Echan el cerrojo al Penicilino

Cierra uno de los bares más clásicos de Valladolid tras más de 150 años de vida.
Manolo Cossío cierra el Penicilino, tras 20 años al cargo y 150 de historia del local.
Manolo Cossío cierra el Penicilino, tras 20 años al cargo y 150 de historia del local.
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Manolo Cossío cierra el Penicilino, tras 20 años al cargo y 150 de historia del local.
«Un penicilino, por favor». «¿Con zapatilla?» «Por supuesto». El bar con más intrahistoria de Valladolid nos deja, y con él también se esfuma la posibilidad de volver a degustar su bebida característica, de cuyo nombre, el mismo con el que se conoce al local, será difícil olvidarse: el Penicilino.

Lorenzo Bernal (1860) fue su dueño y fundador, hasta que a principios del siglo xx  lo adquirió Juan Martín Calvo. Desde entonces, su familia, primero su mujer, Avelina, después su hija y su yerno, y ahora su nieta Cristina y su marido, Manolo, han regentado este establecimiento por el que también han ido pasando generaciones y generaciones de vallisoletanos.

Ahora, Manolo Cossío ha dicho basta: «¡Me jubilo!». Y se dedicará, tras 20 años en el bar, «a leer, pasear y escuchar música». «Hombre, hay dos o tres jóvenes que han alquilado el local cuatro años, hasta que esto lo tiren y hagan apartamentos. No sé si darán las zapatillas (los mantecados de Portillo), pero por supuesto no venderán penicilinos porque su receta es secreta y sólo la conocen tres familiares».

Lo único que ha trascendido del penicilino es que «tiene 18 grados» y que se puede comparar «al Oporto dulce». «El nombre se lo puso un estudiante por 1940. Justo había empezado a comercializarse la penicilina y se le ocurrió». El boca a boca hizo el resto y  también cambió la a final por la o. «Son cosas que pasan, pero lo que no ha cambiado nunca ha sido la esencia del bar».

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