OPINIÓN

Una calamidad llamada Trump

July 18, 2024, Milwaukee, Wisconsin, USA: Former United States President Donald J. Trump accepts his party's nomination as President of the United States at day four of the 2024 Republican National Convention at the Fiserv Forum in Milwaukee, Wisconsin on Thursday, July 18, 2024 Europa Press/Contacto/Ron Sachs - Cnp For Ny Post 18/7/2024
Donald Trump.
Europa Press
July 18, 2024, Milwaukee, Wisconsin, USA: Former United States President Donald J. Trump accepts his party's nomination as President of the United States at day four of the 2024 Republican National Convention at the Fiserv Forum in Milwaukee, Wisconsin on Thursday, July 18, 2024 Europa Press/Contacto/Ron Sachs - Cnp For Ny Post 18/7/2024

Desde que se estableció el límite legal de dos mandatos para los presidentes de Estados Unidos, la tradición dicta que los inquilinos del Despacho Oval dedican sus primeros cuatro años en el poder a realizar una gestión política que les asegure la reelección. Y, conseguido ese objetivo, los últimos cuatro años tienen como misión construir el legado que esa presidencia dejará para la historia. Eso no ocurrirá con Joe Biden.

El 9 de agosto de 1974, Richard Nixon pronunció sus últimas palabras como presidente antes de abandonar la Casa Blanca. Aquella mañana, rodeado de su familia y de sus colaboradores, el único presidente de Estados Unidos que ha dimitido de su cargo dijo que "solo si has estado en el valle más profundo, puedes saber lo magnífico que es estar en la montaña más alta". Hay que imaginar lo duro que debe de ser para quien está en la montaña más alta, y tiene la opción de quedarse allí durante más tiempo, verse obligado a renunciar. Y, sin embargo, a pesar de lo dolorosa que esa decisión ha tenido que ser, Biden ha hecho lo que debía y la historia ya se lo reconoce.

Biden ha tratado durante estos años de ignorar su realidad. Le costó décadas conseguir la presidencia y alcanzó su sueño cuando parecía que sus opciones eran inexistentes. Es humano, por tanto, el deseo de aferrarse al objetivo alcanzado con tantas dificultades y tratar de sostener la antorcha hasta el último día posible. Y es lógico que quien envejece se niegue a asumirlo, como una estrella del deporte que se resiste a dejar de serlo aunque el paso del tiempo haya hecho que las fuerzas ya no respondan como antes. Sin embargo, ni Biden ni quienes le rodean han sabido elegir el momento para adoptar la decisión que todos, fuera de ese círculo cercano, sabían que era necesaria e inevitable.

Biden debió anunciar su renuncia antes de que se iniciaran las elecciones primarias. Es cierto que eso hubiese supuesto que el efecto ‘pato cojo’ (así se califica en Estados Unidos a los presidentes que están en el final de su mandato) se adelantase y Biden dejara de tener el foco. Su último año en la Casa Blanca se habría diluido en favor de los dos candidatos a sucederlo. Pero ese efecto, finalmente, se ha producido, y con menos grandeza, porque lo ha hecho cuando todos sabemos que no quería renunciar.

Aun así, el legado que el presidente hubiese querido construir en un segundo mandato, ahora se conocerá mucho antes. Biden ya está en la historia por haber sido el hombre que supo sacar a Donald Trump del poder, y ahora corría el riesgo de ser el hombre que lo devolviera al poder. Con su renuncia abre una nueva vía para ahorrar al mundo que se repita la calamidad llamada Trump.

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