Sònia Guerra Diputada, portavoz de Derechos Sociales del Grupo Parlamentario Socialista y Secretaria de Políticas Feministas del PSC
OPINIÓN

¡No pasarán!

Un grupo de personas reaccionan en París a la publicación de los primeros sondeos a pie de urna de las elecciones francesas de este domingo.
Un grupo de personas reaccionan en París a la publicación de los primeros sondeos a pie de urna de las elecciones francesas de este domingo.
Lapresse
Un grupo de personas reaccionan en París a la publicación de los primeros sondeos a pie de urna de las elecciones francesas de este domingo.

"El centro político debe unirse para evitar que los extremistas dirijan su futuro", afirmó Alberto Núñez Feijóo tras los resultados de las elecciones legislativas francesas. A simple vista podría parecer que lo tenía claro, pero lo cierto es que, la misma persona que apostaba por la centralidad política en Francia, hacía poco más de un año que había pactado con la extrema derecha en algunas comunidades autónomas y municipios españoles, permitiendo que participasen del gobierno de esas instituciones.

Entiendo que algunos lectores y lectoras puedan pensar que un año es mucho tiempo y que todo el mundo tiene derecho a errar y arrepentirse. Y podrían tener razón si no fuera porque este defensor de la centralidad política en Francia no solo ha mantenido y defendido los pactos citados, sino que ha 'comprado' el marco mental de la extrema derecha. Además, para más inri, hace tan solo unas semanas, esa misma persona declaraba que Giorgia Meloni, primera ministra y referente de la extrema derecha italiana, no le parecía "homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa".

Es verdad que, fiel al refrán español de "más vale prevenir que curar", avanzaba que no tenía "información suficiente" para hacer esa afirmación. Menos dudas tienen los ultraderechistas de Vox, que afirman que la líder italiana "ha sido, es y seguirá siendo una di noi, nuestra amiga, aliada y compañera". ¿Recuerdan aquella canción del verano que decía "los amigos de mis amigas son mis amigos"? Pues eso.

Y es que, a diferencia de Francia donde todos se han unido para evitar que la extrema derecha llegue al poder, en España la derecha y la extrema derecha son unidad, consenso y pacto. No es de extrañar que el tercero en discordia, Alvise, haya convocado a Feijóo y Abascal a una "Junta de Unidad Nacional".

Y ahí radica la peligrosidad. Porque cuando uno flirtea con la ultraderecha renuncia a los valores democráticos. Pactar con la extrema derecha significa aceptar la negación de la violencia machista, criminalizar a los inmigrantes o vulnerar los derechos de las personas Lgtbi.

Pactar con la extrema derecha significa promover los discursos que alientan los delitos de odio, generar fake news que sirven de excusa para judicializar a lo que ellos denominan "tiranía progre" y que, en realidad, son representantes políticos escogidos democráticamente por la ciudadanía. En definitiva, pactar con la extrema derecha es poner en juego la esencia misma de la democracia que tanto costó reinstaurar en nuestro país.

Por eso, así como los resultados electorales británicos dieron un halo de esperanza a la socialdemocracia europea, los franceses lo han dado a la lucha contra la ultraderecha. Lo sabemos bien muchos de nosotros que nos hemos emocionado hasta las lágrimas al ver la Plaza de la República de París, y nosotros con ellos, gritando al unísono: "¡No pasarán!". Y es que "la gauche n’est pas parfaite mais la gauche n’est pas fasciste".

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