OPINIÓN

Vox y Podemos: trumpismo 'made in Spain'

El presidente electo de Estados Unidos, Donal Trump.
El presidente electo de Estados Unidos, Donal Trump.
GTRES
El presidente electo de Estados Unidos, Donal Trump.

El mundo tiene un villano menos desde que Trump va a mudarse de la Casa Blanca. El cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos ha sido como uno de esos malos de los cómics, sin talento, pero con carisma, que acaban convertidos en protagonistas. Lo peor es que su política de la soberbia, el discurso del miedo y la mentira impune han creado escuela por el mundo.

En España tenemos unos cuantos imitadores de Trump. Abascal es el que menos disimula que calca desde lo del «virus chino» hasta el «hacer España grande otra vez», sin olvidarse del muro de Ceuta y Melilla. Y luego hay otros que se reconocen tan poco en el trumpismo que celebran su fracaso, como Pablo Iglesias, pero al mirarlos con lupa resulta que comparten populismo. Sí, los programas de sus partidos son como el agua y el aceite, pero el populismo no es una ideología, sino una herramienta con la que se articula el discurso político.

El discurso político no puede ser el de una guerra, y menos el de una que no existe

El de Trump se basa en «nosotros» contra «ellos», igual que el de Bolsonaro, Le Pen y Chávez, que aquí lo de menos es ser liberal o marxista. Si queréis ahora hacemos el chiste de lo de ¡que vienen los comunistas de Venezuela!, pero la realidad es que el mensaje populista busca enfrentar al «pueblo» contra la «casta», que puede ser uno racista, a lo Trump, o un pueblo de clase obrera cabreada como el que ha hecho rico a Podemos.

Y luego está la conexión del líder republicano con nuestro vicepresidente por su mala relación con los mass media. Iglesias ha jugado desde su entrada en el tablero con la posibilidad de que los medios de comunicación tengan mecanismos de control público. Critica que estén en manos de millonarios, carga contra periodistas como Vicente Vallés y, desde su partido, crea su propio periódico con Dina Bousselham al frente dispuesta a viralizar cualquier polémica menos la que le atañe a ella misma.

El populismo nunca ha dejado de estar de moda. Lo que sí había cambiado eran las condiciones sociales que permiten que líderes con gusto por la demagogia lleguen hasta el poder. Trump supo rentabilizar la desgracia de una América ahogada tras la crisis, igual que Podemos lo hizo con la indignación del 15-M y Vox con la corrupción del PP. Lo peor es que, entre pandemias y crisis, volvemos a tener el perfecto escenario económico que da alas a la política del sentimiento negativo, máxima populista.

Las consecuencias de la era Trump tienen que enseñar al mundo que el discurso político no puede ser el de una guerra, y menos una que no existe como la de la inmigración de Vox o la «verdad» mediática de Podemos. Debemos aprender que no es «ellos» o «nosotros», sino que tenemos que vivir juntos, así que es un «todos», sin bandos. Y también que el único sitio en el que los villanos pueden existir es en los cómics.

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