Madrid

La filosofía de los abuelos para continuar el legado de los comercios centenarios en Madrid

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Sergio García

El eterno retorno es una concepción filosófica del tiempo desarrollada por los estoicos durante el siglo III a.C, donde planteaban una repetición del mundo que se extinguía para volver a crearse. Los comercios centenarios en Madrid han sufrido un proceso similar a este eterno retorno, pues más de cien años en una ciudad tan cambiante requieren de un carácter camaleónico por parte de sus dueños, que han ido adaptándose a las nuevas realidades sin perder de vista la esencia de sus antepasados. 

En la calle de la Ruda, Sonia regenta Como en Casa, una tienda de productos biológicos que en 1909 abrió sus puertas como una huevería y posteriormente se reconvirtió en una frutería y verdulería. "Los productos que vendemos permiten volver a lo que hemos comido toda la vida: frutas y verduras sin productos químicos y otros alimentos naturales. Ahora nos llamamos tienda biológica, pero estos tomates son como los que vendían mis abuelos", explica Sonia tras el mostrador de la tienda. 

Ella, junto a su primo, es la cuarta generación de un negocio que empezó su bisabuelo cuando llegó a la capital desde León. Faustino Rodríguez montó una huevería porque fue el oficio en el que se especializó en sus primeros años en Madrid. Posteriormente, amplió el catálogo de sus productos hasta vender frutas y verduras y así llegó a sus hijos, nietos y bisnietos

Junto a Sonia, atiende en el negocio familia su madre Teresa, quien hace 17 años cambio el enfoque de la tienda y apostó por los productos biológicos. Ahora, ya jubilada, sigue acompañando a su hija y a su sobrino en el día a día de un comercio que ha tenido que reinventarse para encontrar su hueco dentro un barrio como La Latina, donde ella misma ha sido testigo de todos sus cambios. "Esto es como la aldea gala de Astérix y Obélix, es un pequeño comercio rodeado de grandes superficies, pero nos hemos mantenido y estamos aquí con mucha fuerza", explica Teresa. 

Sonia y Teresa, dueñas de la tienda de productos biológicos Como en Casa, en la calle de la Ruda (La Latina).
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Los clientes de este pequeño comercio son gente del barrio que hacen su compra semanal de productos frescos. Sonia lo cataloga como "el lugar de encuentro", pues dentro del local se dan cita los vecinos del céntrico barrio madrileño. Este punto de reunión se hizo más palpable durante los meses de confinamientos, donde la gente acudía a comprar a la tienda y encontraba en sus tenderas un hogar, ya que para muchos eran las únicas personas a las que veían a lo largo del día. 

Una de las características de este local es que en su interior tiene una cueva que sirvió de refugio para las familias durante los bombardeos que sufrió Madrid en la Guerra Civil. Una trampilla en el suelo da acceso a este sótano, al que se accede descendiendo de espaldas unas escaleras verticales. Desde dentro de la cueva, que ahora hace las funciones de almacén, Sonia y su madre relatan que durante la pandemia sintieron que, al igual que en la guerra, fueron un salvavidas para sus vecinos, aunque salvando las distancias.

Para Sonia, "la tienda es un corazón que late y sigue muy viva" y trabajar en ella es su aporte personal para que "el mundo sea un poco mejor, con productos reales y sanos". Seguir el legado de sus padres, abuelos y bisabuelos es algo que le ilusiona y lo hará "durante muchos años más".

De la lana al viscoelástico en la calle Fuencarral

Hablar de legado y años de historia en Madrid es hablar del apellido Cuesta. Esta familia de origen zamorano lleva instaurada en la calle Fuencarral desde finales del siglo XIX bajo el nombre de Colchonería Cuesta. Frente al Metro de Tribunal, una fachada antigua de madera oscura llama la atención de los viandantes, pues entre cadenas de comida rápida y tiendas internacionales se cuela un rótulo negro y dorado, al que acompaña una frase: "Desde 1890, 5ª generación"

El responsable de que un comercio de venta de colchones y somieres siga en pie en una de las calles más comerciales de la capital es Joaquín Pérez Cuesta, el tataranieto de Antonio Cuesta, quien puso en marcha esta colchonería, que en su momento se denominaba lanería. "En su momento los colchones eran de lana y esta se lavaba en el río Manzanares, a la altura de El Pardo, donde estaba el secadero", relata Joaquín. 

Cuando su padre regentaba el negocio, llegó a haber hasta 13 empleados en la tienda, pues se necesitaban muchos trabajadores para varear los colchones en las azoteas de los edificios, ya que "antes no eran de usar y tirar como ahora, se sacudían cada verano y duraban mucho más", detalla.

Joaquín Pérez Cuesta, en la fachada de la Colchonería Cuesta, en la calle Fuencarral.
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Joaquín lleva desde los 14 años vendiendo colchones, algo que ha "mamado" desde pequeño con sus padres y familiares, ya que existen ocho colchonerías Cuesta en toda la ciudad de Madrid. "Somos un comercio centenario porque seguimos manteniendo la filosofía de mis abuelos: política de precios bajos y trato cercano con el cliente. Si yo me pongo a vender colchones de 2.000 euros cierro a los dos meses", cuenta desde el interior de la tienda, que apenas tiene 40 metros cuadrados.

