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Estas son las mujeres que limpian de minas Karabaj: "Tengo miedo, pero me concentro para ser más eficaz"

Mujeres desminadoras.
Gervasio Sánchez

Ni siquiera había caído el muro de Berlín hace 35 años cuando las tensiones entre azeríes y armenios provocaron el comienzo de una larga guerra en Karabaj, región de Azerbaiyán, un pequeño pero rico país centroasiático, que concluyó el año pasado.

Visitar hoy la región es enfrentarse a un paisaje de desolación que parece hermanado con la Bosnia-Herzegovina de los años noventa tras el fin de su guerra civil o el este de la actual Ucrania, en guerra desde hace más de una década.

La inmensa mayoría de las aldeas están completamente destruidas y los cascos urbanos de las ciudades que quedan en pie muestran muchos edificios alcanzados por artillería pesada o destruidos con cargas de dinamita.

Karabaj es una de las zonas más contaminadas de minas antipersonas y antitanques y de proyectiles sin explosionar del mundo. Las autoridades estiman que hay, al menos, un millón y medio de minas enterradas y un número desconocido de granadas de cañones y carros de combate que pueden detonar si se manipulan.

Desde 1991 hasta el 2 de mayo de 2024, el número de víctimas por minas antipersonas se acerca a las 3.500. Entre los afectados hay 358 niños y 38 mujeres. Y sólo en los últimos tres años y medio 359 personas, la mitad civiles, pisaron una mina, de las que 67 murieron. El resto quedó gravemente herido con amputaciones múltiples en muchos casos.

En el 35% de los casos, los accidentes se produjeron durante visitas a zonas prohibidas cuando los artificieros estaban en plena tarea de desminado. Un 19% de los afectados trabajaban en la reconstrucción de infraestructuras y otro 24% fue herido mientras cultivaba o pastoreaba con los animales.

Limpiar de minas el paisaje

La región vive sumida en muchas operaciones de desminado desde 2020. 2.281 artificieros pertenecientes a agencias gubernamentales, siendo la más importante ANAMA (Agencia Nacional para el desminado) creada en 1998, con el apoyo de 151 perros especializados en detección de minas y 70 máquinas de desminado mecánico, han conseguido limpiar 117.768 hectáreas (una hectárea es igual a 10.000 metros cuadrados), donde se han desactivado más de 50.000 minas y más de 62.000 proyectiles sin explosionar. Esto significa que el 12% del territorio se ha limpiado total o parcialmente, aunque sólo se ha neutralizado un 3,32% de las minas plantadas.

Anar Mutallimov, subdirector del Departamento de Asuntos Políticos y Militares del Ministerio de Asuntos Exteriores, asegura que "los armenios enterraron centenares de miles de minas antes de abandonar el territorio de Karabaj, incluidas decenas de miles de origen armenio".

Un artificiero guía una máquina de desminado mecánico.
Gervasio Sánchez

El alto funcionario afirma que "el 95% de la financiación depende del estado azerbaiyano y sólo un 5% de la cooperación internacional, que es esencial para seguir desactivando". Los cálculos oficiales confirman que "se necesitarán otros 20 años para limpiar todo Karabaj".

Mutallimov acusa al ejército armenio de violar el derecho humanitario internacional. "Hemos encontrado minas en la entrada de los hospitales, edificios civiles, los cementerios y en zonas agrícolas y boscosas. Las minas se enterraron durante el conflicto armado, pero las trágicas consecuencias se están pagando en la posguerra", reflexiona.

Nazim Mamedov, 42 años y tres hijos, es el jefe del equipo de investigación formado por 108 personas. "Aquí hay por lo menos 500 minas enterradas, la mayoría antipersonas", dice mientras señala una zona delimitada con marcas amarillas a cuatro kilómetros de Agdam, una ciudad fantasma donde llegaron a vivir 60.000 personas.

Recuerda que "en la ciudad una gran parte de los edificios fueron destruidos y las mezquitas utilizadas como pocilgas para guardar los cerdos y las vacas. Incluso destruyeron el haman histórico".

Todos los pueblos destruidos han sido engullidos por la vegetación. La mayoría de las casas, construidas con hormigón y piedra, fueron dinamitadas y apenas se ven sus esqueletos ruinosos. Sólo en Agdan y alrededores, los armenios han reconocido que enterraron 99.000 minas, algunas en los bordes de los ríos.

Una aldea completamente destruida en Karabaj.
Gervasio Sánchez

Cerca, en Sarcali, se han reconstruido 600 casas al lado de otra aldea completamente destruida. El cementerio de los mártires, donde están enterrados centenares de militares y civiles muertos en los combates, fue saqueado. Según denuncias realizadas por las autoridades azerbaiyanas, los soldados armenios abrían las tumbas para buscar joyas.

