Lo ha vuelto a hacer. La unidad de campaña para las elecciones europeas y el apacible triunfo del PP el pasado 9-J no han impedido que Isabel Díaz Ayuso vuelva a irrumpir en la hoja de ruta de Alberto Núñez Feijóo. La presidenta madrileña, con su insólita condecoración al presidente argentino, Javier Milei, ha acaparado, una vez más, todos los focos, ensombreciendo al jefe, y ha situado a su partido en un arriesgado compadreo con el populismo de extrema derecha. En Génova crecen estos días los que consideran al ayusismo cada vez más incompatible con la llegada de Feijóo a la Moncloa y en sus despachos cunde el desasosiego.

"No hay manera", como repite la conocida canción de Coque Malla sobre el imposible distanciamiento del ser amado. Ayuso se ha construido políticamente confrontando con Sánchez a lomos de la agresividad, el ruido y el gran altavoz público que proporciona Madrid por lo que la necesidad de Feijóo de edificar su alternativa añadiendo otros materiales más valorados en el resto de España resulta irrelevante para la baronesa de la Puerta del Sol. Lo de Milei lo ha vuelto a constatar e incluso quienes la valoran dentro del partido señalan estos días que no se puede ganar si se sigue jugando fuera del campo.

"Quedan solo unos días para apurar el plazo dado por Moncloa para llegar al pacto judicial antes de legislar unilateralmente. Cómo lo resuelva finalmente Génova nos dará pistas de hacia qué dirección señala la brújula"

El posible e inminente acuerdo entre PP y PSOE sobre la renovación del Poder Judicial que se está filtrando a los medios en las últimas horas podría tambalearse acosado por el belicoso escenario que Ayuso ha vuelto a desplegar con sus actuaciones. O, tal vez, confirmarse, en un alarde de autonomía genovesa. "Ya está bien", parecen tener ganas de decir algunos del equipo de Feijóo.

Quedan solo unos días para apurar el plazo dado por Moncloa para llegar al pacto judicial antes de legislar unilateralmente. Cómo lo resuelva finalmente Génova nos dará pistas de hacia qué dirección señala la brújula del PP, esa que Feijóo busca desde hace ya dos años y a la que Ayuso gusta desquiciar.