OPINIÓN

Golpea a Rusia con consumo crítico

Una mujer con mascarilla, guantes y un carrito de la compra camina por la calle.
Una mujer acude a hacer la compra.
María José López
Una mujer con mascarilla, guantes y un carrito de la compra camina por la calle.

Pensábamos que de la pandemia saldríamos mejores y nos hemos despertado en medio de una terrible pesadilla de sangre y fuego. Millones de refugiados, amenaza nuclear, crisis económica. Somos asustados espectadores de un gigantesco desastre provocado por una única persona, un hombre blanco, machista, nacionalista, violento y terriblemente cruel.

Queremos ayudar a paliar tanto dolor enviando dinero, mantas, medicinas, comida, lo que sea con tal de ayudar a esa pobre gente. Pero nos olvidamos de lo más importante. Además de ciudadanos somos consumidores. Y consumir es un poderoso acto político.

Sería anecdótico boicotear la compra de productos rusos. ¿Caviar y vodka? No va por ahí. Hay que darle a Putin donde más le duele, en las exportaciones de petróleo, gas y cereales. Es ahí donde entra en juego el consumo crítico, aquel que va más allá del consumo responsable y nos empodera como activistas rebeldes y bien informados.

Dirás que cuando echas gasolina o enciendes la calefacción no tienes ni idea de dónde viene ese combustible fósil, y es verdad. Pero puedes hacer algo que si lo repetimos millones pondrá contra las cuerdas al monstruo: reducir el consumo energético y que solo proceda de fuentes renovables. Tener mejor aisladas las casas, bajar el termostato, apostar por el transporte público, la bici y el coche eléctrico.

También, y esto es muy importante, reducir nuestro consumo de carne, pues esos animales de macrogranja se alimentan con cereales que en parte proceden de Rusia y Ucrania. Y que con el bloqueo europeo tendrán que llegar de Estados Unidos, a un precio más caro y mayoritariamente de cultivos transgénicos.

En esta guerra, nuestro carro de la compra es un carro de combate.

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