoles. Esta enfermedad de la mente nació en el siglo XVI, con la "leyenda negra". Y no se nos cura.

Sin embargo, a veces resulta difícil ser tan cenizos y no sentir orgullo. Carlos Alcaraz, un chaval de 21 años recién cumplidos, un niño en realidad, con gestos, reacciones y espinillas de adolescente, acaba de alzarse por primera vez con el torneo de Roland Garros, el Abierto de Francia de tenis. Ustedes sabrán que en el mundo se juegan, cada año, cuatro grandes campeonatos tenísticos, llamados Grand Slam: Nueva York, Melbourne, Londres y París. Este crío, a su edad, ya ha ganado tres. Ha ingresado, pues, en el reducidísimo club de 23 hombres que han conseguido esa triple corona en los últimos 56 años, los de la llamada "era abierta" del tenis. De esos 23, solo uno más es español: Rafael Nadal, que ganó veinte 'grandes'.

Todo ser humano es capaz de hacer cosas que no se imagina que puede hacer, pero hay algunas personas, poquísimas, a las que la naturaleza dota de un talento extraordinario para ciertas cosas. Mozart era insuperable escribiendo música, Velázquez era un pintor con el que ningún otro se podía comparar, Einstein o Stephen Hawking tenían una facilidad sobrehumana para las ciencias y Belén Esteban lleva décadas viviendo espléndidamente sin haber dado un palo al agua en su vida. Salvo este último caso, que obviamente es una broma, estamos hablando de genios. Del genio creador humano.

Carlos Alcaraz es uno de ellos. No es optimismo fácil: lo ha demostrado ya sobradamente. Su inaudita precocidad, su facilidad natural para el tenis han sido ejercitadas con la mayor disciplina desde que el crío tenía diez años, una sonrisa inagotable (que mantiene hoy) y una mirada de acero. Los grandes tenistas vivos de la historia están, prácticamente todos, asombrados de lo que hace este niño. Y vaticinan para él tiempos gloriosos, tan gloriosos como los que nos hizo vivir Nadal. Solamente los españoles (muchos españoles, no todos; bueno, y algunos argentinos) parecemos estar esperando a que algo le salga mal para zaherirle y para reírnos con el palillo entre los dientes y para gruñir que se le acabó la suerte, que todo era mentira, que no vale para nada. Es decir, que es como nosotros.

Pero lo más importante de todo es que es un niño. Superdotado, pero un niño. No es Superman, por más que muchos, sobre todo en los medios de comunicación, parecen empeñados en apremiarle a que lo sea. Carlitos, como le gusta que le llamen, está sometido a una presión inhumana, gracias a (o por culpa de) su talento, su genio y su carisma personal. Es ya mucho más que un tenista como cualquiera de los otros: es un fenómeno de masas. Llena los estadios allí donde va. Le rodean las cámaras día y noche. No tiene vida propia. Somos millones de personas las que, más que desearle que gane, le estamos exigiendo que gane desde que se levanta hasta que se acuesta. Eso no le sucede, ahora mismo, a nadie más. Y es un niño. Un crío de 21 añitos.

El último tenista al que se sometió a un delirio semejante fue Björn Borg, en los años 70. No lo pudo soportar. Ganó 11 Grand Slam, pero se retiró a los 26 años y desapareció del mapa para comprobar que estaba vivo. Tardó años en regresar… y su intento de volver a jugar, ya en los 90, fue un fracaso total. Ha tenido que hacerse viejo para recuperar el respeto de todos (empezando por el suyo) y la admiración que hoy se le tributa.

No hagamos lo mismo con Carlitos. Seamos comedidos tanto con los ditirambos como con las críticas tan españolamente hirientes hacia el que tiene problemas, que sin duda los tendrá. Es un genio, sí, eso ya lo ha demostrado. Pero ante todo es un niño. No lo olvidemos porque, si no, entre todos le romperemos. Y a eso no tenemos derecho.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento