La contracrónica

Cinco años más de Von der Leyen: el sueño de una noche de verano

Ursula von der Leyen junto a varios de sus comisarios salientes.
Ursula von der Leyen junto a varios de sus comisarios salientes.
Alexis HAULOT
Ursula von der Leyen junto a varios de sus comisarios salientes.

Escribe Milena Busquets en Gema que "hay cosas que no son verdad hasta que alguien las dice en voz alta, y cosas que una vez dichas en voz alta dejan de ser verdad". En voz alta prometió Ursula von der Leyen a izquierda y derecha tantas cosas que parecen inabarcables para su segundo mandato al frente de la Comisión Europea. Si son verdad o no solo lo dirá el tiempo, pero parece que la alemana ha entrado en un sueño en una noche de verano, esa obra de William Shakespeare donde Hermia está comprometida con Demetrio, pero está enamorada de Lisandro y no puede casarse con él porque su padre no lo acepta. 

Durante el próximo lustro, lo que la germana quiera ganar por un lado sabe que muy probablemente lo perderá por el otro. Primero no dijo en voz alta qué prefiere, si la coalición centrista o un acercamiento a la derecha radical "asumible" de ECR. Se quedó en medio. Después de las elecciones caminó hacia los Verdes sin dejar de cortejar a los de Meloni. Y quizá la clave está en lo que se calla: que lo difícil es lo más emocionante. Es decir, jugar a dos bandas aunque esto suponga ser al mismo tiempo del Barça y del Real Madrid. Aunque implique enamorar y enamorarse (casi) a la vez de dos personalidades que tienen poquísimo que ver. Quién sabe.

Von der Leyen se sabe inevitable ahora mismo, pero el contexto actual la convierte en una equilibrista digna del Circo del Sol. La realidad es que la coalición centrista que sostuvo a la alemana en 2019 se ha visto ampliada hacia la izquierda, sumando a los Verdes, pero habrá temas como la migración en los que la presidenta reelecta sienta la presión de los grupos a su derecha (ECR y Patriotas, sobre todo). Se ha demostrado que no necesita sus votos, pero es sabido también que su agenda no es la de los ecologistas... sino una más pragmática, sobre todo en un lustro en el que el Pacto Verde será una prioridad editada. En el juego numérico y político Von der Leyen ha ganado el primer partido, pero la liga que es una legislatura europea es muy larga.

Para los primeros pasos de la legislatura Von der Leyen camina con los que la abrazaron antes; la coalición centrista tiene que ir de la mano, pero eso no quiere decir que con el paso del tiempo la alemana no pueda elegir como compañeros de viaje, al menos para ir a por el pan, a ECR. Los de Meloni, al no votarle en masa, se quedan en un limbo algo complicado, pero los meses, los años, le podrían dar una oportunidad. La pedida de mano salió bien, pero los celos pueden terminar apareciendo cuando se hable de fronteras, de gestión de la migración, de clima o de ampliación. Ahí Von der Leyen tendrá que elegir lado porque la transversalidad no le valdrá. 

Ahora, es una mujer contenta. Quizá la más feliz de Europa. Por la votación y porque seguirá siendo la que más poder tenga y la que salga en casi todas las fotos. De rosa claro, sonriente pero firme, tuvo que ver cómo en el pleno se utilizaba un bozal para no se sabe muy bien qué. A gritos y desde la última fila. Es una metáfora interesante porque el objetivo de Von der Leyen es que la voz de la UE se escuche más que nunca. No, ya no vale que el bloque hable en voz baja, ni mucho menos que se quede callado. Tiene que expresar sus prioridades en voz alta, y clara. Sobre todo clara. 

Ursula von der Leyen, con sus luces y sombras, se ha convertido en la protagonista de una historia que bien podrían escribir Shakespeare o Busquets. Porque la UE es la unión de diferentes, es la letra de la Historia y de lo contemporáneo; de lo que lee todo el mundo y de las novelas escritas con trazo fino en un salón con poca luz. Es una buena foto de esto la amalgama de apoyos que ha conseguido la (re)elegida. De los populares a los verdes, pasando por algún voto suelto de los ultraconservadores. Sí, Europa también es eso; grandes coaliciones capaces de escribir a cuatro, seis, ocho o diez manos. Llegará un día en el que cuando se pase el ombliguismo veamos esto como un logro y no como un problema.

El sueño de una tarde de verano para Von der Leyen era no llevarse sustos y poder sentarse un lustro más en el Berlaymont, ese edificio de cristaleras en el que brilla el poco sol que se posa sobre Bruselas. Objetivo conseguido, pero queda todavía mucho que escribir si quiere dejar la impronta de una obra maestra. Cabrán los tropiezos, las riñas, los abrazos, los llantos incluso o hasta los enfados casi irreconciliables. Lo que no cabrá será la condescendencia. Porque los libros que se escriben con desgana nunca ganan premios Nobel, pero tampoco amenizan una noche de canícula a la orilla del mar.

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