Sería como un sándwich mixto sin queso, como la típica tarta americana sin su guinda, como una Navidad sin que sonase Mariah Carey. 

El pasado fin de semana fui al cine para ver la segunda parte de Frozen. Soy muy infantil, muy Disney y muy de Frozen, pero en esta ocasión quería ver la peli bien acompañado y me compensaba esperar.

Evitando spoilers varios, logré llegar a la sala sin tener ni la menor sobre el argumento de la cinta. Me decepcionó: es una película oscura, muy adulta y poco LGTBI. Había visto algún tráiler y también escuché la canción principal (la que canta Gisela, y la prescindible versión de Bisbal que suena al final).

Flipé, y lo hice en colores: pocas son las palabras para destacar, alabar y recomendar todas y cada una de las interpretaciones de Gisela poniéndole voz a la reina Elsa. Está sublime.

Desde que entró en la Academia de OT allá por el año 2001, la catalana no ha parado de progresar profesionalmente. Comenzó cantando la banda sonora de Peter Pan, ganó Viña del Mar, participó en Eurovisión representando a Andorra y hasta cantó para Barbie. 

Su trabajo en Frozen II es, si cabe, aún más espectacular que el que hizo para la primera parte de la historia. 

En su día ya fue elegida a nivel internacional como la mejor voz de Elsa y después de escucharle cantar Mucho más allá, la nueva canción, no me extrañaría que su título fuese revalidado. 

A veces, como ocurre con el trabajo de los dobladores, los que cantan las canciones de nuestras pelis favoritas pasan desapercibidos. Ojalá Gisela estuviese más presente en la promoción de la película, hiciese entrevistas y cantase la canción de los títulos de crédito. Si por mí fuese, Mickey Mouse le tendría que poner hasta una atracción en Disneyland.