José María de la Riva Exconcejal del PSOE en Madrid
OPINIÓN

Europa necesita líderes más comprometidos

Sesión en Estrasburgo del Parlamento Europeo.
Sesión en Estrasburgo del Parlamento Europeo.
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Sesión en Estrasburgo del Parlamento Europeo.

No cabe duda de que a Robert Schuman y a Jean Monnet les debemos el proyecto de la integración europea que iniciaron un 9 de mayo de 1950. En 2025 se cumplirán 75 años. Se consolidó en los años 80, 90 y principios del siglo XXI, con la incorporación de Croacia en el año 2013, con 28 estados miembros, aunque tras la salida del Reino Unido en 2020 (brexit) se quedó en los 27 actuales. Una compleja amalgama de orígenes e intereses, que ha supuesto uno de los procesos más importantes en el desarrollo de la historia moderna para configurar un espacio común. EEUU de América del norte se constituye en el siglo XIX y la Unión Europea puede completar su estructura en el siglo XXI.

Figuras como François Mitterrand, Margaret Thatcher, Helmut Kohl, Mário Soares, Giulio Andreotti o Sandro Pertini, a los que no se trata de resucitar, ni reincorporar a la política a Felipe González, fueron capaces de dar un salto cualitativo a la consolidación de Europa, anteponiendo los intereses de ese vasto territorio a los ideológicos, incluso a los nacionales de cada uno de ellos.

En esa relación de políticos es evidente que había pocas coincidencias ideológicas, pero acomodar un marco normativo que diera cohesión a un territorio en crecimiento, con importantes diferencias culturales, económicas y lingüísticas, hay que reconocer que se trata de un logro que nadie esperaba que fuera capaz de funcionar.

Es un modelo de cohesión territorial que ha permitido saldar deudas territoriales históricas, procesos bélicos continuados, no solo de las dos guerras mundiales, sino de conflictos bilaterales que han ido desapareciendo con el tiempo, con acciones emprendidas por Jacques Delors, el impulsor final para la unión monetaria en el Consejo Europeo de Madrid, que se celebró el 26 y 27 de junio de 1989. Tomó esta decisión, que se publicó el 12 de marzo de 1990, comenzando su primera etapa el 1 de julio de 1990.

La Comisión Delors incorpora un modelo multicultural con un proceso de intercambio oportuno como la política educativa de Erasmus, tan acertadamente impulsada por el comisario español Manuel Marín. En 1995 entra en vigor el espacio Schengen, espacio común que elimina las fronteras entre los países miembros por el que pueden circular libremente todas las personas y genera un documento homogéneo para todos los ciudadanos de la Unión Europea: el pasaporte.

Hasta aquí parece que todo ha sido un proceso positivo y de grandes aciertos. Pero también es necesario reconocer que se han cometido errores, posiblemente, por su enmarañada solución, como la política agraria en la que es difícil de conciliar intereses de espacios y climatologías tan dispares como las que se desarrollan en la Unión Europea, con el añadido de importaciones de productos que hacen todavía más compleja la capacidad de convivir en el modelo de la PAC. Parece imprescindible buscar una nueva ecuación que tenga en cuenta los errores cometidos y favorezca la comprensión de un ámbito económico con dificultades de gestión en los protagonistas más precarios, y cambie las reglas para las grandes estructuras económicas agroalimentarias que con poco sentido y muchas quejas están incorporadas a los beneficios de la PAC.

Seguramente lo tenemos presente en nuestra superficie cercana, la baja densidad de población de amplias zonas del territorio. Esto no pasa únicamente en España (la España vacía), sucede en todo el territorio de la UE. En el último proceso electoral europeo sorprende que haya desaparecido el debate sobre la despoblación, teniendo presente que el artículo 174 del actual Tratado de la Unión Europea dice: "A fin de promover un desarrollo armonioso del conjunto de la Unión, esta desarrollará y proseguirá su acción encaminada a reforzar su cohesión económica, social y territorial (…) Entre las regiones afectadas se prestará especial atención a las zonas rurales, a las zonas afectadas por una transición industrial y a las regiones que padecen desventajas naturales o demográficas graves y permanentes…".

Con este proceso demográfico es difícil entender una política de inmigración legal tan restrictiva, que sin embargo incorpora una realidad bien diferente en la economía. Por el contrario, se están generando importantes problemas con la acumulación de población en las grandes ciudades: la vivienda, la movilidad, la gentrificación, la turistificación. Somos capaces de identificar cada uno de estos problemas. También hay que tener la capacidad de contribuir a su solución.

Seguimos consumiendo territorio para la construcción de viviendas, teniendo una parte de ellas desocupadas. Invertimos cantidades ingentes de recursos para infraestructuras de transporte colectivo, con una eficacia insuficiente, fruto en parte de la baja sensibilidad ciudadana de su contribución a la paliación del cambio climático. Además, nos quejamos a veces de cuestiones sobre las que no se ha reflexionado suficientemente como la gentrificación, de la que hay versiones positivas y negativas, pero que en cualquier caso contribuye a la regeneración de espacios consolidados de las ciudades. Finalmente, la turistificación, problema relativamente reciente, hace que tengamos deseos encontrados pues una parte importante de los empleos de las grandes ciudades depende del turismo, pero su masificación empieza a impedir una convivencia pacífica en determinados espacios históricos o de ocio. El libro reciente de Janette Sadik-Khan y Seth Solomonow, Luchar por la calle, aporta muchas reflexiones acerca de estos problemas. Es posible que Joaquín Lavado Tejón (Quino) tuviera razón en su viñeta: "Seguimos construyendo la destrucción del futuro. Rogamos sepan disculpar molestias".

Estos problemas del territorio, es decir, el de la agricultura con la despoblación de grandes extensiones y la concentración de población en grandes ciudades, no deben hacernos olvidar un problema que tenemos ante el cual parece que cerramos los ojos: el cambio climático. Asunto que se conjuga con todos los demás y, sobre todo, que pone patas arriba un elemento fundamental en nuestro desarrollo como es el modelo energético. La apuesta en este caso es compleja, y lo más grave es que se le incorpora ideología e intereses económicos. Decidir entre energías renovables, fósiles minerales (carbón, petróleo, gas natural) o nuclear no debería ser tan complejo si aceptamos que el cambio climático es un proceso en el que el hombre interviene de forma evidente.

El resultado de las elecciones del pasado día 9 de junio parece que no hará cambiar en exceso la aritmética parlamentaria en la UE. ¿Pero estamos únicamente ante un planteamiento aritmético? ¿No percibimos una incapacidad de los grupos que tradicionalmente han impulsado la UE para comunicar determinadas políticas con más decisión? ¿O estamos ante un cambio de paradigma de lo que inicialmente plantearon Schuman, Monnet y consolidó Delors?

Hay ocasiones en que la experiencia tiene la importancia de incorporar el conocimiento que ayuda a no cometer los mismos errores. Estamos en esa situación, y por tanto la experiencia debe configurar una de las patas que contribuya a resolver los problemas, pero la responsabilidad fundamental la tienen las generaciones actuales. Cada generación debe tener la responsabilidad para resolver los problemas que se encuentra y procurar entregar el testigo en las mejores condiciones a la siguiente, lo que significa que la generosidad y la coherencia de los gobernantes actuales deben cooperar para consolidar un proyecto social y territorial que siga contribuyendo a una vida próspera y en paz.

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