Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Nacido el 4 de julio

La Embajadora de EEUU, Julissa Reynoso (i), durante la fiesta por el 248º aniversario de la independencia de EEUU, en la Plaza de Toros de Las Ventas, a 21 de junio de 2024, en Madrid (España).
La Embajadora de EEUU, Julissa Reynoso (i), durante la fiesta por el 248º aniversario de la independencia de EEUU, en la Plaza de Toros de Las Ventas, a 21 de junio de 2024, en Madrid.
Salvador M. Galve | EUROPA PRESS
La Embajadora de EEUU, Julissa Reynoso (i), durante la fiesta por el 248º aniversario de la independencia de EEUU, en la Plaza de Toros de Las Ventas, a 21 de junio de 2024, en Madrid (España).

España es un país de desmemoria histórica, tanto que se ha convertido en una nación de pasado imprevisible. Desde Juan de Mariana, el jesuita que dio pie a la institución libertaria que auspició el homenaje a Milei en Madrid, hasta Modesto Lafuente, las historias generales de España tienen más sombras que Grey en Nueva York.

Tanto es así que hoy, 4 de julio, el día que nació Victoria Abril, se celebra el Día de la Independencia de Estados Unidos, que fue posible gracias al apoyo de la monarquía española y de un grupo de empresarios que financiaron la contienda. Mientras los franceses –que también habían contribuido con sus empréstitos a financiar a las 13 colonias– solicitaron religiosamente la devolución de los préstamos, los españoles, entre la desidia y los intereses de algunos mercaderes, nunca procedieron a reclamar la restitución del dinero.

Hay quien considera que la deuda no ha prescrito y que ese crédito está vivito y coleando. Otros, después de la voladura del Maine en la bahía de La Habana, perdieron cualquier esperanza de que el imperio norteamericano aceptase una reclamación de una nación deprimida.

Recientemente, el presidente Biden, presa ya del síndrome de Mago de Oz, como ya lo fue Ronald Reagan en su momento de senilidad, recordó, en un rapto de lucidez propio de quien le escribe los discursos, que Estados Unidos no sería lo que hoy es si no hubiera sido por España. Y que el 4 de julio no hubiese sido posible sin la aportación de la Corona española y de algunos de sus cortesanos en América, como tampoco hubiese sido posible el nacimiento de una gran nación si, en el siglo XVI, los españoles, con Diego de León al mando, no hubiesen puesto los pies en esos vastos territorios.

Hace unas semanas llegó Bruce Springsteen y triunfó. No fue en el Santiago Bernabéu de Taylor Swift sino en el Metropolitano, como manda la leyenda. Y lo hizo 40 años después de que se editara aquel disco icónico, no solo por su Born in the USA, sino porque la portada del álbum lucía un trasero lustroso del cantante, fotografiado por Annie Leibovitz.

Esa canción, un clásico entre los clásicos, estaba dedicada al excombatiente de Vietnam Ron Kovic, cuya vida fue llevada a la pantalla grande por Oliver Stone en Nacido el 4 de julio (1989), con Tom Cruise al frente, sin injertos capilares ni ácido hialurónico. Born in the USA se acabó convirtiendo, muy a pesar de Reagan, en un himno patriótico contra el imaginario sueño americano.

Una crítica a la guerra y, por ende, a todas las guerras. Y un alegato a favor de los marginados y de los oprimidos. El Boss, con su gorra roja en el bolsillo, recordó en Madrid que la injusticia sigue allí. Y, hoy, 4 de julio, es un buen día para recordarlo.

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