El dilema de la segunda vuelta francesa: así funciona su sistema electoral y qué pasaría si ninguna formación logra ahora la mayoría

Las elecciones en Francia
Las elecciones en Francia
Henar de Pedro
Las elecciones en Francia

Los franceses han celebrado este domingo la primera vuelta de las elecciones legislativas. Se han cumplido los pronósticos y la ultraderecha de Marine Le Pen ha ganado por primera vez. Detrás, la izquierda y más atrás la fórmula electoral que respaldaba Emmanuel Macron. El presidente de la República se consuela con la idea de que aún queda la segunda y definitiva vuelta.

Según los resultados finales, Agrupación Nacional (RN) logró este domingo el 33,1% de los votos; el Nuevo Frente Popular, la unión de izquierdas, el 28%; y Ensemble, la coalición presidencial, el 20%. Los republicanos, no alineados con el RN, obtuvieron el 6,7% de los votos.

¿Qué resultaría de proyectar estos datos hacia el domingo? Según las proyecciones de la encuestadora Ipsos-Talan, la extrema derecha ganaría entre 230 y 280 escaños en la Asamblea Nacional, por lo que no alcanzaría los 289 escaños necesarios para obtener la mayoría absoluta.

Pero hacer predicciones es harto complicado. Las dos rondas de votación y un número récord de votaciones en segunda vuelta con tres candidatos implican que tales predicciones son extremadamente difíciles. El resultado final dependerá de días de las negociaciones, mientras los partidos trabajan para hacer alianzas en algunos distritos electorales o retirarse de otros, explican en France 24.

Cómo y por qué de la segunda vuelta

Si uno de los candidatos hubiera obtenido al menos 50% de los votos emitidos y al menos el 25% de los votos inscritos sobre el censo, no habría segunda vuelta. Pero no ha sido el caso. El próximo domingo más de 49 millones de franceses están llamados a votar de nuevo.

En esta segunda vuelta, solamente participan los candidatos que, durante la primera ronda, recibieron como mínimo un 12,5% de los votos de los electores registrados en la primera vuelta. Así, el candidato que consiga la mayoría de los votos en la segunda vuelta es el elegido para ocupar el escaño.

Lo habitual es que pasen dos candidatos, pero ha habido excepciones. Del mismo modo, la pauta es que aquellos que han caído en primera ronda den consigna de voto para la segunda. A modo de ejemplo, en una circunscripción donde los más votados hayan sido los candidatos de la ultraderecha y de la la izquierda, al macronista le quedaría sugerir a los suyos que voten... a uno u otro.

El dilema de la derecha: ¿apoyar a las izquierdas?

Macron y su estrategia de anticipar las elecciones con tanta premura han perdido claramente la primera vuelta, pero en su mano está en buena medida el resultado final del 7 de julio. La forma en que el bloque del presidente se posicione en los próximos días podría decantar la balanza.

Los líderes de izquierda, incluido Jean-Luc Mélenchon de La Francia Insumisa (LFI), se han apresurado a declarar que retirarán a todos los candidatos que ocuparan el tercer lugar en sus respectivos distritos electorales, para no dividir al partido anti-Le Pen. De ese modo presionan a los de Macron para que devuelvan el favor, explica Radio France International.

El primer ministro Gabriel Attal dijo que el partido gobernante Renacimiento haría lo mismo con sus candidatos en tercer lugar, pero solo en distritos electorales donde el oponente restante de RN comparta sus "valores republicanos". La redacción sugiere que el partido probablemente se negará a retirar candidatos en favor de Mélenchon, al que el bando de Macron ha calificado de "extremista".

¿Y un Parlamento sin mayoría?

La victoria el 7 de julio de Agrupación Nacional llevaría a Francia al primer gobierno de extrema derecha desde el régimen de Vichy, aliado de los nazis. De hecho, el cofundador de este partido extremista, Jean-Marie Le Pen, era partidario de Vichy y antisemita convencido.

