Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Biden, un último servicio

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una imagen de archivo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
AP / LAPRESSE / Susan Walsh
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una imagen de archivo.

Estados Unidos es el país más poderoso del planeta. Lo es con mucha diferencia sobre China, su inmediato perseguidor a pesar de triplicarlo en población. Su economía genera más del 21% de la riqueza mundial y su moneda, el dólar, es la divisa dominante hasta el punto de corresponderle el 60% de las reservas mundiales. El territorio USA posee grandes recursos energéticos y minerales, la agricultura más avanzada y una base industrial que nadie ha logrado superar. 

Allí tienen 8 de las 10 mejores universidades del planeta, y 7 de las 10 mayores empresas son norteamericanas. Estados Unidos se permite gastar en defensa más del doble que China y Rusia juntos y ningún país invierte tanto en investigación como invierten ellos. Es, en consecuencia, un gigantesco imán de talento liderando la lista de investigadores más influyentes y duplicando a China, el país que aspira a desbancarles en ciencia y tecnología.

Son datos objetivos que constatan la hegemonía de los Estados Unidos y que, por lógica, conllevarían a suponer la existencia de un alto nivel político para la gestión de semejante poderío. El mundo entero asiste, sin embargo, atónito a la rivalidad entre dos candidatos a la Casa Blanca, que no parecen idóneos ni para ostentar una alcaldía de pueblo.

Toda la prensa internacional siguió estupefacta el debate que libraron el actual presidente, Joe Biden, y el aspirante republicano, Donald Trump. Mientras el primero, con 81 años, balbuceaba y dejaba patente sus lapsus de memoria, Trump, con 78, batía su propio récord de falacias al difundir un total de 30 mentiras comprobadas en solo 40 minutos. 

Analistas, intelectuales, líderes políticos y quienes siguieron el round dialéctico entre ambos aspirantes se preguntaban, al concluir, si un país con semejantes hechuras no tenía nada mejor que ofrecer para su gobernanza que un mandatario senil y un populista desvergonzado que hace ostentación de los muchos y variados delitos que se le imputan.

Era obvio que Biden no estaba en condiciones de afrontar la verborrea falsaria de Trump mientras su santo se le iba al cielo. Sorprende la sorpresa del partido demócrata ante el desastre cuando, desde hace tiempo, su candidato había dado muestras sobradas de tener mermadas sus capacidades cognoscitivas. Saltaron unas alarmas que debieron saltar hace mucho tiempo por no querer ver lo que era evidente. 

Es verdad que Joe Biden es mejor persona que Donald Trump y que, en cualquier circunstancia, sería mejor presidente que él. Sus despistes nunca resultarían tan nocivos para su país y para el mundo como lo que puede provocar el estado mental del candidato republicano con sus mensajes de odio y supremacismo radical. Pero no es suficiente argumento para una campaña electoral. Las primeras encuestas tras el debate ya rebajan la intención de voto a favor de Biden y la convicción general es que, tal y como están las cosas, perderá las elecciones.

Son muchas las voces dentro y fuera del país que claman por un cambio de candidato demócrata, cambio al que se resiste Biden pero que cada hora que pasa le resulta mas difícil de evitar. Su renuncia sería el último gran servicio a su país en favor de un nuevo aspirante que desconcierte al republicano con una imagen renovada y un proyecto ilusionante. 

El relevo no es fácil, su vicepresidenta Kamala Harris no se trabajó ese privilegio y frente a Trump las encuestas solo dan como ganadora a Michelle Obama, que se resiste a aceptar. En todo caso cualquier cambio no conllevaría mayor riesgo que el dar la batalla por perdida como ahora se intuye. El nivel político en USA ha tocado suelo.

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