PERFIL

Antonio Costa, nuevo presidente del Consejo Europeo: el retorno del 'cirujano' portugués curtido en tiempos de crisis

Antonio Costa.
Antonio Costa.
Carlos Gámez
Antonio Costa.

Antonio Costa será el nuevo presidente del Consejo Europeo y, en cierto modo, no hay precedentes en torno a su figura. El ex primer ministro portugués será el primer dirigente de color en los altos cargos de la Unión Europea en toda la historia, y su vuelta supone el retorno de un hombre tranquilo, experto en gestionar con calma momentos de crisis y que tuvo que salir por la puerta de atrás de un Gobierno luso por un escándalo de corrupción que parecía salpicarle. Esos puntos fueron los que generaron más dudas sobre su elección por parte de los líderes de los 27, pero su prestigio en Bruselas era y es innegable.

A todos los niveles en la Unión se reconoce la capacidad de Costa, que gusta a propios y extraños y que de hecho tuvo el apoyo desde el principio del nuevo Ejecutivo portugués, de centroderecha, para llegar a uno de los altos cargos en Bruselas. No hay colores ahí, sino intereses de país. Cuando dejó de acudir a los Consejos Europeos como primer ministro todos le despidieron en pie, y su familia política, los socialdemócratas, empezaron a cocinar su regreso tras las elecciones europeas. Hubo un tiempo, de hecho, en el que fue el 'líder absoluto' del progresismo en Europa gracias a sus nueve años en el poder y a sus resultados electorales, el último una mayoría absoluta.

Además, no titubeó en cuanto la sombra de la corrupción se posó sobre él. Solo unas horas tardó Costa en dimitir después de que se iniciase el terremoto político. "Fui sorprendido de que ya se ha instaurado contra mí una causa criminal, obviamente estoy totalmente disponible para colaborar con la Justicia en todo lo que entienda necesario para apurar toda la verdad sea de la materia que sea", aseguró, antes de asumir que este proceso "no es compatible" con el cargo de primer ministro. "No llevo en la conciencia el peso de cualquier acto ilícito o censurable, confío en la Justicia", añadió. Después, cerró su comparecencia anunciando que se retira de la vida política.

No lo ha hecho del todo. La familia socialdemócrata, capitaneada en las negociaciones de los altos cargos por Pedro Sánchez y Olaf Scholz, ha insistido en la figura de Costa, pero el PPE quiere vigilarle de cerca y apostó en un primer momento por que ocupase el cargo solo dos años y medio; no pasó S&D por el aro y todo se resolvió a su favor, pero las dudas de los conservadores en torno al luso se mantienen. El primer ministro polaco, Donald Tusk, las hizo públicas. El escrutinio sobre el portugués será firme por parte de los líderes de los 27, parece, y a él no parece importarle demasiado.

Costa cuenta con una carrera política muy dilatada: en los noventa y principios de los 2000 fue ministro, en distintas etapas, de Asuntos Parlamentarios, de Justicia y de Asuntos de Interior en los Gobiernos de Antonio Guterres y de José Sócrates. Después, en 2007, dio el paso para ser alcalde de Lisboa, y estuvo en el cargo hasta 2015, año en el que su figura a nivel nacional se disparó con la formación de su primer Ejecutivo.

La geringonça llevó su firma. En 2015 el que era entonces primer ministro, Pedro Passos Coelho, rozó la mayoría absoluta y Costa se convirtió en una alternativa que rubricó un pacto con otros fuerzas de izquierda. Se le puso el nombre de la geringonça -chapuza, en portugués, de forma despectiva- y en un país castigado por la crisis y los recortes el Ejecutivo capitaneó una tanda de soluciones que convirtieron a Portugal en una referencia de gestión. Fue aquel un Gobierno pragmático, que aparcó diferencias y apostó por los impuestos bajos para atraer inversiones y turismo. La UE acabó hablando de "milagro portugués" y esa resurrección de la economía vino de manos de un hombre al que, quienes le conocen, definen como un 'cirujano político', capaz de tener la cabeza fría cuando se trata de tomar decisiones importantes.

Tal fue el éxito que los ciudadanos pidieron más de lo mismo en 2019, dejando a Costa a merced de un nuevo pacto. Así fue, pero las exigencias de los socios aumentaron porque así lo hizo también su fuerza parlamentaria; y ese gabinete, otrora adalid de la estabilidad, acabó saltando por los aires entre choques constantes, que se vieron de forma muy clara en la negociación de los Presupuestos. No aguantó el segundo Gobierno de coalición toda la legislatura, y Costa lo fio todo a unas elecciones anticipadas.

Y cuando su figura parecía agotada... mayoría absoluta, desafiando incluso a algunas encuestas que daban opciones reales a la derecha tradicional (el PSD). Una rara avis en tiempos de agitación política la de un Costa que tuvo en 2022 lo que no había logrado en 2015 ni en 2019. Dos escaños marcaron la diferencia el PS se quitó lo que para sus filas había sido una especie de lastre en los últimos tiempos; pero el Gobierno en solitario no evitó las polémicas desde el inicio de la legislatura. La corrupción tumbó su último Gobierno y el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, llevó al país a elecciones "en busca de la estabilidad". 

Al otro lado de la frontera de España precisamente esa estabilidad política ha sido precisamente una buena firma en los últimos tiempos, tan convulsos y exigentes. Antonio Costa, en realidad, nunca se fue del todo. Era favorito para reemplazar a Charles Michel al frente del Consejo Europeo y ni siquiera la sombra de la corrupción ha desgastado su figura. No tendrá, eso sí, una labor fácil desde Bruselas los próximos cinco años.

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