Los nueve factores que han influido en la decisión de Vox de romper con el PP en los gobiernos autonómicos

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados.
Europa Press via Getty Images
El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados.

Tras apenas diez meses de matrimonio, los pactos entre PP y Vox en seis comunidades autónomas han acabado en divorcio prematuro. La decisión se ha tomado desde la dirección central del partido en Madrid, con un motivo principal: la negativa de los de Santiago Abascal a aceptar el reparto solidario entre territorios de los menores inmigrantes.

Pero más allá de este asunto, que encuentra su origen en la postura ideológica y programática del propio partido en materia de inmigración y extranjería, la decisión de Vox responde a diferentes factores, algunos incluso que trascienden la política nacional.

El escenario en Europa

En primer lugar, Vox no es ajeno al protagonismo que la extrema derecha está teniendo no solo a nivel europeo, sino a nivel global. El auge de estas formaciones en las elecciones al Parlamento Europeo del mes pasado ha dado renovadas fuerzas al partido de Abascal. Si ir más lejos, en Francia, el partido de Marine Le Pen, amiga y aliada de Vox, ha estado cerca de ganar los comicios legislativos hace una semana.

Vox se ha movido en estos nuevos equilibrios y ha decidido formar grupo en el Parlamento Europeo con Patriotas por Europa, el grupo fundado por el líder húngaro, Viktor Orbán, considerado aún más ultraderechista que el grupo Conservadores y Reformistas, y que incluso muestra un indudable carácter prorruso y pro Putin. Y todavía queda la posible victoria de Trump en las presidenciales estadounidenses de noviembre. Todos estos movimientos internacionales han envalentonado a Vox en el escenario nacional.

El factor Alvise

Las elecciones europeas del pasado 9 de junio han sido, en efecto, un factor decisivo para lo ocurrido esta semana. Uno de los titulares más llamativos de aquella noche en España fue la irrupción de Se Acabó la Fiesta, el partido dirigido por el polémico Alvise Pérez, que sumó 800.000 votos y logró cuatro eurodiputados con un discurso más radical, aún si cabe, que el de Vox.

El proyecto de Alvise podría ser una seria amenaza para los de Abascal si prolongan su actividad a nivel nacional o autonómico. Tanto el perfil de sus votantes como su (si bien difuso) programa electoral beben de los apoyos tradicionales de Vox, por lo que el partido de Santiago Abascal podría haberse visto obligado a reforzar su posición para frenar el auge de la nueva formación y seguir siendo la fuerza hegemónica a la derecha del Partido Popular. 

El PP ensancha su espacio

Pero si Vox se enfrenta a amenazas a su derecha, también su supervivencia se ve permanente amenazada por un Partido Popular que en las últimas convocatorias electorales ha ensanchado su espectro electoral, pescando en caladeros que estaban perteneciendo a los de Abascal. De hecho, Vox fue uno de los principales damnificados de las elecciones generales de julio de 2023, en las que perdió 650.000 votos y 19 diputados, siendo insuficiente su resultado para poder conjugar una mayoría con el PP de Feijóo. Ya antes, en comunidades de la importancia de Madrid o Andalucía se habían vuelto irrelevantes ante las mayorías absolutas de Ayuso o Juanma Moreno, y en algunas de las hasta ahora gobernaba en coalición, como Murcia, estuvieron cerca de no ser necesarios.

Nadie se acuerda del socio

Precisamente, otro de los factores que están de algún modo detrás del divorcio precoz de Vox y PP en las seis autonomías en las que gobernaban es el efecto que suelen sufrir, en los gobiernos de coalición, los partidos que están en minoría. Esto es algo que ya le ocurrió a Podemos en su día y a Sumar en la actualidad en sus matrimonios políticos con el PSOE: quedan eclipsados por el partido mayoritario, de tal manera que suele percibirse que los logros son mérito de aquél. Curiosamente y por el contrario, en las vacas flacas la culpa suele repartirse o incluso se suele achacar al partido secundario de la coalición.

Para partidos del perfil de Vox (o Podemos), de cierto corte antisistema, puede resultar más cómodo estar en la oposición que en tareas de gobierno, donde están más encorsetados para lanzar sus propuestas, con frecuencia poco convencionales y de difícil encaje práctico. Por ello, salir de los gobiernos de coalición puede ser incluso un alivio.

Más presión desde la oposición

De hecho, esta salida multiplicada por seis y ejecutada esta semana va a permitir a Vox estar liberado para presionar más al PP en cada votación que se produzca en cada parlamento autonómico. Sin un pacto al que estar sujeto, los de Abascal son ya libres para no apoyar las propuestas de los populares en Aragón, Baleares, Castilla y León, Extremadura, Murcia y Comunidad Valenciana y que ellos no consideren acordes con su programa electoral o con su  ideología.

Pactos Génova-Ferraz

Esta ruptura, además, le sirve también a Vox para escenificar su oposición a los recientes pactos que, al más alto nivel, han alcanzado Partido Popular y PSOE: desde la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), ya consumada, a las negociaciones entre Génova y Ferraz para actualizar los nombramientos en instituciones como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) o la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

También se está fraguando entre los dos grandes partidos un acuerdo para el nombramiento de la dupla gobernador y subgobernador del Banco de España y para renovar los vocales Junta Electoral Central, negociación en la que ha sido el PP el que ha excluido a Vox. Curiosamente, toda esta ristra de pactos entre Génova y Ferraz también han provocado las suspicacias y las críticas del otro extremo del arco parlamentario.

Cambio de rumbo: menos liberal, más conservador

La decisión de Vox también es la culminación de un rumbo que viene marcando el partido desde que se colocara como el tercer actor del teatro político en España. Este cambio de rumbo se fraguó el pasado verano, tras el mal resultado de Vox en las generales del 23-J, y que tuvo como mayor ejemplo la salida de Iván Espinosa de los Monteros, una de las caras más reconocibles del partido y portavoz parlamentario.

La salida de Espinosa de los Monteros, si bien explicada oficialmente por su regreso a la actividad privada, respondía también a una nueva estrategia del partido en la que se desprendía de los cargos de marcado carácter liberal para apostar por políticos de perfil más 'duro' ideológicamente, como Jorge Buxadé o Ignacio Garriga, más cercanos al conservadurismo tradicional y católico.

Preparados para una repetición electoral

Y finalmente, a nadie escapa que Vox está tomando posiciones en un escenario de alta inestabilidad e impredecibilidad como es la política española. La creciente amenaza de una repetición de las elecciones en Cataluña y la fragilidad de la coalición de Gobierno entre PSOE y sus múltiples socios, sobre todo en lo que respecta a los secesionistas catalanes, hacen que todos los partidos estén preparados para un nuevo asalto electoral general.

Los resultados de unos nuevos comicios al Congreso de los Diputados son absolutamente impredecibles dado lo ajustado de las horquillas en las que se mueven todos los partidos, por lo todos quieren estar bien colocados en el momento en el que se active la maquinaria, y en un escenario en el que caben nuevos actores, como Se Acabó la Fiesta, que amenazan de manera directa si no la supervivencia de Vox, al menos su futuro más cercano y su capacidad de ser decisivos.

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