Cuatro días de trabajo y tres de fiesta, pocos dudan de que esa semana laboral elevaría la calidad de vida de los ciudadanos. Sin embargo, seis de cada diez españoles la rechazan por entender que una jornada menos de labor semanal supondría un recorte proporcional del 20% en sus retribuciones. Una lógica similar explica las reticencias a la subida del salario mínimo en las circunstancias actuales. La encuesta DYM refleja el sentido común imperante y el recelo de la mayoría ante las propuestas quiméricas. No parece buen momento para levantar los pies del suelo.
OPINIÓN29.12.2020 - 06:26h
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