Cine

Ben Affleck vuelve a la Mostra veneciana con la convincente 'The Town'

Ben Affleck (a la izquierda) junto a la actriz Rebeca Hall y el actor Jon Hamm.
Claudio Onorati / Efe

En los pueblos todo se sabe. Y con esta premisa Ben Affleck, que ya ganó la Copa Volpi al mejor actor hace unos años con Hollywoodland, se ha plantado en el Lido, que no deja ser un pequeño pueblo de vacaciones, para presentar su segundo trabajo detrás de las cámaras, The town. Affleck, que ya demostró que no era manco con Adiós, pequeña, adiós, se rodea de un grupo solvente de actores que lidera él mismo y en el que también se cuentan Jon Hamm (Mad Men) o Rebecca Hall (Vicky Cristina Barcelona).

La acción se traslada a una población norteamericana donde Affleck dirige un grupo de ladrones de bancos que en uno de sus trabajos toman a una chica por rehén. Con el tiempo, la relación entre el líder (Affleck) y la rehén (Hall) se estrechará más de lo deseado dando el pistoletazo de salida a las tensiones del grupo. Entretenida, efectiva, la cinta de Affleck no se colará entre lo mejor de la Mostra. Pero tampoco entre lo peor.

Dos bostezos y una sonrisa

Pero no todo iba a ser Hollywood en la sección oficial. Teniendo en cuenta que este año a los organizadores de la Mostra les ha dado por ampliar el número de cintas a concurso hasta 24 la ecuación se vuelve previsible: la calidad media de las cintas a concurso es más baja de lo que sería con menos aspirantes.

Por esta sencilla regla de tres, las otras dos cintas del día se engloban en ese grupo. La primera, Venus noire, un tour de force del realizador francés de origen tunecino Abdellatif Kechiche cuenta durante cerca de tres horas la historia de una mujer africana que en la Europa del siglo XIX. Condenada a ser exhibida como rareza primero, y a prostituirse después, la cinta se empeña en estirarse como un chicle primero para dar carpetazo a la trama en poco más de veinte minutos. Con noventa, en total, le habría bastado.

Por otra parte, el desastre. La griega Greenberg, deudora estética de Canino, sigue a una joven durante los últimos días de vida de su padre y entre medias descubre el amor (o lo que cree que es amor). Otra de esas cintas que bajo la pretensión de ser cine de autor aprovechan para colar interpretaciones lamentables e inyectar a la historia una ausencia de ritmo que la convierte en una carga insoportable.

Afortunadamente, al director de la Mostra, de vez en cuando, le salva su pasión por todo lo que venga de oriente. Aunque la prensa ha tenido que tragar con tres cintas de artes marciales, hoy la Mostra le dedica el día a Takashi Miike, uno de los cineastas más peculiares del país.

Capaz tanto de rodar una cinta fantástica de caracter infantil como de hacer un retrato despiadado de un asesino en serie, Miike llega a Venecia con una de samuráis y la secuela de Zebraman, un superhéroe basado en una famosa serie de televisión nipona. Una secuela que funciona más como cinta de acción que como comedia, pero que sigue manteniendo las tradicionales meadas fuera de tiesto de Miike. Que siga así por mucho tiempo, para rescatar a los festivales de jornadas tediosas.

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