José María Noguerol Periodista y escritor
OPINIÓN

La lírica del aspaviento

Los aficionados albanos celebran en empate de su selección ante Croacia.
Los aficionados albanos celebran el empate de su selección ante Croacia.
 EFE
Los aficionados albanos celebran en empate de su selección ante Croacia.

Los aspavientos son un exceso. Un exceso del sentimiento, del amor, del respeto, de la admiración, de los sueños. Si años pasados fueron malos tiempos para la lírica, es posible que los presentes hayan inaugurado una nueva y ligera etapa creativa basada en los aspavientos. Pueden relacionarse unas cuantas manifestaciones que corroborarían esta afirmación.

De infante, como no hay metáforas, todo es literal; los aspavientos me llevaban a los molinos de viento, que no existían en mi tierra. Solo estaban en las ilustraciones de una edición juvenil de El Quijote (editorial Bruguera).

Tiempo después se aclararon las cosas con aquel pseudoprofesor de formación del espíritu nacional que sobredimensionaba las tragedias fundacionales de la dictadura franquista. Y las escenificaba con donaire. Qué horror.

Ahora gozamos de distintos espacios públicos y privados donde se ejercitan los aspavientos con naturalidad excelsa. Pero como todo es efímero, pronto pasaremos a ocuparnos de otra cosa y así está el fútbol patrio, es solo un ejemplo, repleto de redundancias e hipérboles.

Sin embargo, ya se ha convocado un certamen nacional de aspavientos: no hay requisitos para participar salvo la exclusión de personas que se declaren lúcidas y, sobre todo, optimistas.

La lírica del aspaviento exige control de la métrica del gesto y el uso de tropos de lugar común. No sirven reflexiones ni esfuerzos reconocibles. De todo ello se olvidan muchos de los aspirantes, y así repercuten en volatineros de cuarta categoría. Para evitar males mayores, recomiendo la lectura previa de los epigramas de Marcial o de alguno de sus muchos imitadores actuales.

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