Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Corre, adelgaza, ama y cuéntalo

Correr en grupo puede ser una aventura.
Correr en grupo puede ser una aventura.
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Correr en grupo puede ser una aventura.

Voy a correr con un grupo de running. Ya solo escribir “running” me da vergüenza, pero ellos se llaman así. Respetemos su voluntad. No es un grupo cualquiera porque, además, hablan de nutrición y la ponen en práctica. Vamos a dar cuatro vueltas al parque, aunque, si alguno se queda atrás, no pasa nada. Eso nos dice el jefe de la tribu, que es, además, nutricionista. Después, iremos a la zona del quiosco de la música y haremos una serie de ejercicios que él formula con palabras raras en inglés y que no recuerdo ni pienso buscar.

En las dos primeras vueltas, el grupo se mantiene homogéneo. Hay risas y buen ambiente. El ritmo no es fuerte, digamos que es un trote cochinero algo mejorado. Veo un cierto ambiente de apareamiento, un par de niveles de dignidad por encima de los bailes de salón. Se parece un poco a esos corros que se forman en las puertas de las discotecas después de cerrar, pero en movimiento y con una falta creciente de oxígeno. Me coloco junto a una chica que va en la cola del grupo y que empieza a mostrar síntomas de fatiga. Aguantamos bien dos vueltas, pero en la tercera, al llegar a la única rampa de todo el trazado, empezamos a perder contacto con el grupo. La chica no me mira, pero me gusta pensar que mi presencia puede servirle de ayuda como a mí me sirve la suya.

"Veo un cierto ambiente de apareamiento, un par de niveles de dignidad por encima de los bailes de salón"

Diez minutos después, con la lengua fuera, llegamos al quiosco de la música.. El grupo está colocado en un círculo amplio. El gurú está en el centro y dirige una especie de calentamiento. La chica y yo nos unimos y tratamos de seguir los ejercicios que plantea el líder. Hay estiramientos, saltos, flexiones y torturas variadas. Cuando todos estamos agotados, el chamán dice “es el momento, ¿quién se anima?”. Empieza lo bueno.

Un tipo con zapatillas naranjas y camiseta amarilla da un paso adelante y dice su nombre: “Llevo tres meses en esto. Antes intentaba perder, pero, aunque hacía ejercicio, estaba siempre igual. Ahora desde que me he puesto en serio con la nutrición -sube el tono- ¡he perdido siete kilos!”. El grupo rompe en una estruendosa ovación. He observado que nadie está quieto. Todos se mueven un poco, como si estuvieran en trance o haciendo un baile de servicios mínimos en la boda de una prima. Una chica da un paso adelante: “es mi cuarta semana y, la verdad es que estoy motivadísima. Nunca había perdido nada y ahora me he quitado dos kilos y quiero seguir sin parar”. Silbidos, aplausos, emoción. Esto empieza a asustar. La chica con la que he corrido levanta la mano: “es mi segundo mes, me está costando mucho, soy muy tímida y me cuesta socializar. Sin embargo, desde que me he puesto en serio con esto de la nutrición, he perdido seis kilos. Gracias por ayudarme. Es bonito sentirse acompañada”.

Me siento raro. Creo que no me van a invitar a hablar porque no he podido perder ningún kilo todavía. No hay nada como sacar los problemas fuera, socializar y ver mundo. Sentirse parte de algo es maravilloso. Aprovecho un momento de confusión, hago un gesto con la mano dirigido a nadie y me marcho al trote como si la paliza me hubiera sabido a poco. Invitadme a vuestras sectas, contaré lo que vea. 

Juan Luis Saldaña
Periodista y escritor

Colecciono coca colas falsas en lata y hago fotos a las bolsas de plástico en los árboles. He publicado libros de poemas y relatos. Mi última novela es "Hilo musical para una piscifactoría". Se llevó al cine bajo el título de "Miau". He sido redactor en prensa, presentador en tele y radio y ahora me piden que opine. Licenciado en derecho, MBA, máster en periodismo y doctor en comunicación e información. He tenido una agencia de marketing, alguna experiencia de éxito en comercio electrónico y doy clases en algún máster sobre esto.

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