OPINIÓN

Eres biófilo, aunque no lo sepas

Una escapada a la naturaleza siempre es una buena idea.
Una escapada a la naturaleza siempre es una buena idea.
Toomas Tartes, Unsplash.
Una escapada a la naturaleza siempre es una buena idea.

El mundo se divide entre biófilos y biófobos. Los primeros sienten pasión por la naturaleza. Los segundos la odian y temen. Es una división desigual. Se calcula que menos de un 1% de la población rechaza ese vínculo de nuestro ser con lo viviente. Aunque otra gran parte permanezca atrincherada en asépticos mundos urbanos, mate impulsivamente cualquier araña, mosca o culebra que se le acerque, y lo más verde que pise en su vida sea una moqueta, en el fondo todas y todos necesitamos la naturaleza tanto o más que el comer. 

Tiene su lógica. Nuestra especie inquieta nació en África Oriental hace unos 200.000 años y hasta que inventamos la agricultura, la ganadería y las ciudades hace menos de 10.000 años fuimos cazadores recolectores, seres biocéntricos mimetizados con el entorno, sabios para poder sobrevivir (y prosperar) en un ambiente peligroso.

La actual dependencia a internet, supermercados, coches y hasta retretes ocupa apenas un mínimo instante de nuestra historia. Lo verdaderamente instintivo, lo que nos ha salvado de la extinción, es ese vínculo que mantenemos con el entorno natural. Por eso nos sentimos tan bien cuando pisamos el campito o caminamos descalzos por la playa. Porque volvemos a nuestra casa, la de verdad. Y cuando no podemos estar cerca de lo vivo lo reinventamos rodeándonos de alguna planta (aunque sea de plástico), animales de compañía, fotografías o amuletos.

Lo creamos o no, las personas estamos irremediablemente vinculadas a la naturaleza, un contacto esencial para lograr nuestro pleno desarrollo psicológico y físico. Negar esta evidencia, rechazar lo vivo, se llama necrofilia. Y con la que está cayendo, todos preferimos un buen paseo que un nuevo pateo.

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