OPINIÓN

Lecturas de verano

Libro en la playa
Una mujer lee un libro en la playa.
FREEPIK
Libro en la playa

Leemos blogs (cada vez menos), compramos libros (cada vez más), escuchamos el pódcast que aligera las horas hasta la playa, el pueblo, las que esperamos en el aeropuerto; agarramos al vuelo un periódico gratuito, seguimos con el rabillo del ojo las noticias, silenciadas pero con un rótulo informativo, que emite sin pausa la televisión. Nos cuenta el pequeño, de manera atropellada, qué le ha pasado en el campamento y asentimos mientras el mayor se hunde en un silencio hosco, propio de la edad, y en el laberinto insondable del móvil, que lo atrapa y apenas lo devuelve a las horas de la comida. Deja eso, que te dé el sol un poco por lo menos.

Hay una serie nueva en la plataforma, en todas las plataformas, hay cien series, mil series, se nos va el tiempo en búsqueda de la mejor y luego nos quedamos dormidos a los diez minutos de su inicio, un documental, un true crime que nos suena vagamente, o que sucedió en nuestra ciudad y que queremos que de nuevo nos lo cuenten, porque así se asienta la memoria, entre recuerdos viejos y nuevas imágenes. Deja, deja, hoy no cocinamos. Una ensalada, tira de gazpacho.

Salta en X una polémica nueva, viejísima: ni feminismo ni machismo, disfrutad lo votado, cómo puede ser que esto ocurra, todos son iguales, los jóvenes ya no saben hablar, ni leen ni piensan, OK, boomer, espadas que se sacan, se blanden, bloqueose y no hubo nada. Nos atrapa el último cotilleo del camping, cómo puede ser, los matrimonios ya no aguantan, quién lo iba a decir, ¿con esa? ¿En serio? Baja la voz que está ahí el chiquillo. A ver si sueltas el móvil, niño, ponte protector solar.

Entonces, de nuevo, en mitad de estas historias, se abre el libro, desaparece todo lo que nos rodea, cada página nos lleva a otro lugar y nuestro cerebro escucha otras voces. Vivimos a otro ritmo, eso implica el verano. Vivimos en otro mundo, eso nos trae el libro.

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