En Shelli hay algunas casas en pie. "Fueron las casas ocupadas por los soldados armenios. Ya hemos desminado esta zona y los pobladores han empezado a cultivar", comenta Mamedov.

A la entrada de Kangarkli hay restos de un misil balístico táctico OTR-21 de corto alcance de origen ruso. Ya en el casco urbano se pueden ver 600 casas de reciente construcción. Pero en los alrededores todavía hay trincheras y bunkers minados. Los investigadores de ANAMA han detectado tres líneas defensivas repletas de minas enterradas. Durante kilómetros la vida ha desaparecido completamente, pero la señal de internet es muy buena.

Mujeres desminadoras

Umud Mirzayev, de 63 años, dirige el Fondo Internacional de Prensa Euroasiática que tiene programas de desminado financiados por la Unión Europea. Entre sus 200 trabajadores destacan 25 mujeres desminadoras entre 23 y 44 años. "Las mujeres tienen mucha paciencia y son muy eficientes en la neutralización de las minas", explica. Aunque también reconoce que algunas familias se oponen a que realicen este trabajo tan especializado.

Un grupo de desminadoras avanza en formación.
Gervasio Sánchez

Salima Mayilova, de 25 años, lleva nueve meses en el programa de desminado después de acabar Químicas en la universidad. "Quería formar parte del primer contingente de mujeres en mi país y mis padres me han apoyado", reflexiona al lado del campo minado donde está trabajando. Reconoce que "tengo miedo pero me concentro en el trabajo para ser más eficaz".

Muy cerca la economista Sehran Barbayeka, la más veterana a sus 44 años y madre de cuatro hijos de 24 a ocho años, explica que "al principio mis hijos se opusieron frontalmente aunque mi marido siempre me apoyó". Ocho meses después "todos están muy orgullosos de mí".

Amina Aliyeva, de 37 años y con estudios universitarios de Ecología, lleva 10 meses en el contingente femenino. Dejó su trabajo de cocinera porque quería participar en "mejorar la seguridad de nuestra patria y el futuro de nuestros hijos". Reconoce que "es un trabajo peligroso".

Una desminadora limpia el terreno con un cepillo.
Gervasio Sánchez

En el centro de Fizuli todos los edificios son nuevos y están habitados por unas 2.000 personas. Dargah Xudiyeb, un hombre de 77 años ya jubilado, juega al ajedrez. "Vivo aquí desde hace seis meses tras pasar 30 años en Baku, la capital azerbaiyana, como desplazado por la guerra", explica. Tenía una casa con jardín y ahora vive en un apartamento. Está muy satisfecho y es optimista: "Tenía ganas de regresar a casa porque aquí están nuestros muertos. Ojalá haya paz para siempre".

Baxtiyar Abbasov, 29 años

El 3 de marzo de 2024 fue herido por la explosión de una mina antipersona y sufrió una doble amputación. Estaba pastoreando con media docena de ovejas en una zona donde no había indicaciones de minas ni tenía conocimiento de que las hubiese. Un amigo escuchó la explosión y llegó minutos después al lugar. Le hizo los torniquetes en ambas piernas destrozadas. No perdió el conocimiento. Tres horas después estaba siendo operado en el hospital de Bardá, a cuarenta kilómetros de su casa. Lo primero que preguntó cuándo se despertó de la anestesia es si le habían cortado las piernas. Nadie trabaja en la familia y vive con su esposa y sus tres hijos en casa de sus padres. Las prótesis serán pagadas por el estado. Su principal preocupación es cómo alimentar a su familia hasta que reciba una pensión como víctima de una mina. ANAMA revisó el terreno tras el accidente de Baxtiyar y encontró muchas minas enterradas.

Baxtiyar Abbasov.
Gervasio Sánchez

Hasanali Aliyev, 23 años

Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bakú y a punto de empezar una maestría, el 2 de febrero de 2024 salió de su casa en Tartar con cuatro vacas y las llevó a pastar a unos dos kilómetros en una zona donde no sabía que había minas antipersonas. "Estaba solo cuando pisé la mina. No perdí el conocimiento, llamé por teléfono a mi padre y mi tío y conseguí hacerme un doble torniquete por encima y debajo de la rodilla de la pierna afectada", explica el joven mientras asiste a una revisión en el centro ortopédico. A los 10 minutos fue trasladado por su familia al hospital donde le amputaron la pierna por debajo de la rodilla. Pasó 17 días ingresado sin mirar sus heridas. "Era difícil aceptarlo, pero el paso del tiempo lo resuelve todo", cuenta con una sonrisa. Asegura que "se entiende mejor el valor de la vida cuando has estado cerca de la muerte". Además, agradece mucho el apoyo de su novia con la que se casará dentro de un año.

