OPINIÓN

No pensé

El 6 de junio de 2024, una niña palestina observa a otros mientras revisan una escuela de la ONU que alberga a personas desplazadas y que fue alcanzada durante un bombardeo israelí en Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza, en medio del actual conflicto entre Israel y el grupo militante palestino Hamás.
Una niña palestina observa una escuela de la ONU que alberga a personas desplazadas y que fue alcanzada durante un bombardeo israelí en Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza, el 6 de junio de 2024.
BASHAR TALEB / GETTY IMAGES
El 6 de junio de 2024, una niña palestina observa a otros mientras revisan una escuela de la ONU que alberga a personas desplazadas y que fue alcanzada durante un bombardeo israelí en Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza, en medio del actual conflicto entre Israel y el grupo militante palestino Hamás.

De niña nunca pensé que viviría algunos de los momentos que a diario nos anuncia la realidad. Cuando comencé a estudiar Historia entendí que mi momento presente procedía de un contexto; pero los conocimientos generales impartidos en la educación obligatoria de mi generación se interrumpían, convenientemente, en torno a la I Guerra Mundial: una indagación más profunda de lo que ocurrió y por qué, más allá de esa fecha, se fiaba a nuestro albedrío y bajo nuestra responsabilidad.

Lo sucedido antes de 1914 quedaba fijado e inamovible con lo que había enseñado Antonio, el de Historia, en clase. No importa que los datos o los investigadores demuestren lo contrario: Antonio, que ni siquiera nos caía demasiado bien, decía la única y completa verdad. El siglo XX había sido una excepción en la barbarie humana. Nosotros éramos otra cosa.

Lo que siguió a aquel desastre ha llegado a la mayoría a través de obras de ficción, películas espectaculares firmadas por grandes nombres o novelas que, en los últimos años, han abandonado el horror de las matanzas, los refugiados y las violaciones de civiles, los bombardeos, las delaciones y las revanchas, por una visión sentimental o morbosa de lo ocurrido. Pornografía bélica.

No pensé que hubiera el menor peligro de repetir algo tan solemnemente declarado como una atrocidad, y, por lo tanto, fui incapaz de reconocer esas agresiones cuando se llevaron a cabo en mi propio salón, en el ojo sin párpados de la tele, o ahora en mi mano, cuando escroleo cualquier aplicación. Tardé mucho en entender que la violencia visible e invisible que presenciaba mientras crecía era lo que era, porque me habían asegurado que la historia se repite pero aquella no. Con nosotros no. Aquello era otra cosa, me decían. Esto es otra cosa. La realidad se moldea como cera, la historia como masa de pan. Y ahora toma forma frente a nuestros horrorizados ojos.

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