Las dos rayitas azules del WhatsApp son dos actas notariales, las preguntas de una madre, el profesor pasando lista y el “sí, renunciamos” de un bautizo. Las dos rayitas azules del WhatsApp le dicen al otro que el mensaje salió, llegó y se leyó. Le cuentan más que tú a tus amigos en dos años. Las dos rayitas del WhatsApp son un servicio secreto en el bolsillo.
Estas dos marcas azules generan una corriente de pensamientos de ida y vuelta, una ficción descontrolada, una amenaza de tormenta que suele quedarse en cuatro gotas. El absurdo primer tema de la asignatura de lengua en el que se estudiaban emisor, receptor y lenguaje cobra aquí sentido y parece tener alguna utilidad por fin, después de tantos años de vacío.
El emisor sabe que el receptor lo ha leído. A partir de ahí, en su mente comienza una sesión golfa que proyecta una película de ciencia ficción muy mala. Si no hay respuesta, la película se convierte en drama en la mente del emisor. Si aquello se queda sin responder, se cronifica y genera algo muy parecido a una ofensa. En algunas redes lo llaman “dejar en visto”, que es algo muy parecido a decir de alguien es muy simpático.
Estas dos marcas azules generan una corriente de pensamientos de ida y vuelta, una ficción descontrolada, una amenaza de tormenta que suele quedarse en cuatro gotas.
El receptor, por su parte, está, seguramente, muy ocupado y no puede responder en ese momento. Piensa hacerlo cuando tenga un momento de paz, pero, a veces, ese momento no llega nunca y el mensaje se queda fosilizado, con un azul brillante que es la marca de la culpa, una realidad a veces más potente que la propia conciencia. La actualidad sepulta el mensaje y la tormenta empieza a amenazar.
Hay gente que retoca los ajustes del conocido programa de mensajería para que las dos rayitas nunca se tiñan de azul, para dejarle al emisor una duda, para defenderse de los ansiosos y para decir de una forma sutil, que no responde inmediatamente porque no le da la gana, que ya lo hará cuando pueda. Las dos rayitas azules del WhatsApp son una servidumbre de ansiedad que la era digital nos ha echado a la mochila sin comerlo ni beberlo. Dos piedras gordas.
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