La Constitución no permite que celebrar nuevas elecciones hasta pasado un año

Sin embargo, según France 24, un resultado más probable sería un Parlamento en el que ninguna coalición pudiera reunir una mayoría, lo que provocaría un estancamiento en la segunda economía más grande de la Unión Europea y su principal potencia militar.

En ese caso, Francia se arriesga a quedar en una situación de parálisis política. Ni la ultraderecha podría gobernar de facto ni tampoco otro candidato de otra formación. Macron estaría tentado de usar el artículo 49.3, ese que permite sacar adelante leyes sin mayoría en la cámara y que ya le sirvió en 2023 para aprobar la reforma de las pensiones. En cualquier caso, la Constitución no permite que haya nuevas elecciones hasta pasado un año.

¿Cohabitación otra vez?

Pero si la ultraderecha vuelve a ganar ámpliamente el próximo domingo, a Macron no le quedaría otra que nombrar primer ministro a su representante, a Jordan Bardella. Sería un "incómodo" sistema de poder compartido, eso que llaman cohabitación. O sea, el presidente y el jefe del Gobierno serían de distinto color.

En la política francesa el jefe de Estado continúa a cargo de las áreas de lineamientos generales del país, como la defensa y las relaciones internacionales, mientras el primer ministro apunta más a los aspectos internos de la política nacional. Pero cuando se cohabita lo de que "Francia habla con una sola voz" se hace difícil de mantener.

Mitterrand, Chirac y la cohabitación

La V República ha vivido la cohabitación del poder en tres ocasiones. El primer caso fue el del conservador Jacques Chirac quien fue primer ministro del presidente François Mitterrand, socialista. La segunda cohabitación, también con Mitterrand como jefe de Estado, la protagonizó el neogaullista Edouard Balladur.

Dos años después de ser elegido presidente Chirac, frente al socialista Lionel Jospin, éste último ganó en 1997 las elecciones legislativas adelantadas por el jefe de Estado en un error de cálculo, y comenzó la tercera y más larga cohabitación, hasta 2002.

¿Puede Macron proponer "su" candidato?

Técnicamente, corresponde al jefe de Estado designar al primer ministro y avalar, a propuesta de este último, al resto de integrantes del gabinete. Sin embargo, en la práctica no podría imponer un primer ministro contrario a la mayoría legislativa, como recuerda el profesor universitario Dominique Rousseau en Radio France.

"El artículo 49 de la Constitución precisa que el primer ministro debe tener la confianza del Parlamento", explica Rousseau. Esto supone en la práctica que la Asamblea Nacional podría tumbar de manera prácticamente inmediata una candidatura que no considere afín.

Ningún presidente ha llevado nunca el pulso político a este nivel y, en todo caso, debería limitarse a sugerir a potenciales ministros, aunque esto último depende en gran medida del grado de colaboración que muestre el jefe de Gobierno. Ni Mélenchon, ni Le Pen parecen especialmente colaboradores con Macron.

Presidente sometido pero con poderes

Un primer ministro contrario a la línea del Elíseo limitaría en gran medida el margen de maniobra política de Macron e incluso podría promover leyes o decretos contrarios a los deseos del presidente. De hecho, Chirac no pudo impedir que saliesen adelante medidas como la semana laboral de 35 horas o la cobertura de salud universal.

No obstante, el poder del primer ministro tampoco es ilimitado, ya que tanto ni Le Pen ni Mélenchon podrían modificar a su antojo la Constitución para introducir algunas de las medidas que prometieron en campaña, incluida la convocatoria de referéndums. Macron, además, tendría plena libertad para cuestionar la labor del Gobierno y desmarcarse de él en cuestiones potencialmente espinosas. Dispone además de un botón nuclear: el de la disolución de la Asamblea Nacional. Macron podría de ese modo frenar in extremis la aprobación de leyes que fuesen especialmente conflictivas.

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