Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Acuerdo para revivir un zombi

González Pons, Vera Jourová y Félix Bolaños, durante la firma del acuerdo para la renovación del CGPJ.
González Pons, Vera Jourová y Félix Bolaños, durante la firma del acuerdo para la renovación del CGPJ.
Comisión Europea
González Pons, Vera Jourová y Félix Bolaños, durante la firma del acuerdo para la renovación del CGPJ.

Han llegado a un acuerdo los grandes partidos, PSOE y PP. Lustro y medio con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) incapacitado deja secuelas. Se ha sellado el pacto con una firma y apretón de manos ante una vicepresidenta de la Unión Europea.

En una institución como el CGPJ, que ordena y rige a los jueces, el atasco de lustro y medio equivale a la muerte o al coma. El gobierno de Sánchez, como el PP se negaba a renovar el órgano, reformó la ley y lo dejó desde 2021 sin posibilidad de nombrar jueces. El CGPJ sufrió un ictus y luego fue desconectado. Uno lo mató y otro lo remató. Ahora, en junio del 2024, colmado el ciclo electoral (aunque siempre quedan flecos) ambos han firmado para resucitar el postrado poder. Pero de la UCI no se sale indemne. Lázaro, cuando fue resucitado, salió flojo.

El viraje es tan brusco que todo el cuadro ha cambiado. Hay que rehacer de nuevo el esquema España. Sánchez ya no es tan ilegítimo como anteayer; Feijoo, lo mismo. Los socios menores son entes flotantes pululando alrededor de los dos grandes, que salen fortalecidos de su arreglo. Lo inverosímil ha ocurrido y todo está más asentado y a la vez en el aire. Todos levitamos. El bipartidismo, que había resurgido tambaleándose de sus cenizas, se reafirma en el pacto por uno de los tres pivotes del Estado. Los pequeños han sido evitados y su poder mengua con este acuerdo que prefigura o alienta otros.

Los socios menores son entes flotantes pululando alrededor de los dos grandes, que salen fortalecidos de su arreglo

Europa ya no puede enviar más avisos, el poder judicial resucita, hay casi euforia... y trabajo. Habrá que ver si esta larga anulación --ictus, garrotazo, coma profundo-- ha dañado sin remedio algún órgano, miembro, facultad. Nada puede permitirse tan larga ausencia, ninguneo tan prolongado. ¿Cómo sabremos si puede volver a cierta normalidad?

Lo que está claro es que el CGPJ necesitará rehabilitación. Tendrá que dar los preceptivos ocho mil pasos cada día, moverse, airearse... funcionar. Con el Consejo General del Poder Judicial sin poder actuar, nombrar, decidir durante tanto tiempo, inmóvil en su amputación, todo el edificio judicial, todo el país, ha sufrido en cascada esta disfunción. Quizá no es posible, o no queremos, medir los desafueros y las consecuencias de esta parálisis. Y cuánto tardará la savia nueva, si lo es, en irrigar los últimos capilares del magullado trípode de Montesquieu.

El daño a la seguridad jurídica ya venía por otros lados, por todos lados y en todo el mundo, pero este colapso tan largo ha agravado todo; la percepción de la ciudadanía sobre el poder judicial es mejor no saberla. Tampoco nos podemos fiar del CIS, así que hay una constelación de desarreglos que emponzoña el conjunto. Al menos el CGPJ sale de la UCI, o de la morgue. El asunto es saber si podrá revivir bien o será un zombi. Si podrá renovarse y, con el tiempo y el paso de las generaciones, sabrá y le dejarán despojarse de la dependencia y sumisión al poder político que enturbia sus decisiones y condiciona sus acciones.

Para ejercer cierta imparcialidad hay que tener asegurado el cocido, la escala de ascensos y un horizonte legal garantizado. Si se coloniza al que ha de juzgar el sistema se hunde. Se ha hundido. Es mejor reconocerlo. Hay tantos ejemplos en estos años que quizá sería buena medida profiláctica renovar de cuajo a todas las cúpulas, que el mismo órgano sugiera cómo y se refresque, tal como contempla el acuerdo: con oposiciones, con la paridad legal que no ha llegado a ese ámbito (ni a casi ninguno).

Queda por saber cuál ha sido el detonante del acuerdo tantas veces frustrado. Quizá ambos partidos piramidales o verticales se han dado cuenta al fin de su común debilidad, diferente, simétrica, que confluye en la debacle. Quizá la OTAN les ha llamado para que dejen de entorpecer el conjunto de Occidente, que bastante asediado está por todas partes (asediado por la indiferencia y por su misma abulia). Hay precedentes de llamadas fulminantes: la que ordenó cambiar la Constitución en un día y dar prioridad al pago de la deuda.

Es un gran avance que abre todos los horizontes.

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