Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Virtudes del teniente Colombo

Fotograma de 'Colombo'
Fotograma de 'Colombo'
Fotograma de 'Colombo'

El teniente Colombo (Columbo en Estados Unidos) es un personaje entrañable encarnado por el gran actor Peter Falk (1927-2011), que desde los tres años llevó un ojo de cristal. La serie, creada por Richard Levinson y William Link, estrenó dos capítulos piloto en 1968 y en 1971 y emitió 69 capítulos hasta 1978; se repone sin cesar en todas partes y triunfa por sus propios méritos sin necesidad de recurrir a la nostalgia. Los créditos cambian en cada capítulo, el primero lo dirigió Steven Spielberg, y siempre salen actrices y actores famosos y glorias de Hollywood.

El encanto de Colombo, teniente de Homicidios de la policía de Los Ángeles que nunca asciende de rango a pesar de resolver todos los casos, se debe a muchos factores. El personaje, al que el propio Peter Falk incorporaba sus frases, tics y métodos, se hace querer y resulta entrañable, pero su principal característica es la bondad, el respaldo al débil y la capacidad para meterse en la piel del presunto homicida.

Cada episodio es un prodigio de detalles y escenas divertidas. Colombo adopta un perro de la perrera, un basset hound como el Fred Basset que llevó a las viñetas Alex Graham (1917-1991) y que se sigue publicando (por ejemplo, en Heraldo de Aragón). Antes de que existiera esa expresión Colombo es un ejemplo viviente de la conciliación familiar, se lleva al perro a la escena del crimen o a entrevistar a testigos porque su mujer y sus hijos han ido a alguna parte. Llega al crimen sin dormir pidiendo un café porque su mujer ha querido que vieran esa noche películas de Bette Davis, "una actriz prodigiosa".

El método de Colombo consiste en pararse a pensar y meterse en la piel del presunto culpable

El perro no tiene nombre porque "mi mujer y yo no nos ponemos de acuerdo". La mujer de Colombo, que no aparece nunca, es un personaje esencial, pues él siempre la menciona, la cita y explica que ella le ayuda a resolver los casos. La mujer del teniente y sus cuñados y primos siempre están presentes aunque no se vean.

Los asesinos son millonarios, famosos y poderosos. No son profesionales (aunque a veces contratan a uno al que luego tienen que eliminar). Colombo se guía por el móvil y enseguida sabe o intuye quién ha sido. El público asiste al crimen y también lo sabe desde el primer momento. Lo difícil es probar la culpabilidad o, más a menudo, conseguir que el asesino confiese. Casi todos sienten alivio al ser descubiertos y hay escenas memorables en las que le dan las gracias a Colombo porque no podían vivir con ese peso.

Colombo lleva un coche viejísimo, un Peugeot 403 que obliga a una patrulla de carretera a pararle y a enviarlo al taller. Eso sí, es descapotable, aunque la capota de lona nunca se abate. Los coches que salen son todos de superlujo, Cadillacs, Rolls Royce, deportivos italianos... A menudo le sugieren al teniente que se compre un coche, y él alega que ya tiene otro, pero que lo usa su mujer. Y añade: este me lleva y me trae, es suficiente. La propia Peugeot intentó regalarle un modelo nuevo para evitar el bochorno, pero el coche desastrado, como la gabardina (en LA nadie usa esa prenda porque nunca llueve) y los zapatos inenarrables son sus señas de identidad.

El teniente Colombo condujo este Peugeot 403 de 1955 de capa caída desde 1971 hasta 2003 en la pequeña pantalla.
El teniente Colombo condujo este Peugeot 403 de 1955 de capa caída desde 1971 hasta 2003 en la pequeña pantalla.
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El método de Colombo, célebre en el mundo entero desde 1971 hasta la fecha, consiste en pararse a pensar y meterse en la piel del presunto culpable. Se interesa por su oficio hasta el fondo, le halaga sinceramente, reconoce sus méritos... y en algún capítulo espectacular logra hacerle confesar usando las mismas habilidades que habían encumbrado al homicida.

La serie es didáctica, explica novedades de actualidad (publicidad subliminal, ordenadores para simulaciones de guerra nuclear, robots estupendos, autores y editores de superventas, niños superdotados...) que ahora resultan de interés histórico y muy sorprendentes. A Colombo le chifla el chile, solo o con legumbres, y a veces recurre a un figón donde ya le sirven sin preguntar, y que anticipa al Bar de Moe de Los Simpson.

Aunque a menudo no sabe en qué bolsillo la lleva siempre usa una pequeña libreta donde apunta todos los detalles, y declaraciones literales. Cuando saca su libreta al principio el sospechoso sonríe y menosprecia al detective, pero cuando se acumulan las notas y las contradicciones, empieza a temblar. Colombo tampoco encuentra su lápiz. Uno de sus recursos es pedir ayuda a los presuntos para desvelar las contradicciones que, según dice, le atormentan y le impiden dormir.

Pero lo mejor de Colombo es su bondad y su austeridad. Cuando alguien es sospechoso y Colombo lo descarta porque no se ajusta a su intuición y a las pistas insignificantes que va recogiendo, enseguida le tranquiliza con estas palabras mágicas: "No se preocupe, yo le creo".

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