Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

La guerra del coche eléctrico

Producción coche eléctrico chino
Una fábrica de producción de coches eléctricos en China
CONTACTO vía Europa Press
Producción coche eléctrico chino

La implantación del coche eléctrico a nivel global es el mayor desafío industrial de la historia desde la invención de la máquina de vapor. Un reto con tantas derivadas como dificultades para avanzar conjurando efectos adversos muy complicados de manejar. Lo ideal sería un tránsito pausado pero firme que evite incertidumbres a la industria y a sus consumidores, algo que ahora mismo no acontece. Partíamos de una cierta unanimidad en que lo razonable para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que inciden en el cambio climático era sustituir los motores térmicos de combustibles fósiles por eléctricos alimentados con baterías. Tal avenencia no es compartida ya por un sector de la industria de la automoción que no se siente capaz de competir en el escenario eléctrico como lo hacía en el tradicional del motor de explosión.

Es el sector que más presiona para alargar en lo posible la prohibición de vender vehículos de gasolina y diésel en 2035 acordada por el Parlamento Europeo en junio de 2022. Sus recelos se acrecientan con la pujanza de China, que apostó desde el principio por los vehículos eléctricos como fórmula de futuro para competir con los grandes fabricantes europeos, japoneses y norteamericanos. Tal apuesta le ha permitido situarse a la vanguardia en el desarrollo de estos motores y especialmente de baterías, de las que es el mayor proveedor del mundo para los vehículos eléctricos. Con la tecnología más avanzada y superando el tradicional déficit de diseño de sus manufacturas, las marcas chinas producen ahora mismo el 60% de los coches eléctricos que se fabrican erigiéndose en líder mundial. Las proyecciones para este año apuntan a que uno de cada cuatro coches sin motor térmico vendidos en Europa será importado de China. Una competencia feroz que ha disparado las alarmas de la industria occidental por entender que esa competencia dista mucho de ser leal por la amplia gama de incentivos y subvenciones que el Gobierno de Pekín ofrece a su industria de automoción como sector estratégico para el desarrollo económico y tecnológico del país.

Esas ventajas, de las que carecen los fabricantes occidentales, les permiten impulsar su industria y ofertar al mercado precios tan baratos como imbatibles. La falta de protección del mercado automotriz europeo parece tener ya fecha de caducidad tras la anunciada llegada de fuertes aranceles que ha anunciado para el 4 de julio la Comisión Europea a las importaciones de coches eléctricos. La idea es negociar algún tipo de acuerdo entre Bruselas, Pekín y los fabricantes chinos, pero, de no alcanzarse, el palo fiscal podría llegar al 48% a lo que China ha respondido amenazando con subir los impuestos a la carne de cerdo, lo que, sin culpa alguna, perjudicaría a nuestros ganaderos.

Todo este ruido de fondo y la incertidumbre retrae la venta de coches electrificados e híbridos enchufables que, en España, ha caído casi un 10 por ciento con respecto al año anterior. Los consumidores siguen un tanto desconcertados a la hora de elegir qué vehículo comprar. La autonomía de los eléctricos va en aumento, pero aún no garantizan que cubra viajes largos y los puntos de recarga siguen siendo manifiestamente escasos. La burocracia ahoga la instalación de cargadores eléctricos, el trámite ha de pasar por tres administraciones y, según la experiencia de Cepsa, cuyo consejero delegado se propuso ampliar de forma determinante la red de electrolineras, montar cada punto lleva año y medio de espera. La del coche eléctrico es una guerra con demasiados frentes por cerrar.

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