Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Y todo por unos votos

Autonomía de Léon.
Autonomía de Léon.
Henar de Pedro (20 minutos)
Autonomía de Léon.

Hace más de 40 años, cuando se estaba gestando el actual Estado de las Autonomías, los caciques de León (que son las mismas familias desde hace alrededor de un siglo) se reunieron a echar cuentas. Concluyeron que les iba a salir mejor la cosa, en términos de poder y de dinero, si la provincia de León iba sola y no en compañía de las otras ocho. Y se pusieron al trabajo de crear (y pagar) un “nacionalismo” leonés que no había existido nunca. Así empezó todo esto. Ese fue el germen de la Unión del Pueblo Leonés (UPL), partido de cariz netamente conservador y nacionalista que siempre ha sido minoritario en la provincia, pero que obtiene el número suficiente de votos para hacer de “bisagra” entre los mayoritarios. Llevan décadas así.

Todo nacionalismo (fíjense ustedes en los catalanes y vascos) necesita indispensablemente algunas cosas: una bandera, un idioma, un territorio irredento que liberar y, esto sobre todo, un enemigo. Bandera ya había. El idioma se lo inventaron; o, por mejor decir, se inventaron varios, todos artificiales, y así resulta que yo, que nací leonés, fui posteriormente transmutado en “lleunés” y más tarde en “llïonés”, con esa diéresis tan elegante. Ni Cristo bendito ha hablado jamás ese pachuezo artificial que, sin embargo, llegó a ser “oficial” en el Ayuntamiento de León en alguna época en la que los concejales de la UPL se lo impusieron al alcalde de turno a cambio de sus votos. Hubo niños que llegaron a estudiarlo en las escuelas públicas. Por poco tiempo, afortunadamente para ellos.

El enemigo fue, de la noche a la mañana, Valladolid, tierra con la que los leoneses no habíamos tenido mayores roces ni inconvenientes desde los tiempos de Alfonso VI. Se enguarraron minuciosamente los indicadores de tráfico para borrar castillos y dejar leones. Se acuñó el término "fachadolid" y otros parecidos. Se creó, incluso, un "grupo terrorista" que se llamó Terra Lleunesa (años 80) y que parecía sacado de un tebeo de Mortadelo y Filemón, porque más torpes y ridículos no podían ser aquellos niños de papá que no sabían quemar una furgoneta y que llegaron a dar "declaraciones a la Prensa" embozados con cómicas capuchas. Francisco Martínez Carrión, que era el director del Diario de León entonces, no me dejará mentir.

Y, esto sobre todo, se alimentó un sentimiento de irredención, de victimismo, de despecho y de orgullo herido. He dicho un sentimiento. Lo repito. Eso y nada más es, en el fondo, todo nacionalismo. Los “leonesistas” no dejan de hablar, con voz emocionada, de historia y del “antiguo reino” medieval de los Ordoños y los Bermudos. Podrían reivindicar, por qué no, a los suevos, a los visigodos o quizá a los neandertales. Podrían también, mediante moción del Ayuntamiento o de la Diputación, declararle la guerra a Italia para que el gobierno italiano devuelva las toneladas de oro que los romanos sacaron, durante siglos, de Las Médulas, en el Bierzo. Podrían manipular la historia –de hecho, lo hacen– como algunos catalanes para alimentar todavía más ese sentimiento de irredención y de patria opressa. Porque eso sí es fácil: el rencor y la inquina, que son sentimientos primarios, prenden en el alma humana con mucha más facilidad que la armonía, la voluntad de concordia y las ganas de trabajar para vencer las dificultades.

Ahora se difunde por todas partes que la Diputación de León ha votado a favor de separar al “antiguo reino” (León, Zamora y Salamanca) de la comunidad de Castilla y León. Vamos a verlo un poco más de cerca. Primero, ni zamoranos ni salmantinos tienen ni idea de qué está pasando, nadie les ha preguntado nada. Segundo, en la Diputación de León se sientan 25 diputados. La mayoría absoluta son trece. Esa es exactamente la suma de los diez diputados del PSOE… y de los tres de la UPL. A los socialistas, con toda probabilidad, les importa un puñetero rábano la separación del “antiguo reino” de la Autonomía, pero necesitan los tres votos de la UPL para gobernar. La idea de la secesión ha sido de estos, no del PSOE. Si no les apoyan, los “leonesistas” cambiarán su voto y el PSOE será desalojado del gobierno. Es así de simple.

Ni zamoranos ni salmantinos tienen ni idea de qué está pasando, nadie les ha preguntado nada

Y es que no es la primera vez que pasa. En 2019, el alcalde socialista de la ciudad de León, José Antonio Díez, tuvo que proponer al pleno municipal exactamente lo mismo: la salida de la “región leonesa” (los nombres van cambiando, como ven) de Castilla y León. Los motivos fueron idénticos: necesitaba los votos de los tres concejales de la UPL, y estos, hábiles mercaderes del templo, le impusieron la disparatada moción a cambio de no sacarle del sillón. Es exactamente lo mismo que hacen los secesionistas de Puigdemont con Pedro Sánchez: serás presidente si me das la amnistía, si te cargas el delito de secesión, la malversación y esto y lo otro. Si no me lo das, a la calle que te vas. Y funciona. Lo mismo que en la Diputación de León. De un día para otro, ya está todo el mundo hablando de la UPL, de sus obras y sus pompas. Es la propaganda que busca todo populismo.

Insisto: es un sentimiento. El corazón tiene razones que la razón no alcanza, como decía Pascal. No sé cómo, pero en mi opinión habría que parar este desatino “patriótico” (o patiótico, que habría dicho Cortázar) que se inventó hace cuarenta años para favorecer no a los leoneses, sino a unos cuantos. Estamos a tiempo. Otros, en otras partes de España, ya no lo están. Y no, no es cosa de guasa.

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