Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Café para todos, no solo para uno, dos o tres

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d).
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d), en una foto de archivo.
Montse Giralt / CONTACTO vía Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d).

A la negociación del Gobierno de Pedro Sánchez con Esquerra Republicana para la implantación de un sistema de financiación singular para Cataluña le sobran los eufemismos y le falta la claridad propia de un acuerdo que nos concierne a todos los españoles, vivamos o no en tierras catalanas.

Desde el Ejecutivo, se sostiene que habrá una negociación del nuevo modelo de financiación autonómica en la que participarán todas las comunidades y en el que se recogerán las necesidades singulares de Cataluña y también las del resto de regiones y nacionalidades.

Pero este argumento no se ajusta a la realidad. Aquí no hay una negociación multilateral, sino bilateral entre dos partidos. Y lo que se está jugando es la ruptura del principio de igualdad de todos los españoles, de ese ‘café para todos’ de los inicios de la democracia que limitaba los agravios y los posibles tratos de favor a unas regiones en detrimento de otras.

A estas alturas, tocaba ya una discusión sobre la descentralización del Estado a través de un trasvase mayor de fondos a las administraciones autonómicas que respetaría el principio de igualdad de los ciudadanos a la misma vez que iría dejando atrás determinados privilegios forales en el País Vasco y Navarra.

Pues bien, lejos de estar en ese debate entre iguales, estamos ante una discusión que no aborda situaciones tan anacrónicas como las enunciadas y que, sin embargo, se centra en algo tan singular como una negociación entre dos partidos en la que uno, Esquerra, exige un trato diferente para Cataluña, y en la que el otro, el PSOE, reclama a cambio los votos de los independentistas para que Salvador Illa llegue al Palacio de la Generalitat y para que Pedro Sánchez pueda seguir en el Palacio de la Moncloa.

Se trata de una partida de ajedrez de alto riesgo con el resto de los españoles como espectadores en la que se vislumbran palabras gruesas, alguna que otra manifestación contra los presuntos agravios, unos cuantos recursos en los tribunales y la sensación de que los grandes partidos están secuestrados por sus extremos y por sus pactos imposibles. Mal asunto, pero muy real. Demasiado real.

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