Las personas con discapacidad, más vulnerables al ahogamiento: "Socorrerles no es solo destreza, también formación"

La discapacidad es un factor de riesgo de ahogamiento en piscinas y entornos naturales acuáticos.
La discapacidad es un factor de riesgo de ahogamiento en piscinas y entornos naturales acuáticos.
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La discapacidad es un factor de riesgo de ahogamiento en piscinas y entornos naturales acuáticos.

Las personas con discapacidad son consideradas un colectivo especialmente vulnerable en las situaciones de riesgo, y el riesgo de ahogamiento no es una excepción. Esto se debe a una menor destreza general para desenvolverse en el medio acuático, a las dificultades que tienen -sobre todo en el caso de la discapacidad intelectual- de identificar situaciones de riesgo, y a un menor acceso a la formación que protege en estas situaciones.

Como señala el Dr. Ismael Sanz, profesor e investigador de prevención de ahogamiento de la Universidad Autónoma de Madrid y coordinador de la Comisión de Deporte Inclusivo de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo, "el hecho de tener una discapacidad condiciona el acceso a la formación que previene el ahogamiento".

A esta posible falta de destrezas y de formación de las personas con discapacidad, se une que, en general, el personal que encontramos a menudo en nuestras playas y piscinas no ha recibido formación específica para atender las necesidades de las personas con discapacidad que acuden a estos espacios.

Esto sucede, sobre todo, porque la formación que se exige a los socorristas no está centrada en la discapacidad y, además, es muy desigual a lo largo del territorio nacional. No obstante, existen formaciones diseñadas por organismos estatales "hay formaciones ofertadas por el Instituto Nacional de las Cualificaciones, que tienen aplicación en todo el territorio nacional y que están relacionadas con las titulaciones que hay dentro de la UE". Además, Hay entidades con amplia experiencia formativa en seguridad acuática como la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo o la Cruz Roja que ofrecen formaciones de calidad contrastada", explica.

Se trata de cursos exigentes que garantizan una amplia formación en salvamento y socorrismo, "dependiendo de la certificación, son cursos que pueden llegar a las 400 horas. Estas certificaciones incluyen formación relacionada con la atención a las personas con discapacidad como colectivo potencialmente vulnerable al ahogamiento".

Hay comunidades que consideran que para ser socorrista basta con un curso on line de un fin de semana. En esas formaciones, la atención a la discapacidad es ninguna

Si todas las personas encargadas de la vigilancia de los espacios acuáticos recibieran este tipo de formaciones, podríamos estar convencidos de que han recibido la formación adecuada para atender las necesidades de un público diverso en situación de riesgo. Sin embargo, esto no siempre sucede, "como las competencias de las áreas ligadas a la profesión del socorrismo están cedidas a las Comunidades Autónomas, es cada Comunidad Autónoma la que decide que es lo necesario para ejercer la profesión de socorrista". 

Esto se traduce en que, en muchos casos, los socorristas no reciben la formación que garantiza la adquisición de las competencias necesarias para atender a la población más vulnerable al ahogamiento. "Hay comunidades autónomas que establecen criterios muy poco exigentes o demasiado laxos para ser socorrista. Incluso, que permiten ejercer de socorrista tras recibir una formación online de un par de fines de semanas. En estas formaciones, te puedo asegurar que la atención a la discapacidad y a otros aspectos clave de la prevención del ahogamiento es insuficiente o nula", asegura con preocupación.

El momento en el que hay más ahogamientos de personas vulnerable no es el baño, sino en la hora de la comida y la siesta

Esta falta de control por parte del Estado y de las instituciones públicas provoca una gran desigualdad en la capacitación de los profesionales e incluso de las normativas que regulan la seguridad de los espacios acuáticos. Es decir, se pueden dar situaciones en las que una misma piscina requiera de la presencia de socorristas en una comunidad autónoma y otras en las que no. En esta línea, "estamos llamando socorristas a personas que no se parecen entre sí, tienen la misma nominación, pero no la misma formación. Al final, que des o no con una persona más o menos competente depende del azar porque no hay una atención y una supervisión adecuada de la prevención del ahogamiento como sí que la hay para otros contextos de riesgo como el tráfico por carretera". 

De este modo, a no ser que los socorristas hayan recibido una formación como las mencionadas anteriormente, no podemos estar seguros de que sepan cómo proteger a la población más vulnerable al ahogamiento, como tampoco podemos estar seguros de que dispongan de otras competencias clave del socorrismo, "si la gente fuera consciente de que su seguridad acuática depende de la comunidad autónoma en la que se baña o del azar, estoy seguro de que exigiría más medidas. El problema es que no hay conciencia, cuando en España, cada año, se superan los 400 ahogamientos mortales". 

Cómo minimizar los riesgos de ahogamientos en espacios públicos

Para paliar esta falta de homogeneidad, Ismael Sanz, aconseja, por un lado, que se exija más implicación a los poderes públicos en materia de ahogamiento y, por otro, que extrememos la protección en nuestro entorno. Para ello, basta con llevar a cabo algunas precauciones que considera que tendrían que tener en cuenta todas las personas, pero muy especialmente las que tienen a su cargo personas vulnerables, como las personas con discapacidad.

Elegir siempre espacios acuáticos vigilados por socorristas, porque "el 80- 85% de la gente que ahoga en España lo hace en sitios donde no hay socorrista. En primer lugar, porque cuando hay un socorrista, por ejemplo, en una playa, podemos preguntarle por cuáles son las zonas peligrosas, y nos puede hacer recomendaciones para mejorar nuestra seguridad".

