La política española hace lo nuevo viejo en cuestión de días o semanas. Un político cercano al Consell aseguraba no hace mucho en privado que en las próximas elecciones de la Comunitat Valenciana el PP lograría mayoría absoluta, siempre que no ocurriese nada extraño. Pues ya ha ocurrido lo que nadie pensaba que iba a suceder.

La espantada de Abascal y los suyos de los Gobiernos autonómicos no es una buena noticia, por más que los populares hagan de la necesidad virtud y consideren que ahora ya pueden presentarse a los votantes socialistas descontentos con Pedro Sánchez como el verdadero centro político.

Que una formación como Vox deje los gobiernos por tacticismo político no es bueno para la vida política española. Que hoy tengamos a un partido con más de un millón y medio de votos en las europeas (más lo que suma Alvise) como otro eje de ruptura más es muy negativo. Confían los populares en que la actitud de Abascal devolverá al PP los votos perdidos, como pasó con Ciudadanos. En el fondo saben que será muy difícil, porque hay un núcleo duro del electorado de Vox que no va a volver al PP, aunque sea para poner fin al mandato del presidente del Gobierno. En todo caso, sería un voto prestado.

Vox puede haberse hecho el harakiri. Su estrategia pasa ahora por esperar cómo va a sentar en su electorado y en el del PP el giro al centro anunciado por Feijóo. El partido de Abascal ha hecho un "trabajo sucio" sacando leyes que posiblemente los populares no hubiesen hecho por sí solos y que en Génova saben, aunque les pese, que cuentan con el beneplácito de muchos de sus votantes. Ahí va a tener que manejarse Carlos Mazón y el resto de presidentes autonómicos. En intentar hacer frente a la izquierda sin pasarse de frenada y sin que vuelvan a ser tildados de "derechita cobarde". La alcaldesa de Valencia conoce bien lo duro que es Vox en este juego. Mazón ya sabe lo que le espera.