Churchill dijo que "quien no es de izquierdas de joven, no tiene corazón, y quien no es de derechas de adulto, no tiene cerebro". Votar a un partido que se llama Se acabó la fiesta, cuando eres joven, es una contradicción. Primero por el continente, cuando la fiesta debería ser parte de tu ADN, y segundo por el contenido, cuando lo que representa son valores tan rancios como el negacionismo, el machismo o la xenofobia.
La ultraderecha ha aumentado en Europa y los jóvenes, en muchos casos, son los que la alimentan. Actos repletos de adolescentes con banderas de España llenan los mítines de Vox, y ahora del influencer Alvise, para el que el PP se le queda a la izquierda y Vox es la ultraderechita cobarde. Hay muchas razones por las que esto ocurre. Una, las redes sociales, medio de comunicación de los jóvenes y herramienta principal de estas formaciones. A esto se suma una búsqueda de rebeldía y libertad, históricamente asociada a la izquierda, que hoy es patrimonio de la derecha y la ultraderecha. Una juventud que se ha tragado que ser rebelde es negar el cambio climático y las vacunas y que la libertad es solo la propia, o la del mercado.
Les han engañado disfrazando las palabras, como a Pedro II de Aragón, monarca que maltrataba y despreciaba a su mujer y al que le tendieron una trampa para que, a oscuras, mantuviese relaciones con su esposa pensando que cometía adulterio con una doncella.
A estos jóvenes que tanto añoran la Reconquista, les diría que leyeran historia para que no les engañen. Ser rebelde no es ser xenófobo y la libertad no existe sin la igualdad. Claro, así pasa luego que el 40% de los jóvenes no cree en el feminismo. Pues eso, se acabó la fiesta y la testa.
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