Las bandas latinas captan cada vez a más menores de 11 a 13 años: cómo funcionan y qué señales usan para marcar territorio

El auge de las bandas latinas.
El auge de las bandas latinas.
Carlos Gámez
El auge de las bandas latinas.

Las bandas latinas marcan con simbología su territorio. Cercan determinados barrios y transforman esquinas, tiendas o paradas de metro en auténticas fronteras. Una incursión en zona enemiga es interpretada como una provocación y la respuesta puede ser la muerte. Según la principal línea de investigación, esta sería la razón del tiroteo producido el pasado 2 de julio en una pizzería del madrileño Paseo de las Delicias, en Arganzuela. Es el reflejo de la banalidad de la violencia que subyace a la rivalidad entre dos bandas en auge, Trinitarios y Dominican Don’t Play. Son cada vez más salvajes, apuntan a menores, y la sensación de impunidad es tal, que ni siquiera se tapan el rostro para cometer las agresiones.

Sus bases principales son Madrid y Barcelona, aunque en Zaragoza se está observando una voluntad de crecimiento. En la capital se concentraría el mayor porcentaje de pandilleros, con cerca del 70% de las detenciones a nivel nacional. Las bandas latinas comenzaron a crear alarma en España en los años 2000. Los primeros en acaparar titulares fueron los Latin Kings y los Ñetas. Todavía operan, pero en la actualidad son hasta seis los grandes actores del panorama pandillero español. Los Trinitarios y los Dominican Don’t Play han tomado fuerza, seguidos por los Forty Two y los Blood. Son los grupos de referencia y controlan agrupaciones más reducidas llamadas capítulos o coros. Algunos empiezan a extenderse, con cierta presencia, en Mallorca, Burgos, Guadalajara o Huesca.

Todos se organizan bajo una estructura jerárquica, con reparto de funciones, códigos de conducta, lenguaje propio y vestimenta acorde. Al líder le sigue un secretario, el tesorero, jefes de guerra y soldados. El perfil ha variado con los años. La mayor parte son dominicanos, colombianos, puertorriqueños o ecuatorianos, aunque también se adhieren españoles y, en el caso de los Bloods, la gran mayoría procedería del Magreb. Las edades oscilan, desde adolescentes hasta treintañeros. Ingresos bajos, desarraigo, conducta antisocial, necesidad de pertenencia al grupo e identidad. Son los rasgos habituales de toda agrupación de delincuencia juvenil y comparten, de hecho, ciertos rasgos de personalidad con los integrantes de algunos grupos terroristas.

Como vías de financiación usan el tráfico de drogas, robos y, esto es novedad, estafas online, telefónicas y hackeos. Preocupa la prostitución. Algunas chicas, para pagar las cuotas de pertenencia a la banda o para asegurarse su protección, caen en redes de explotación sexual. Ni atisbo de moral. Sus técnicas internas emulan las de los narcos latinos. El desacato o la desobediencia se castiga a base de golpes y tablazos. En casos de disidencia, se marca una X en la piel a navajazos. Para mostrar respeto, ha de asumirse la punición sin remilgos.

Algunas chicas, para pagar las cuotas de pertenencia a la banda o para asegurarse su protección, caen en la explotación sexual

A menudo se retan en determinadas zonas para tomar un pulso de poder, y llevan a cabo incursiones con el objetivo de forzar enfrentamientos. Para apropiarse de un área, a veces, la marcan con pintadas. Los graffitis con “AD7” o “157” indican, por ejemplo, la presencia de Trinitarios en el barrio, y la pintada “3030” avisaría del inminente estallido de una guerra territorial entre bandas. Sería la proclama de la disputa por un área sin un control claro. Adentrarse en zona ajena es motivo de asesinato. La negativa a formar parte de la banda o la voluntad de salirse, también.

Los mayores son delincuentes fichados. Muchos se conocieron en la cárcel y saben dónde encontrar munición. Con Internet no les resulta difícil. Además de armas blancas, como cuchillos, navajas y machetes, usan chilenas (pistolas de fogueo modificadas) o hechizas (que combinan piezas originales y artesanales).

Las autoridades, ante el aumento de la criminalidad observado en los últimos años, han tenido que crear nuevos grupos especializados para combatirlos. Están funcionando. Aunque las bandas sigan actuando, lo cierto es que han conseguido contener actividades y detener a numerosos líderes. Como respuesta, sin embargo, las bandas han modificado las dinámicas: ahora captan adeptos cada vez más jóvenes, de entre 11 y 13 años, para burlar la responsabilidad penal, ya que los menores de 14 son inimputables.

Su juventud es un peligro. Si antes teñían barrios de pintadas, ahora exhiben su agresividad a través de las redes sociales. La normalización de la violencia en edades tempranas marca las conductas futuras. Según el Observatorio de Bandas Latinas en España, uno de cada tres profesores encuestados afirma tener pandilleros en sus centros, y nueve de cada diez creen que el problema ha aumentado. Los futuros criminales se encuentran en los colegios e institutos, y tienen entre 10 y 14 años. Son todavía niños, sin una correcta educación. Una mayor concienciación en los centros podría despertarlos. Mientras la policía procede a la detención de sus cabecillas, se precisa una simultánea contención del mensaje. La educación, siempre, es la clave.

Biografía

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en 'Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias' y otro en 'Criminología, Victimología y Delincuencia'.

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