Las chabolas se dispersan por la región en nuevos micropoblados

  • Los grandes núcleos de infraviviendas se eliminan, pero sus habitantes se desperdigan en pequeños núcleos.
  • Proliferan en Fuencarral y el Corredor.
Imagen de un núcleo chabolista.
Imagen de un núcleo chabolista.
JORGE PARÍS
Imagen de un núcleo chabolista.

Cuando se destruye un hormiguero, las hormigas no desaparecen sin más, sino que se desperdigan y crean nuevas colonias. Algo similar, salvando todas las distancias, está ocurriendo con los poblados chabolistas en Madrid.

Sobre el papel, los planes de erradicación del chabolismo (dirigidos por la Comunidad y los ayuntamientos, principalmente el de la capital) se encargan de derribar los grandes poblados y realojar a sus habitantes en viviendas salubres. Sin embargo, en la práctica no todos consiguen una nueva casa, con lo que se quedan a la intemperie y sólo tienen la opción de construirse una nueva chabola en otro punto.

Este fenómeno está provocando una dispersión de los chabolistas por el territorio regional y el surgimiento de nuevos microasentamientos con cinco familias como máximo. Actualmente hay 8 grandes poblados en la región (sin contar la Cañada Real), frente a 23 pequeños núcleos, según el censo del Instituto de Realojo e Inserción Social (Iris), de la Consejería de Vivienda. En total hay 900 chabolas en la comunidad.

Patrulla de chabolas

"El plan de desalojos no tiene sentido si no se evita que reaparezcan las chabolas. Se tolera la construcción de pequeños asentamiento", explica la portavoz de Servicios Sociales de IU en Madrid, Milagros Hernández. El área municipal de Urbanismo reconoce que "no se realiza un censo de asentamientos", ya que ésa es tarea del Iris. Este organismo dispone de un grupo de inspectores (el Siviris) que patrulla los núcleos para contabilizar a los chabolistas.

La mayoría de microasentamientos surgen en el norte, en los distritos madrileños de Fuencarral y Hortaleza, y en el Corredor de Henares. Mientras, los grandes poblados, como la Cañada Real o Las Mimbreras, se extienden por el sur de la capital.

Los vecinos conviven sin problemas con los pequeños poblados. "Son pocas familias, no generan molestias y están alejados de las viviendas, en descampados o zonas industriales", explica el portavoz de Urbanismo de la Fravm, Vicente Pérez. "Si pierden su vivienda, en algún lugar tendrán que vivir, ¿no? El problema es que se descontrolen y crezcan", concluye Mariano Manjavacas, de la plataforma vecinal de Vallecas.

"Si te echan, te vas a otro lado"

M.ª Jesús y su familia se han hecho una nueva casa en el Cabezón (Fuencarral). Mientras, a San Fernando acaba de llegar un grupo de rumanos. En plena Nochebuena, M.ª Jesús y sus 12 hijos, de etnia gitana, fueron desalojados de la vivienda que ocupaban en Fuencarral. En menos de dos días volvieron a levantar una casa con tablas, chapas y plásticos en la calle Antonio Cabezón. "Si te echan de un sitio, pues te vas a otro. No tenemos casa fija, ¡pero anda que no hay campo!", dice Lola, una de las hijas.

"Nos tiran y a empezar de nuevo... así es nuestra vida", se lamenta M.ª Jesús, acostumbrada a vivir con la casa a cuestas. Pronto se volverá a mudar: la prolongación de la Castellana pasará sobre los terrenos de su casa provisional.<p>Lola y Mª Jesús, habitantes del Cabezón.</p>

Veinte metros más abajo, junto a un polígono, se levanta otro pequeño asentamiento. "Son gitanos extremeños, buena gente, no dan problemas", explica un trabajador de una fábrica cercana. "Los chungos son los otros, los rumanos de arriba", añade. Se refiere a otro micropoblado surgido en la otra punta del descampado. "No paran de llegar y nos tienen a todos agobiados", explica una vecina.

También acuden rumanos a La Fuentecilla (San Fernando), junto al antiguo poblado de Las Castellanas. "Llevamos aquí nueve meses. Hace poco estábamos solos, ahora somos 20 familias", dice Gervase. Éste es un ejemplo de que los pequeños núcleos se convierten en grandes focos si no hay control.

Junto a una casa en ruinas, este grupo de rumanos (y albaneses y marroquíes) han creado su submundo. No confían en los extraños, les cuesta abrirse y echan a los visitantes bajo amenazas. Nada que ver con los gitanos españoles, como Esther, que resiste en Las Castellanas pero desea otra vida: "Sólo quiero que mis hijos no sean como yo, que se eduquen como los payos y salgan a flote, salir de la chabola, vivir en una barriada... Quizá mis nietos tendrán mejor suerte".

Mario Toledo
Jefe de Actualidad '20minutos'

Licenciado en Periodismo en la UCH-CEU de Elche y Máster en Desarrollo de Páginas Web. Di mis primeros pasos como periodista en el diario regional 'Las Provincias' y en 2007 di el salto a Madrid para formar parte del equipo de '20minutos'. Aquí he crecido primero como reportero de información local, luego como jefe de Actualidad y actualmente sigo aportando mi día a día como jefe de la sección de Madrid. Disfruto en todo momento de mi profesión y de la información local, la más completa y más cercana a las vidas cotidianas de los ciudadanos.

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