El fútbol y las heridas del pasado: la Eurocopa saca a relucir los conflictos en los Balcanes

La afición serbia durante un partido de la Eurocopa.
La afición serbia durante un partido de la Eurocopa.
EFE
La afición serbia durante un partido de la Eurocopa.

Historia y deporte van irremediablemente de la mano, y en la Eurocopa se está volviendo a ver. Más allá de anécdotas simpáticas como la de aficionados albaneses rompiendo spaguetis con la hinchada italiana al otro lado de la calle, entre risas, hay otras situaciones que evocan tensiones geopolíticas y políticas que no quedan tan lejos y que implican de manera directa a los países de los Balcanes, algunas de cuyas selecciones están en liza ahora mismo en Alemania. Son imágenes además que tienen un efecto directo en las dinámicas futuras de la UE, pues algunos implicados como la propia Albania o Serbia son países candidatos a la adhesión y otros como Croacia ya forman parte del bloque.

Lo que está claro es que hay situaciones que el paso del tiempo no ha resuelto y es un aviso de hecho desde el punto de vista de la Unión. Corina Stratulat, jefa del programa de Política e Instituciones Europeas y analista senior del European Policy Centre (EPC), ve un problema en que el actual procedimiento de adhesión "no tiene soluciones para las cuestiones espinosas, como las disputas bilaterales, las situaciones de estatalidad no resueltas, la reconciliación, los Estados multiétnicos disfuncionales", tal como explicó hace meses a 20minutos.

La tensión ha llegado a tal punto que desde las banderas hasta los cánticos han sido objeto de disputa durante lo que llevamos de torneo, según recuerda Miguel Roán, especialista en Balcanes y director de Balcanismos. Un ejemplo de todo esto ha sido la retirada de la acreditación a un periodista kosovar después de que la federación de fútbol del país denunciase insultos por parte de la afición serbia durante el debut de su selección en la Eurocopa. Pero esa hinchada también fue objeto de ofensas: "Matad a los serbios", se cantó durante el partido de Croacia frente a Albania en la segunda jornada (precisamente del grupo en el que se encuentra la selección española).

De acuerdo con la declaración emitida por la propia UEFA, se ha iniciado un expediente sobre el incidente en cuestión. Además, se investigará al futbolista albanés Mirlind Daku, quien ha sido acusado por medios serbios de incitar cánticos ofensivos contra los serbios y macedonios. Estas heridas, en general vienen de las guerras en los Balcanes en los años noventa. 

Las hostilidades entre Croacia y Serbia también tienen sus raíces en divergencias culturales y religiosas. Entre 1991 y 1995 tuvo lugar la Guerra de Croacia, durante la cual los croatas declararon su independencia del ejército yugoslavo. Este mismo ejército también combatió a los albaneses en la Guerra de Kosovo entre 1998 y 1999. Fruto de esa diferencia hay que tener en cuenta también que tanto Croacia como Albania reconocen a Kosovo como un país independiente desde 2008. Serbia, evidentemente, no acepta ese escenario: se ve al entrar en Belgrado desde el aeropuerto en coche; se pasa por debajo de un puente en el que se puede leer "Kosovo is Serbia", en inglés. Tanto a la ida como a la vuelta.

A tal punto ha llegado el intercambio de mensajes políticos -aunque no se han dado altercados físicos pese a los cruces entre selecciones de países otrora yugoslavos- que Jovan Surbatovic, secretario general de la Asociación Serbia de Fútbol, amenazó con la retirada de su equipo de la competición si seguían aceptándose mensajes contra ellos en los estadios. "Lo ocurrido es escandaloso y pediremos sanciones a la UEFA, aunque eso signifique no continuar en la competición. Exigiremos a la UEFA que sancione a las federaciones de ambas selecciones. Si la UEFA no las castiga, pensaremos cómo procederemos", espetó.

A lo deportivo no solo han saltado los roces internos, entre países de la misma región, sino también el papel de Rusia. De hecho, precisamente la afición serbia cantó a favor de Vladimir Putin antes del partido del debut de los suyos frente a Inglaterra. Y es que Moscú es un actor fundamental en la región, como contrapeso de la UE pero también como ventana de oportunidad para países que se ven desplazados a un segundo escalón por el proyecto comunitario. Eso el Kremlin lo tiene muy en cuenta y aplica en los Balcanes la estrategia de "divide y vencerás". 

Putin no necesita, como en Ucrania, recurrir a la fuerza para intentar imponer su modelo. En los Balcanes se basta con el poder blando: apoyo militar, dependencia económica o vínculos políticos. Un ejemplo de lo último es Milorad Dodik, líder de la República Srpska (el territorio serbobosnio en Bosnia y Herzegovina). También hay que contar con la propaganda rusa, pues emite el canal Sputnik en Serbia, Montenegro, la República Srpska y el norte de Kosovo. En esta zona, además, hay que contar con el importante peso de la Iglesia ortodoxa, otro punto en común con Rusia.

Rusia, al fin y al cabo, ocupa el espacio que deja vacío la Unión Europea. En este sentido, Alejandro Esteso, politólogo e investigador sobre los Balcanes, comenta que Moscú "tiene muy claro su papel", que es el de ser un actor desestabilizador. "Rusia no se presenta como un actor en la región, simplemente se aprovecha de la coyuntura". Es algo que, comenta, "se vio antes de la entrada de Montenegro en la OTAN o ante el referéndum en Macedonia del Norte para resolver su disputa con Grecia".

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