Se me ha ocurrido juntar dos mundos que fascinan a un tipo de vendehumos muy concreto: la inteligencia artificial, esa promesa de idiotez colectiva, y el gin-tonic, esa poción de consenso, uniformante, camaleónica y digestiva. Antes de preguntarle a las herramientas pertinentes, he hecho alguna búsqueda y ya hay algunos atisbos de que lo aberrante siempre es más rápido. No soy el primero en hollar esta cima.
En cualquier caso, le he pedido al famoso programa que me diseñe un gin-tonic con una receta original y su propuesta es la siguiente: Gin-tonic exótico con maracuyá y pimienta rosa. No contento con esto, le he preguntado por qué cree que la pimienta encaja con este brebaje. Esta ha sido su respuesta: “La pimienta combina tan bien con el gin-tonic porque añade un contraste de sabores y aromas que realza y complementa las notas botánicas y cítricas de la ginebra”.
Delegar el pensamiento, renunciar a la duda, al esfuerzo por razonar y llegar a conclusiones es el peor de los caminos posibles.
Jódete y baila. La fascinación por esta nueva tecnología nos tiene que hacer pensar. ¿Qué está ocurriendo aquí? ¿La tecnología es neutra o tiene connotaciones peligrosas? ¿Es neutro Internet? ¿Es neutro un dron diseñado para bombardear? ¿Tendremos que pedir la bebida sin IA? ¿Debemos dedicar más tiempo a razonar sobre esto antes de que sea tarde? Creo que sí y también creo que no estamos deliberando con lucidez cuando se trata de esta materia.
La tecnología no es neutra. Nos la venden como si lo fuera, pero siempre viene con servidumbres e intenciones del que la maneja. La inteligencia artificial no tiene ciencia infusa, la toma del ser humano, de siglos de creación y trabajo, por lo tanto, es tan humana como una enciclopedia o una bicicleta. Querer verla como algo externo es un error o, quizá, una trampa que alguien nos está preparando.
Delegar el pensamiento, renunciar a la duda, al esfuerzo por razonar y llegar a conclusiones es el peor de los caminos posibles. La fascinación no debería cegarnos porque cuando nos demos cuenta ya será demasiado tarde. Lo que más fascina al ser humano es el ser humano. No es posible cambiar esto, aunque algunos se empeñen en intentarlo. Insisto, hay que pensar más.
Comentarios