Hay que elegir siempre espacios en los que haya socorristas, el 80% de los ahogamientos se producen en los espacios en los que no hay

Si presenciamos un ahogamiento, siempre hay que avisar al socorrista, no intentar resolverlo nosotros, porque, "en muchas ocasiones, cuando alguien que no ha recibido formación en salvamento y socorrismo trata de rescatar a alguien que se ahoga, hay muchas posibilidades de que se ahoguen las dos personas". 

Si hemos elegido, "que ya iríamos mal, un sitio sin socorristas, hay que arrojar algo que flote a la persona que se ahoga para que se pueda agarrar, nunca tirarnos al agua. La bibliografía especializada lo llama 'ahogamiento por amor', es decir, personas que mueren intentando salvar a un ser querido. En los casos en los que no hay socorrista deberíamos instaurar el hábito de, al igual que llevamos crema solar o sombrilla, llevar un material que nos permita hacer un rescate sin comprometer nuestra seguridad. Por ejemplo, cualquier material flotante (una garrafa de agua o de detergente vacía) atado a una cuerda y que podamos arrojar a alguien que se ahoga y, por supuesto, entrenar esta maniobra". 

Cómo minimizar los riesgos de ahogamientos en piscinas privadas

Las piscinas particulares son el entorno ideal para que se produzcan lo que Ismael Sanz llama 'ahogamientos por despistes'. Para que estos no ocurran, recomienda:

Poner una valla perimetral con cancela que rodee la piscina, que sea difícil de franquear por un niño o por una persona con discapacidad. Y no dejar sillas o taburetes que permitan saltarla.

No dejar en el agua objetos que llamen la atención de niños o personas con discapacidad, como pelotas u otros objetos hinchables que se quedan flotando y que incitan o motivan a la persona a tirarse al agua.

Si no hay valla, asegurarse siempre de que está cerrado el acceso de la casa a la piscina, porque "está más que comprobado que los momentos en los que hay más ahogamientos de personas vulnerables, como niños o personas con discapacidad, sobre todo intelectual, no son los momentos en los que se realiza el baño, porque ahí si suele haber supervisión, sino en la hora de la comida y la siesta, en la que los pequeñines pueden regresar a la piscina sin que nadie se percate".

En piscinas privadas se recomienda que haya siempre alguien vigilando el baño, sobre todo si hay personas vulnerables

Otra recomendación que hace es que en todas las celebraciones donde haya personas vulnerables, como niños o personas con discapacidad, haya una persona exclusivamente dedicada a vigilar y supervisar el baño, "que esté centrada en eso y que, cuando el baño acabe, sea, por ejemplo, el encargado de cerrar la valla, la puerta de acceso a la piscina, que tenga localizadas a las personas vulnerables y que sepa dónde está la depuradora para apagarla en caso de atrapamientos por aspiración, que es algo que también ocurre…"

Con estas sencillas recomendaciones asegura que se evitarían muchos ahogamientos.

Más formación a todos los niveles

La pobreza y la desigualdad social incrementan el riesgo de ahogamiento. Como explica Ismael Sanz, "según la OMS, el 90% de los ahogamientos se producen en los países con rentas bajas o medias y, en lo países con rentas altas (como España), el ahogamiento afecta especialmente a la población que vive en contextos de pobreza y marginalidad". 

En la Universidad Autónoma de Madrid han realizado estudios que corroboran los informes de la OMS en España. "Hemos detectado que las personas con discapacidad y los grupos sociales más desfavorecidos están más desprotegidos frente al ahogamiento que el resto de la población porque la educación a la que tienen acceso rarísima vez incluye la formación que lo previene"

La formación a la que tienen acceso las personas con discapacidad rarísima vez incluye contenidos de seguridad en el medio acuático

Eso lleva a que, cuando a las personas con discapacidad se les plantea preguntas como "si fueras a una playa o piscina con tus familiares o amigos y vieses que alguno de ellos se está ahogando ¿Qué harías?", estas personas responden como el resto de la población, es decir, se tiran al gua e intentar realizar el rescate, pero, en su caso, como explica Sanz, "lo hacen con un menor nivel de competencia en el agua y con una menor capacidad para interpretar la situación de riesgo". 

La buena noticia es que basta con una mínima formación para darle la vuelta a los datos, "vimos que, impartiendo talleres formativos teórico-prácticos, muy limitados en el tiempo (2 o 3 sesiones, adquieren competencias que mejoran su protección frente al ahogamiento, como avisar al socorrista, manejar los aros salvavidas que podemos encontrar en las piscinas o playas, etc.".

Debería haber piscinas en los colegios en los que estudian personas con discapacidad, de lo contrario, "se les deja fuera de la posibilidad de acceder a este tipo de  aprendizaje"

Eso significa que, con una pequeña inversión se podrían salvar muchas vidas, y no solo entre las personas con discapacidad, "el ahogamiento afecta de manera muy desigual, y la discapacidad es un factor de riesgo, principalmente porque no suelen tener acceso a la formación que lo previene. Eso significa que, a mayor acceso a formación, menos ahogamientos, y eso puede conseguirse con algo tan sencillo como que el colegio en el que estudien haya una piscina, pero eso solo suele ocurrir en colegios privados". 

Los colegios que no disponen de piscina en sus instalaciones firmen acuerdos con las piscinas que se encuentren alrededor para garantizar que todo su alumnado (con y y sin discapacidad) pueda adquirir las competencias que previenen el ahogamiento en el horario escolar.

En definitiva, Ismael Sanz afirma que si queremos reducir los ahogamientos hay que exigir el derecho a la 'alfabetización acuática' de toda la población. De ese modo, las instituciones públicas tendrán que invertir en educación acuática y en prevención de ahogamiento, pues, de lo contrario, como ocurre ahora mismo, "solo por el hecho de tener una discapacidad, se les deja fuera de la posibilidad de acceder a este tipo de formaciones y experiencias de aprendizaje".

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