Internacional

Los PIGS, el 'otro' brexit y la cabeza de Olmo

Dani Olmo salva un gol de Inglaterra sobre la línea en el último minuto de la final.
EFE

La división de la Unión Europea, en muchas ocasiones, ha sido sobre todo geográfica. La 'lucha' norte-sur por la ortodoxia económica, la rectitud y la fortaleza ante las crisis contrastó entre una parte y otra del bloque, como si de dos Europas diferentes se tratara. Dice Timothy Garton Ash que hay tantas Europas como ciudadanos, y puede que sea cierto. Igual que hay tantas maneras de jugar al fútbol como entrenadores, jugadores o ideas. Pero sin duda, la que prevaleció en la Eurocopa fue la de España; la vistosa, la alegre, la dicharachera, la de un sur que lejos de los acrónimos despectivos (PIGS, se les llamó a Portugal, Italia, Grecia y España en la recesión de 2008 por parte de las voces más críticas y faltonas) ha hecho de esta cita una hegemonía. 

Desde 2004, solo países del sur de la UE han ganado este torneo. Sí, esos cuatro: Grecia, España en tres ocasiones, Portugal e Italia. Quién lo diría. Dijo Marcelo Bielsa hace unos días que el fútbol es del pueblo, y tiene razón; uno levantaba la cabeza este domingo por las calles de Bruselas, ajena al bullicio de la burbuja comunitaria por unos momentos, y veía camisetas rojas, banderas, pulseras, caras pintadas con la bandera de una España que se acerca mucho en estas citas a quienes se pasan la vida fuera. 

El fútbol es también una reconciliación con los orígenes y el estilo de la selección ha sido la conexión con una visión de Europa asociada al divertimento, sí, pero también al trabajo. Al desparpajo, como Lamine y Nico; al curro diario y a la capacidad de sorprender, como Martín Zubimendi. Nadie contaba con él, y en el más difícil todavía (sustituir a Rodri, mejor jugador del torneo) se elevó a los cielos. El de la bienvenida de quienes también son de casa, como Robin Le Normand y Aymeric Laporte, que prefirieron mirar al sur de los Pirineos para triunfar. El del mérito ordenado y silencioso de Luis de la Fuente, que ha tapado muchas bocas.

Hubo un tiempo en el que España, Italia, Portugal y Grecia eran los apestados de una UE que parecía empeñada en partirse por la mitad. Se pasó del "whatever it takes" de Mario Draghi a los rescates de los que después algunos hombres de negro se arrepintieron, y después al "ni un euro para los españoles" que le gritaron a Rutte en plena negociación del fondo de recuperación por la pandemia de Covid. Ahora las dinámicas han cambiado, parece. Esas cuatro voces suenan más y mejor entre los 27, pero tiene que quedar clara una cosa: el fútbol es mucho más que fútbol. Es la vida. Y también sirve para pasar facturas aunque muchos se limiten a ver simplemente a 22 personas detrás de una pelota.

Contrastó la tensión de los españoles desperdigados por la capital comunitaria, eso sí, con la paciencia y la calma de unos belgas que también iban con España. Fue una tarde de nervios, de mucha espera, de pantallas gigantes en Mont des Arts, de 'colonias' españolas en Place du Luxembourg y de gritos mezclados en el Jardin Hospice. No había esquina de Bruselas que no hablase español; es algo que pasa normalmente, sí, pero esta vez con mayor intensidad. Las caras a las ocho de la tarde eran de nervios pero también de confianza, o de fe, según a quien preguntases. En el descanso algunos incluso mencionaron la palabra maldita: "Penaltis". Hasta que Nico Williams primero y Mikel Oyarzabal después desataron el delirio. A última hora, "más español imposible", se comentó. Se pueden hacer las cosas bien incluso sobre la bocina.

Y no, en Bruselas casi nadie habla ya del brexit. No hace falta porque ya es agua pasada, pero no faltaron las referencias a la salida del Reino Unido de la UE ni tampoco Gibraltar. "Este es el otro brexit, el segundo", comentaron algunos españoles cuando llegó el pitido final, entre risas, con varias mesas teñidas de rojo y amarillo rodeando una tabla central en la que estaban sentados algunas decenas de aficionados ingleses. Fue una mala noche para ellos pese a que la cerveza voló por unos minutos tras el gol de Palmer. "Brexit significa brexit", repiten los más eurófilos para referirse a las relaciones con Londres; aplicable también a que "Oyarzabal significa gol". El vasco está abonado a las finales, y no iba a faltar a su cita para entrar en la historia, con nombres como Fernando Torres o Andrés Iniesta.

Esa Europa del sur, esa España, es también la que es capaz de caminar sobre el alambre. El reloj se paró para todos los españoles durante unos segundos cuando, en el último minuto, Marc Guéhi remató a bocajarro el que iba a ser el empate. Iba. Dani Olmo puso su cabeza para salvar a España y marcar el 'otro' gol de la final. Cómo se celebró, con el corazón a mil por hora. Fue el resumen perfecto de esos PIGS reivindicados, casi contrarreloj y, desde luego, contra pronóstico. Ni Francia, ni Alemania, ni Inglaterra han podido parar a esta España llena de espíritu, de reivindicación, llena de esa Europa que siempre se levanta. No es solo fútbol; es la vida. Y qué bella.

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