La decadencia conservadora en Reino Unido: un 'brexit', un calvario de 8 años y cinco líderes darán paso al partido laborista

El Reino Unido parece un país abonado a vivir en crisis permanentes, pero la del partido conservador en los últimos años es de las que se cuentan en los libros de Historia.
El Reino Unido parece un país abonado a vivir en crisis permanentes, pero la del partido conservador en los últimos años es de las que se cuentan en los libros de Historia.
El Reino Unido parece un país abonado a vivir en crisis permanentes, pero la del partido conservador en los últimos años es de las que se cuentan en los libros de Historia.
La decadencia de los conservadores británicos.
Carlos Gámez - EP

El Reino Unido parece un país abonado a vivir en crisis permanentes, pero la del partido conservador en los últimos años es de las que se cuentan en los libros de Historia. Desde 2016 ha visto pasar la formación cinco líderes en total, que han sido a la vez cinco primeros ministros... hasta ahora: las primeros sondeos en las elecciones de este jueves dan un vuelco total con una victoria laborista que mandará a los tories a la oposición y les obligará, ya sí, a rearmarse. Cameron, May, Johnson, Truss y Sunak forman la lista de capitanes del declive. Han sido las urnas las que han confirmado ese desastre.

Javier Carbonell, profesor asociado en SciencePo y fellow de Future Policy Lab, explica a 20minutos que lo que se vive ahora "son las consecuencias" y tira de símil: "El brexit es como si tú estás enfermo, te tomas una medicina equivocada y entonces pasas a estar peor. Es una de las razones de que estés mal, pero ya estabas mal de antes". El inicio, por lo tanto, lo ven en dos cosas: "El altísimo grado de desigualdad que hay en el país y lo mucho que ha aumentado en los últimos cuarenta años. Se ha visto de manera muy clara en la precarización del trabajo y con la disminución de la seguridad económica y de la clase media".  Los cambios sociales anticipan por tanto cambios políticos. 

"Esto, unido a que los dos partidos principales propusieran las mismas recetas económicas, hace que la división pase a ser por cuestiones culturales", desarrolla el profesor. En este sentido, Carbonell comenta también que "no es una cosa exclusiva del Reino Unido, pero ahí es mucho más acuciante porque las políticas neoliberales son mucho más grandes que en el resto de países y hay un elemento claro de pérdida del imperio y de nostalgia de una situación de grandeza". Toda esta foto es la que condujo al desgaste tremendo de los tories y a una nueva oportunidad para los laboristas.

De Cameron a Sunak, 5 líderes en ochos años

Con David Cameron empezó todo. Fue él quien convocó hace ya ocho años el referéndum para la salida de la UE, aunque él abogaba por seguir en el bloque. Los conservadores desde 2009 ya caminaron hacia la derecha radical, dejándose llevar por quienes rechazaban el proyecto europeo desde hacía décadas en base a argumentos populistas, antiinmigración y asegurando que un Reino Unido fuera de la Unión recuperaría su economía "y el control". Nada de eso sucedió y con la victoria del brexit Cameron tuvo que dimitir. Paradógicamente ha vuelto con la última Administración tory para ser ministro de Exteriores. Es, quizá, una forma de cerrar el círculo.

Después de la salida de Cameron surgió Theresa May, que prometió estabilidad, llegando eso sí de rebote al número 10 y con la exigencia de que el abandono de la Unión fuera lo menos traumático posible. En eso se resumen sus casi tres años de mandato: en forjar una relación entre Londres y Bruselas que llevase primero al divorcio y, después, a una amistad duradera. No logró ninguna de las dos cosas. Tuvo que enfrentarse a unas elecciones, en 2017, en las que los conservadores perdieron la mayoría absoluta que tenían y eso complicó todavía más su mandato.

Tras tres votaciones parlamentarias negativas sobre el acuerdo alcanzado con la UE, y después de posponer dos veces la fecha de salida, el paso de May por el poder no dio más de sí. Sin mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes su caída se precipitó, pero no con ello desaparecieron los retos del Reino Unido. Dejó la cuestión para el siguiente, precisamente con una puerta abierta a que fuera el ala más brexiter del partido la que cerrase la cuestión.

