Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Oda a la siesta del carnero

Un cordero practica la siestas del carnero para cuando sea adulto.
Un cordero practica la siestas del carnero para cuando sea adulto.
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Un cordero practica la siestas del carnero para cuando sea adulto.

Hemos hablado de la siesta española con su antología de demarrajes, luchas contra el reloj, etapas planas, rebozados por la arcilla de Roland Garrós y otras maravillas. Es preciso centrarse ahora en la siesta mágica que uno se echa -qué verbo idílico- antes de comer. La siesta del carnero, al parecer, tiene un origen pastoril y algo bucólico. El listo que todo lo sabe lo explicó con maestría en un artículo muy recomendable.

La siesta del carnero tiene algo de pasión, muerte y resurrección. Tiene pasión porque hay sufrimiento para no caer. Uno sabe que no debe dormirse a ciertas horas, pero la humanidad es débil y acaba por ceder en un viacrucis onírico. Hay una parte de muerte porque en la siesta del carnero se cae como en una sima. La desconexión con la realidad es absoluta. Y se da, por supuesto, una resurrección, porque, después de esta siesta, el animalillo que llevamos dentro sabe que toca comer y agita el rabo con satisfacción.

La siesta del carnero tiene algo de pasión, muerte y resurrección.

Tiene la siesta del carnero una culpabilidad inexplicable que uno se perdona rápido y una felicidad rotunda que entra en el alma como un rayo de sol caprichoso. A veces, esta siesta es como un desfibrilador mental, que hace que nuestros pensamientos se activen y que algunas conexiones mentales vuelvan a funcionar. Dejemos en paz al que duerme la siesta del carnero. No sabemos qué batallas está librando.

Volver de la siesta del carnero es una cuesta abajo en bicicleta. Resurgir de la otra siesta suele ser un proceso complicado lleno de nubarrones mentales. Ha habido políticos pillados en la siesta del carnero y, por lo general, se ha sido indolente con ellos. En mi infancia usé esta siesta para no ir al colegio. Los días en que estaba malo, pero ya casi recuperado, se abría el debate de si debía ir ya a clase por la tarde.

Aprendí a dormirme antes de que llegaran mis padres, justo en esos momentos en los que se dirimía mi reincorporación a las rutinas escolares. Ese sueño, además de sus propiedades reparadoras, te daba un pasaporte directo a una tarde más de juegos y de tranquilidad en casa. Bendita sea la siesta del carnero y benditos los que se duermen a horas intempestivas porque su retorno a la consciencia será glorioso. 

Periodista y escritor

Colecciono coca colas falsas en lata y hago fotos a las bolsas de plástico en los árboles. He publicado libros de poemas y relatos. Mi última novela es "Hilo musical para una piscifactoría". Se llevó al cine bajo el título de "Miau". He sido redactor en prensa, presentador en tele y radio y ahora me piden que opine. Licenciado en derecho, MBA, máster en periodismo y doctor en comunicación e información. He tenido una agencia de marketing, alguna experiencia de éxito en comercio electrónico y doy clases en algún máster sobre esto.

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