Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Sobrexistir

Fernando Alonso y Lewis Hamilton en el circuito Gilles Villeneuve de Montréal.
Fernando Alonso y Lewis Hamilton en el circuito Gilles Villeneuve de Montréal.
AFP7 vía Europa Press
Fernando Alonso y Lewis Hamilton en el circuito Gilles Villeneuve de Montréal.

Los tiempos y la necesidad nos llevan al lenguafuerismo. Nadie puede quedar, ni verse, hay demasiado lío de agendas... una cita gratuita, sin afán de lucro, es utopía. Como el lucro es esquivo, casi todo es utopía. Se han sustituido las utopías universales por la personal (¡actualizar las redes!). Pero el tiempo ha volado antes de acabar esta frase.("Sobrexistir" no está en el DRAE, sí en la vida).

Hay una presión interior y exterior por sobreexistir, existir doble o triple, vivir en la cresta de la propia agenda, una presión que comprime listas de tareas... para que quepan más y más. La lista ya no es la medida de los días y las noches (en vela, esa es otra). La lista de tareas que nunca se cumple ha sido desplazada --¡comprimida!-- por la siguiente vuelta de tuerca: la lista de listas.

La lista de listas, en conexión con el calendario, ha de estar siempre hasta arriba. Como en el avance de la tortuga de Aquiles, en la lista siempre cabe una tarea más. ¿Interviene en esto la incipiente IA? Algo estresante de la IA (las IA's, que también pugnan por sobrexistir) es que no es fácil saber dónde actúan y dónde no. ¿Qué ámbitos quedan al albur de la antigua vida sin IA, si es que hay alguno? ¿Habrá alguna IA que ayude a responder a esta pregunta? (Pronto habrá turismo de lujo con el siguiente reclamo: IA Cero Cero).

Las IAs han venido a meter más presión en este apretujamiento del tiempo (o lo propiciaron ellas, las ávidas corporaciones que las animan). La ansiedad por no quedarse atrás, aunque nadie sabe qué va delante. La expectativa es el émbolo que hincha la burbuja inversora. Algo hay, más habrá... pero de momento, a ras de suelo y en las alturas, solo hay miedo a quedarse rezagado.

El paradigma de la ansiedad y los tiempos es, como en tantas cosas, la competición de Formula 1: miden el tiempo en milésimas y entre carrera y carrera el bólido, una máquina complejísima al filo de lo imposible, sufre mil retoques. Es lo que se llama en la jerga “una evolución”. Visto desde fuera hay mucho componente humano. ¿Se podría establecer el porcentaje de IA que interviene en la F1?

Esta temporada hay tres escuderías que han acertado en la evolución de sus coches, de manera que la competición se ha vuelto atractiva. Cada cual ha de medir su tiempo en milésimas, hacer listas para ordenar las listas y acelerar de semana en semana, día a día, su propia e íntima evolución. El humano, aun antes de la IA, ya era un organismo complejísimo capaz de inventar artefactos que a su vez le obligan a volverse aún más complejo y a trazar a toda prisa mapas neuronales con más conexiones: mapas de listas de listas.

Nos comportamos o aspiramos a comportarnos con los patrones de la F1 y otros deportes al límite

Se trata de sobreexistir: ser más todo el tiempo, cada milésima te la juegas. Si te desconcentras puedes meter la pata en un whatsapp… ¡cuidado! No te equivoques de grupo. Mide tus palabras, calibra bien tus silencios. Todo mata, nada hiere.

Una derivada del sobrexistir es la susceptibilidad: los egos están en carne viva. Y esta sensibilidad exacerbada no es en vano, es un recurso básico del sistema (nervioso) que ha de estar siempre alerta, con mil ojos y al menos cuatro redes hiperactivas. Los subsectores (todos lo son) exigen despedazarse, triturar a los rivales, identificarlos, dormir poco o menos y vibrar siempre a tope de rpm. Acelerar el (des)equilibrio entre colaborar y competir.

Nos comportamos o aspiramos a comportarnos con los patrones de la F1 y otros deportes al límite, o sea, con los patrones de la empresa, que a su vez aspira a emular a las corporaciones que mandan, las cuales quieren funcionar como sus propias IA’s, que quizá son copias de copias de sus rivales o remezclas enloquecidas, ya que han sido programadas con los mismo criterios de urgencia que ahora nos presionan por defecto.

Esta pulsión por sobrexistir es exterior e interior a la vez: doble pinza. En la niñez y en la política (tan similares) es devastadora.

Esta presión por sobrexistir ha conseguido que aquel ingrediente tan invocado hace dos temporadas –¡la incertidumbre!– sea objeto de nostalgia.

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