Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Británicos y franceses dicen "no"

Celebración en París por las elecciones generales en Francia, el 7 de julio de 2024.
Celebración en París por las elecciones generales en Francia, el 7 de julio de 2024.
Europa Press/Contacto/Sadak Soui
Celebración en París por las elecciones generales en Francia, el 7 de julio de 2024.

Con pocos días de diferencia el Reino Unido y Francia han votado en unas elecciones muy diferentes entre sí, casi incomparables, tanto por la naturaleza de los comicios, como por el sistema electoral respectivo, pero que guardan un paralelismo interesante. Británicos y franceses, más que votar con entusiasmo a favor de algún partido o candidato, lo que han expresado sobre todo es un rechazo.

Los primeros hacia el Partido Conservador, cuyos gobiernos han sido un desastre, con una sucesión de cinco primeros ministros en 14 años que ya lo dice todo. No solo porque el brexit está teniendo, como era previsible, un impacto socioeconómico muy negativo, sino porque la gestión de los tories ha sido incompetente y salpicada de escándalos. Su peor legado son unos servicios públicos (salud, educación, transporte, etc.) destrozados por la agresividad de las políticas neoliberales. Los franceses tampoco estaban muy contentos con los gobiernos del presidente Emmanuel Macron, pero temían más a la extrema derecha de Marine Le Pen y al Reagrupamiento Nacional. El incremento de la participación en la segunda vuelta de las legislativas ha dado la victoria al conglomerado de las izquierdas y ha rescatado al macronismo del naufragio, dibujando una Francia divida en tres bloques, donde nadie tiene la mayoría.

El paralelismo continúa en el destrozo de la derecha conservadora liberal a manos del nacionalpopulismo. En el Reino Unido, los tories se debaten entre un giro al centro o proseguir su deriva radical que los acerca al carismático demagogo antieuropeo Nigel Farage y a su nuevo partido Reform UK. En Francia, la derecha tradicional gaullista es minoritaria frente a la extrema derecha de Le Pen, y en las filas de Los Republicanos, cuarta fuerza, hay una fuerte división sobre qué hacer ahora.

A primera vista, parecía que tanto el Reino Unido como Francia han virado muy a la izquierda, pero tampoco es cierto. Los laboristas han ganado con el mismo porcentaje de votos que la vez pasada, solo que el sistema mayoritario les ha proporcionado ahora una victoria arrolladora por el hundimiento de los tories. El nuevo primer ministro, Keir Starmer, es un socialdemócrata sin estridencias que hereda una situación general muy difícil, y cuyo primer cometido es que el país y sus instituciones recuperen la seriedad. En Francia, la extrema derecha ha fracasado, pero la fuerza del populismo izquierdista también ha quedado limitada, acotada, por mucho que Jean-Luc Mélenchon aún no quiera verlo. Su izquierda insumisa no es toda la izquierda, y los socialistas juegan un papel de moderación en el conglomerado del Nuevo Frente Popular. La gobernabilidad del país pasa por una entente de la izquierda con el centro. Británicos y franceses han dicho no a los extremos.

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