Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

La debilidad de ERC pasa factura a Illa

El PSC fue el claro ganador de las elecciones catalanas de este domingo con el 27,9% de los votos y 42 escaños, pero solo podrá gobernar si convence a ERC –y a Comuns Sumar, aunque ese apoyo parece mucho más sencillo– para que preste sus votos al candidato socialista Salvador Illa para su investidura.
Miembros del PSC en las elecciones de Cataluña.
EP
El PSC fue el claro ganador de las elecciones catalanas de este domingo con el 27,9% de los votos y 42 escaños, pero solo podrá gobernar si convence a ERC –y a Comuns Sumar, aunque ese apoyo parece mucho más sencillo– para que preste sus votos al candidato socialista Salvador Illa para su investidura.

La política catalana nunca defrauda para los amantes de las series, pues cuando todo parecía encaminado a que el socialista Salvador Illa se convirtiera en el próximo presidente de la Generalitat, en ERC decidieron este lunes entregar la presidencia del Parlament a Junts, en la persona del exconsejero y condenado por el procés, Josep Rull. Se trata de un hecho relevante porque, primero, los republicanos han renunciado a presidir ellos la cámara catalana, que es la oferta que de entrada les había puesto encima de la mesa el PSC en el marco de un pacto de investidura. Y, segundo, ahora Junts tiene el control de los tiempos y la potestad, en manos de Rull, de proponer candidato y, evidentemente, la posibilidad de plantear la candidatura de Carles Puigdemont.

La llamativa decisión de ERC se explica por su debilidad y crisis interna, pues ha ido perdiendo votos en todos los comicios desde 2023. La sangría ha sido brutal y han vuelto a cifras de hace una década. Su estrategia pragmática ha quedado muy erosionada, mientras que la resistencialista de Junts ha tenido premio en las urnas gracias al Gordo de la amnistía por obra y gracia de Pedro Sánchez.

Oriol Junqueras ha dimitido, y otras figuras que encarnaban la entente con el PSOE, como Gabriel Rufián, se encuentran igualmente muy cuestionadas. Hay un congreso para dentro de unos meses, y la toma de decisiones recae ahora mismo en la expatriada Marta Rovira, más esencialista y proclive a entenderse con Puigdemont, que la visitó en Ginebra hace unos días para atar la presidencia de Rull.

La estrategia del expresidente fugado y amnistiado es forzar la repetición electoral. No tiene nada que perder porque sabe que el PSC no va a abstenerse para facilitar su investidura, pero que tampoco él se quedaría en el Parlament como jefe de la oposición a Illa. Si se volviese a votar, el más castigado en las urnas sería de nuevo ERC, que ahora mismo no tiene candidato, y quedaría subyugado al discurso y los intereses de Junts.

Ahora bien, no está tan claro que los republicanos vayan a cometer ese disparate mayúsculo, y bien podrían ocurrir que acabaran apoyando a Illa, aunque antes hayan tenido que hacer equilibrios hacia Junts para satisfacer al votante independentista más radical, que detesta profundamente a los socialistas.

Una de cal y otra de arena sería la única lógica que daría sentido a la decisión de ERC, pero que fácilmente se le puede ir de las manos. Puigdemont regresará a Cataluña para su investidura con toda la épica del pretendidamente exiliado y aumentará la presión sobre los republicanos para que no voten a Illa. La debilidad de ERC le pasa factura al PSC.

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