OPINIÓN

Que te pongas la mascarilla, insensato

Las grandes metrópolis son los nodos de interconexión de un mundo hiperconectado. Greenpeace considera que debemos ser capaces de convertirlas en un espacio más sostenible, solidario, respetuoso y seguro.
Personas caminando con mascarilla por la Gran Vía madrileña.
Greenpeace/Pedro Armestre
Las grandes metrópolis son los nodos de interconexión de un mundo hiperconectado. Greenpeace considera que debemos ser capaces de convertirlas en un espacio más sostenible, solidario, respetuoso y seguro.

Da igual los muertos que tengamos. Sigo encontrando gente caminando por la calle sin mascarilla y escuchando a iluminados que dudan de su efectividad para acabar con el puñetero virus. Y los hay de todo tipo: adolescentes y jóvenes que se creen inmortales, adultos que alardean de que a ellos no les dice nadie lo que tienen que hacer, abuelos de los que ya están de vuelta... A todos les une la inmadurez y el narcisismo. ¿Si están bien ellos qué más da lo que le pase al resto?

A esta panda de insensatos los he visto hasta por la Gran Vía. Con lo que no me he encontrado aún en Madrid es con el momento en el que les dan el alto y les cae la multa. Tiene pinta de que es la única manera, porque en este país hay algunos con los que toca hacerlo a lo bruto, que el significado de comunidad lo desconocen, sobre todo el de la transmisión del virus.

"Hay algo en lo que todos somos iguales: la capacidad de transmitir el virus"

Hay un colectivo de antimascarillas pirados que usan argumentos absurdos y jipis (Ouka Leele soltó en una concentración que la mejor mascarilla es el amor) para negar la existencia de un virus tan real que la 2.ª ola se ha adelantado del otoño al verano. Los que pasan de taparse la boca tienen culpa. También los que han gritado a los cuatro vientos que tenían derecho a montar fiestecitas, como los vecinos coñazo de mi calle (aprovecho para decirles que, ya que consideración para no liarla día sí día también no tienen, a ver si consiguen gusto musical, que hay más cosas en Spotify que chunda chunda y reguetón).

En la cúspide de la pirámide de la culpa están los que mandan. Priorizar la llegada de turistas y apertura de garitos de Magaluf igual era absolutamente necesario para la economía, pero también de lo más temerario. La decisión cuenta que España iba bien solo porque venían los alemanes a comprarse pisos en primera línea de playa, y no porque tengamos inversión en industria, tecnología o ciencia. Ahora encima tiene que decidir qué hacer con el virus cada comunidad. España es de lo más plural, cosa positiva menos ante una emergencia en la que hay disparidad y pocos brazos dispuestos a torcer.

"España es de lo más plural, cosa positiva menos ante una emergencia en la que hay pocos brazos dispuestos a torcer"

También hay quien culpa a los temporeros y trabajadores de fábricas que han llevado el virus de nuevo al centro de Barcelona, lanzadera para el resto de la península. La clase obrera a la que se ha obligado a volver al curro sin las condiciones necesarias, en espacios cerrados y sin distancia, paga la papeleta. Esa misma clasificación social podría acabar por determinar la rapidez en el acceso a la vacuna. Y luego ya, cuando todo se acabe, el virus se quedará en África y al mundo que tiene derecho a estar de terracitas le importará un bledo.

Por el momento, hay algo en lo que todos somos iguales: la capacidad de transmitir el virus. Esa solo se soluciona poniéndonos una mascarilla. Todos.

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