Johnson y una mayoría absoluta engañosa

Quien recogió el testigo de May fue Boris Johnson. Pasó por Bruselas como corresponsal y de ahí heredó la animadversión hacia las instituciones europeas, lo que le hizo convertirse en una de las almas a favor de la salida, junto a Nigel Farage. Con Johnson llegó el mayor espejismo de estabilidad que ha vivido el Reino Unido en los últimos años y no solo eso sino que aupó, en las elecciones del 2019, al partido conservador a una aplastante mayoría absoluta y a su mejor resultado histórico en las urnas.

Esos números le permitieron por un lado mantener la cuerda tensa con la UE y por otro asegurar que el acuerdo con Bruselas tuviera el visto bueno de la Cámara de los Comunes. Primer asunto resuelto, pero llegaron otros. La pandemia puso en jaque su gestión, sobre todo porque asumió al principio de la crisis la tesis fallida de la inmunidad de rebaño, la cual después tuvo que rectificar. Capeó el temporal como pudo, no exento de polémicas... y acabó cayendo por culpa del partygate: el primer ministro fue investigado y multado por organizar fiestas en la residencia de Downing Street cuando los ciudadanos se encontraban confinados y la Covid-19 golpeada con dureza.

Johnson perdió la confianza de su partido y, aunque salvó la moción de censura interna presentada en su contra, la presión fue tan alta que tuvo que ceder. Y todo ello pese a que sus últimas decisiones puramente políticas elevaron el estatus del Reino Unido: Ucrania encontró en Londres a un aliado muy firme ante la invasión rusa y el propio Johnson se erigió como el líder occidental con más visitas a Kiev desde el inicio del conflicto. Pero la losa era muy grande en su contra a nivel interno.

Y entonces llegó Liz Truss queriendo ser la Margaret Thatcher 2.0, con el aplauso del ala más neoliberal del partido y prometiendo un giro drástico en plena crisis. Su tranquilidad, en cambio, duró literalmente una horas porque solo tres días después de tomar posesión el fallecimiento de la reina Isabel II trastocó todos lo planes y ya incluyó a la premier en los libros de Historia. El resumen de su mandato es sencillo: prometió bajadas masivas de impuestos que los mercados no aceptaron. Y encendieron las alarmas. A partir de ahí, el efecto dominó. Truss cambió de ministro de Economía para justificar un cambio de estrategia y la siguiente en caer fue ella. Solo duró 44 días en el cargo.

Sunak firma el cambio de época

Rishi Sunak, en ese escenario, cogió un partido hundido y la realidad es que no ha sido capaz de levantarlo. El primer premier de origen indio de la historia del Reino Unido llegó a Downing Street como un soplo de aire fresco cuando el viento ya iba en contra, pues heredó ya un partido deshecho y no ha sabido levantarlo antes de las elecciones, aunque él se agarre a un clavo ardiendo y ponga el foco en que su gestión es mucho mejor que la de sus predecesores y alerte del "desastre" que sería una vuelta al poder de los laboristas, muy favoritos según las encuestas. "El fanatismo de los laboristas significará impuestos cada vez más altos para usted y su familia", escribió en redes el propio Sunak, que ha centrado su campaña no tanto en ganar, sino en que el lado izquierdo del mapa no sume mayoría suficiente para gobernar sin problemas. Ha hecho una campaña, por tanto, en negativo, centrada en la economía y en los riesgos de que la izquierda vuelva al número 10.

Han sido unas elecciones que han enseñado un cambio de época. Los conservadores tal cual se conocen de los últimos años pueden pasar a mejor vida, y después de los comicios tendrán que iniciar su propia reconstrucción, recogiendo los pedazos de ocho años despeñándose. Como empezar de cero; igual que el Reino Unido desde el brexit, aunque este solamente haya sido un síntoma.

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