OPINIÓN

De victorias y derrotas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, en la Comisión Ejecutiva del PSOE tras el 9-J.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, en la Comisión Ejecutiva del PSOE tras el 9-J.
Rodrigo Jimenez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, en la Comisión Ejecutiva del PSOE tras el 9-J.

Hace tres semanas, Felipe González rompió los audímetros cuando compartió un interesante rato de charla con Pablo Motos, en El hormiguero de Antena 3. González, que a su edad y con su bagaje ya no está para majaderías, se preguntó y preguntó a sus compañeros de partido por qué el PSOE de hoy se conforma con perder elecciones y sumar con otros, cuando el objetivo socialista de siempre consistía en ser un partido ganador.

Hace ya años que Moncloa celebra las derrotas. Las celebra cuando pierde por un punto y medio, como en las generales de 2023, y las celebra cuando las pierde por cuatro puntos, como en las europeas del pasado domingo. De hecho, el PSOE sanchista (que va, grosso modo, de 2014 hasta nuestros días) solo ha ganado elecciones de ámbito nacional en 2019, cuando llevaba un año en el poder mediante una moción de censura.

En aquel 2019, los socialistas fueron los más votados sucesivamente en municipales, europeas, generales y en buena parte de las autonomías. Ese fue el (único) año de Sánchez, porque antes había perdido las elecciones de 2015 y 2016, y después ha perdido sucesivamente las municipales, autonómicas y generales de 2023 y las europeas de 2024.

En las de hace cuatro días, el PSOE solo ha sido el partido más votado en siete del medio centenar de provincias españolas: Barcelona, Tarragona, Navarra, Vizcaya, Álava, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. Y, como ya ocurrió en las generales del 23 de julio pasado, la bombona de oxígeno que mantiene la respiración del PSOE es Cataluña.

El voto de los catalanes es determinante para que Sánchez sea presidente del Gobierno, como ya le ocurrió a Zapatero: en 2004 ganó a Rajoy por una diferencia de 16 escaños en el conjunto de España, mientras que solo en Cataluña el PSC sacó 15 escaños más que el PP; y en 2008, Zapatero consiguió 15 escaños más que Rajoy, mientras que en Cataluña el PSC obtuvo 17 escaños más que el PP. Es decir, Zapatero fue presidente del Gobierno gracias a los votos conseguidos en Cataluña. Los socialistas, con Sánchez como secretario general, han perdido las últimas tres elecciones de ámbito nacional, pero el resultado en Cataluña les dio los apoyos necesarios para alcanzar acuerdos que permitieran su investidura después de las generales.

Sostienen en Moncloa que el PSOE resiste. Según esa doctrina, el nuevo baremo de resistencia está situado en perder por 4 puntos (34,20% del PP, frente al 30,18% del PSOE). Sánchez muestra gran capacidad para elevar el umbral de dolor electoral que es capaz de soportar sin hacer una mueca. Pero la preocupación de Felipe González sigue siendo pertinente: el PSOE no gana elecciones de ámbito nacional desde hace cinco años. Quizá merezca una reflexión.

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