Hasanali Aliyev.
Gervasio Sánchez

Zamaddin Hasanov, 38 años

El 6 de octubre de 2023 pisó una mina cuando estaba caminando a 800 metros del centro de Hasanquaya, una pequeña aldea de 22 familias y 97 personas entre las que ya hay cuatro mutiladas y otras dos fallecidas en diferentes incidentes. "Escuché el ruido de la explosión y no perdí el conocimiento. Pude llamar a mi padre y a mi hermano con el móvil que tardaron una hora en llegar. Mientras esperaba me arrastré hasta el camino para evitar que ellos tuvieran que acceder donde estaba tumbado y pudiesen pisar otras minas", recuerda. Fue trasladado al hospital de Bardá y allí fue operado en varias ocasiones. Reconoce que sabía que había minas en la zona, pero pensó que no le afectaría a él. Vive con una pensión junto a sus dos esposas y cinco hijos. Llevan viviendo como desplazados desde 1993 cuando tuvieron que huir de su aldea más cercana del frente. En unos meses tendrá prótesis para sus dos piernas. Su objetivo es volver a caminar aunque sea con piernas artificiales.

Zamaddin Hasanov, junto a sus dos esposas Vusala y Aynura, y cuatro de sus hijos.
Gervasio Sánchez

Mansour Maharramov, 43 años 

El 24 de octubre de 1994, cuando tenía 13 años, fue alcanzado por la carga de una mina antipersona que le afectó a la columna vertebral y lo dejó paralizado y sin sensibilidad en las piernas. Estaba pastoreando con una decena de ovejas y tres vacas con su padre y su tío en la aldea de Narmili, donde vivía. La violencia de la explosión lo levantó seis metros del suelo y quedó postrado sobre varias ramas. Una unidad militar le hizo los primero auxilios, lo trasladaron al centro médico del pueblo y de allí lo evacuaron a la capital Bakú. "Pasé tres meses tumbado en una cama y fue donde me contaron que no volvería a caminar", recuerda. Durante cinco años le hicieron muchas pruebas, pero ninguna le liberó de la silla de ruedas. En 2015 se casó y hace dos años tuvo con inseminación artificial un hijo autista. "Mi hijo es lo más importante en esta vida", dice emocionado. Necesita la ayuda de dos personas para levantarse.

Mansour Maharramov, en silla de ruedas.
Gervasio Sánchez

Niyamaddin Verdiyev, 48 años

Casado y con dos hijos de 21 y 19 años, perdió la pierna el 22 de febrero de 2021 en la explosión de una mina en Borsonlu, una aldea muy cercana a la línea del frente bélico, cuando estaba vigilando un rebaño de unas sesenta ovejas. "No sabía que había minas. Luego me enteré que los soldados armenios las habían enterrado antes de la retirada unos meses antes", recuerda. Estaba solo y pudo llamar a su hermano que llegó en diez minutos. Fue trasladado al hospital en una ambulancia. Pasó ocho días inconsciente y le dieron el alta un mes y cinco días después. Reconoce que "mi vida se apagó para siempre y ya no soy capaz de trabajar". Ha tenido que pasar por el quirófano seis veces y ya tiene programada una nueva operación. Por culpa de las infecciones nunca ha podido utilizar una prótesis. Nadie de la familia tiene un trabajo fijo. "Lo que hacemos es cultivar en un terreno productos de primera necesidad y girasol".

Niyamaddin Verdiyev, en el portal de su casa.
Gervasio Sánchez

Anar Hüseynov, 41 años 

La vida de Anar Hüseynov cambió para siempre el 16 de marzo de 2021, convirtiéndose en el día más trágico de su vida. Dos de sus hermanos, Razi, de 42 años, y Bayzam de 34 años, murieron víctimas de diferentes explosiones de minas mientras estaban visitando las tumbas de sus bisabuelos y abuelos en la aldea de Yusufcanli, que había sido liberada unos días antes tras tres décadas de ocupación de las fuerzas armenias. En el intento de evacuar a sus dos hermanos heridos, también fue herido su padre y él mismo perdió una pierna. "Perdí el conocimiento tras la explosión y no recuerdo nada. Una semana después me enteré de la muerte de mis dos hermanos", recuerda. "Vivo porque tengo una familia que cuidar", explica. Sus hijos están traumatizados todavía. "Un día estaba explicando el accidente cuando me di cuenta de que mi hija estaba llorando y decidí no volver a hablar delante de mi familia", comenta. Quiere volver a su aldea aunque sea muy doloroso.

Anar Hüseynov, junto a las tumbas de sus hermanos Razim y Bayzam, muertos por explosiones de minas.
Gervasio Sánchez
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