Andan las derechas revueltas este verano. Al confirmado crecimiento electoral de la extrema derecha en las elecciones europeas le ha seguido la frustración por el imposible acceso al poder en Francia de su principal activo, el partido de Marie Le Pen. También su ascenso a tercera fuerza en el recién estrenado europarlamento ha quedado matizado al dividir su nuevo poderío en tres diferentes grupos parlamentarios, incapaces de compartir liderazgo.

En España, Santiago Abascal ha salido inesperadamente de los gobiernos autonómicos a los que tanto le costó entrar provocando una convulsión interna aún por evaluar. Y para colmo, el gran triunfo de la selección española de fútbol en la Eurocopa ha estado protagonizada por unos futbolistas de distintas razas, orígenes y nombres que reflejan como nunca la diversidad del país en el que vivimos. Si no fuera porque Trump tiene cada vez más cerca la Casa Blanca diríamos que no es una gran semana para ser ultra.

La 'semiruptura' de Vox con el PP, con el que aún comparten, recordemos, cientos de gobiernos municipales en toda España, pretende liberar a los de Abascal del insultante apelativo de 'muleta' de los de Feijóo y volver a disputar los 800.000 votos que un imprevisto Alvise Pérez les arrebató por su derecha el pasado 9-J. Un paso de Vox ratificado por su abandono de Meloni en Estrasburgo para unirse al nuevo grupo de Orban y Le Pen, aparentemente más radical.

En Génova viven con cierto alivio la decisión, aunque suponga asumir que el objetivo de fagocitar a Vox a medio plazo, tal como sucedió con Ciudadanos, deje de sumar en la ecuación de Feijóo para llegar a La Moncloa. Ahora el PP podrá mostrarse tal cual es: ¿votará a favor de la modificación de la Ley de Extranjería que obliga a un reparto solidario de los menores migrantes llegados a Canarias?. Grandes oportunidades, importantes movimientos y fuertes apuestas en tiempos de máxima polarización a los que conviene estar muy atentos.