La actual cabeza de Colchones Cuesta reconoce que la mayoría de sus ventas son por contactos que han quedado satisfechos con "el trabajo bien hecho". "No estaría aquí si fuera solamente por la gente del barrio. Esta zona está llena de pisos turísticos y pisos en alquiler. Los dueños de estas viviendas compran los colchones en Ikea o Carrefour y yo tengo que competir contra ellos", relata con resignación.

La clave del éxito para Joaquín ha sido siempre no perder de vista lo que han sido toda la vida y confiar en su trabajo para durar otros cien años más: "A nosotros no nos van a ganar nunca en unos productos de calidad, un trato cercano con el cliente y la pasión de un oficio heredado de mis familiares". 

Un corte a tijera que nunca pasa de moda

Si existe un oficio donde imperan las últimas tendencias, ese es el de peluquero. Desde 1908, en la calle de Santa Isabel, abre sus puertas a diario la Peluquería Vallejo, donde la cuarta generación de peluqueros atiende a sus clientes en un local que te lleva al pasado de la mano de sus antiguas butacas y de una fachada compuesta por azulejos que atrae la mirada de todo el que pasa por delante.

Carlos y Elena son los hermanos que en la actualidad regentan un negocio que abrió su abuelo Basilio Vallejo a principios del siglo XX. En 1913, este negocio en Lavapiés lo atendían 22 peluqueros que cortaban el pelo a unos 300 hombres al día, ya que estaban especializados, y lo siguen estando, solo en caballeros. Aunque, según relata Elana, hubo una excepción: "En la República también cortaban el pelo a señoras, pero con la llegada de la dictadura eso se terminó". En la actualidad, la afluencia de clientes da para que trabajen tres personas.

Carlos y Elena en la puerta de la peluquería Vallejo, fundada por su abuelo en 1908.
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Entre los centenares de clientes que frecuentaban a diario la peluquería, destacan figuras tan ilustres como los médicos Gregorio Marañón y Ramón y Cajal, que acudían a cortarse el pelo y a participar en tertulias dentro del local, ya que estaba muy cerca de la antigua Facultad de Medicina y del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid.

Aunque Carlos y Elena no conocieron su abuelo, fue su padre quien les introdujo en un negocio familiar que a día de hoy se mantiene vivo en un barrio tan cambiante como Lavapiés. "Esta zona se está convirtiendo en un lugar para los turistas, cada vez cierran más comercios de toda la vida, pero mantener esta tienda es una responsabilidad porque es el legado de nuestro abuelo", explica Elena.

En la actualidad, existe un auge de las peluquerías en la ciudad de Madrid, muchas de ellas pretenden imitar el estilo de este local centenario, con su fachada, sus asientos o la decoración vintage, pero todo eso a los hermanos Vallejo no les preocupa, pues saben que marcan la diferencia gracias a las técnicas de sus antepasados: "Nuestra principal ventaja es el uso de la tijera. Ahora no se maneja como lo hacía antes, todo es a máquina. Nosotros sabemos utilizar las tijeras como nadie y eso nos hace ser diferentes". 

170 establecimientos reconocidos con una placa

En el año 2005, el Ayuntamiento de Madrid puso en marcha un programa de reconocimiento a los comercios centenarios de la ciudad. Desde esa fecha, el Consistorio ha reconocido a 170 establecimientos, a los que ha distinguido con una placa de bronce diseñada por el artista Antonio Mingote, la cual se encuentra junto a la puerta de los locales. 

Para conceder esta distinción el comercio debe haber mantenido la misma actividad durante un siglo, aunque el Ayuntamiento "no es exigente con la línea de sangre, es decir, que un comercio puede ser centenario si no ha cambiado de actividad, aunque haya cambiado la familia que lo regenta", explica la directora de comercio, hostelería y consumo, Concha Díaz de Villegas

Placa de bronce que acredita como centenario un comercio en la ciudad de Madrid.
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Además, la directora recuerda que si en algún momento el comercio centenario cerrara, la placa no se retiraría, ya que "es una forma de recordar que en esa calle hubo establecimiento que estuvo cien años en la ciudad de Madrid".

Bonificación del 50% en el IBI para los centenarios

Desde enero de este año, el Ayuntamiento de Madrid ha aprobado una bonificación del 50% en la cuota del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) para estos comercios centenarios, de los que se excluyen los hoteles. Además, es un requisito imprescindible que el comercio no haya cambiado de local en este tiempo. Para beneficiarse de esta ayuda, el titular de la actividad debe ser quien la solicite, ya que "no es algo que haga el Consistorio de forma automática", recuerda la directora. En esta línea, desde Cibeles, se han comprometido a alcanzar una bonificación del  95%, que es la máxima que permite la ley de haciendas locales.

Redactor '20minutos'

Redactor en la sección de Madrid. Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y postgrado de Especialista en Información Económica por la Universidad Antonio de Nebrija. Me recorro el callejero de la capital mientras cubro la actualidad del Ayuntamiento de Madrid. Di mis primeros pasos en el Diario AS y en CincoDías. Con la curiosidad por bandera, siempre atento a lo que me rodea y con muchas preguntas por hacer.

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